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Todos hemos estado rotos más de una vez. Un año después, lo de siempre.

No te rompas... No te rompas... No te romp... ¡Chas! Me rompí. No te acabes... Y al final caducas. No te vayas... No me fui. Todos hemos estado rotos alguna vez, aunque esta vez, más veces. ¿Por cuántas personas tengo que romperme para que alguien me quiera reconstruir? Si yo sola lo he intentado mil veces y nunca lo conseguí. Pensé que quizá tuviste que romperme para que creciera y cicatrizase mejor pero no. No paro de supurar. Mi terciopelo ya no está suave. Mis ganas no quieren más. Tus huesos me dan igual, tus besos quieren saberme mal, mis ojos ya no quieren esperarte. Amanece esperando que me hables, atardece y anochece, y se pasa la vida esperando una respuesta. Porque a veces, ni aunque llegases siempre tarde, yo debería estar esperando. No quiero salir de un clavo y entrar en otro, no quiero clavarme más clavos. No quiero más escombros. Todos hemos estado rotos alguna vez, aunque esta vez, más veces. Un año después, lo de siempre. Todo

Peor que el alcohol.

Me sientas peor que el alcohol porque me mantienes en resaca durante más de veinticuatro horas. Es algo que no sé cómo evitar... ¿Quién comprende a los sentimientos? Tengo una teoría que no se cumple nunca, una sonrisa anclada a mis mejillas; tengo unos labios sellados a un cuello de botella y unos ojos que me han recordado sin saber quién soy. Y también te tengo a ti, en un recuerdo atado con cicatrices, junto al arte de tus manos, a una playa en diciembre. Y también nos tengo a nosotros paseando junto a todo ese azul, prefiriendo antes oír tu respiración que el romper de las olas. Y aunque me sientes peor que el alcohol, prefiero beberte a morro; porque tienes un beso a-h-í... Y yo no me puedo acercar más.

A ver cómo te digo.

Déjame encontrar las palabras para saber cómo decirte que me conquistas la vida cada vez que mueves los labios. Porque a ver cómo te digo que empiezas a no caberme dentro del cuerpo y te expandes llegando a todos mis órganos. Porque a ver cómo te digo que me saques a bailar para poder explicarte con los pies lo que con mi voz callo. Porque a ver cómo te digo que quiero que rías hasta que te duelan las mandíbulas y tus ojos ya no lloren más. Porque a ver cómo te digo que la vida me pone el corazón a prueba, y que ojalá fueras un libro. Y que la próxima vez que te vea, tú de mí ya no te acordarás.

Lloraría sonriendo.

La taquicardia de anoche llevaba tu nombre y lo supe conforme entraste por la puerta. La vida venía con ganas de revolución y aunque no te dieras cuenta, pusiste mi vida patas arriba con tu sonrisa de oreja a oreja. Te encontrabas tan lejos y a la vez tan cerca, que no sabía si acercarme o seguir mirándote con detalle para tenerte entero en mi cabeza. Te alejabas y parecíamos Europa y América y entre nosotros un millón de personas haciendo de océano Atlántico. Te adueñaste de mis ojos y parecías el norte que busca siempre mi brújula. Me perdía en tu cuerpo, tu mirada, en nuestro choque visual de forma disimulada... Dudé un segundo pero me lancé al vacío que existe entre decirte algo o no decirte nada, porque sabía que si te perdía de vista, me quedaría con las ganas. Y me di por perdida porque me sentí ganada y pensé que te había perdido entre el océano. Pero entonces, entre la gente, entre todo ese Atlántico que había entre nosotros, tus ojos buscaban

Hoy no.

Hoy no estaba para mirarte, ni para admirarte, ni hacerte arte. Hoy no. Hoy no estaba para ti, tampoco para nadie. Y no sé cuándo volveré a encontrarte pero hoy no. Quizá tuviste que romperme para que creciese mejor como la enfermera que deja en carne viva la herida para que así cicatrice. Pero lo cierto es que estoy creciendo torcida y tropiezo con cada piedra que me encuentro en el camino. Y no sé si volveré a verte, si el mundo volverá con sus casualidades y nos reunirá de nuevo. Hoy sólo sé que hoy no.

Al menos eres feliz.

En forma de uve los pájaros vuelan mejor y tú sabías volver hasta que decidiste no hacerlo. Perdido en sus labios se te ve bien, en el universo de sus ojos, embriagado por su olor. Te cuidará bien, mejor que yo, lo sé porque se te nota en las manos que ya no pasan frío; sino calor. Estaré bien y esta herida con el tiempo curará, no te preocupes. Me diste más de lo que me ha dado nadie, y eso, sin estar. Me hiciste sentir plena, que alguien había, pero no para mí. Al menos eres feliz, que es mejor que estar los dos tristes... Al menos con eso me conformo yo.

El sur.

Recuerdo el sur y su calor, casi tanto como te recuerdo a ti. Recuerdo aquellas canciones que olían a sal y que hacían girar los volantes de mi falda mientras todo olía a lavanda y tus ojos me miraban como si todo siguiera igual. Recuerdo que el tiempo volaba y yo contigo al atardecer, como pájaros agitando sus alas sobre el naranja que anuncia el fin y la muerte del sol naciente. Recuerdo que cada vez te agarrabas menos a mí, que ya no te importaba derrapar. Mis curvas ya no eran para ti; te ibas a soltar. Recuerdo que me quisiste mal, con el corazón en un pozo que parecía que no vería más la luz. Supuse que no podías quererme mejor porque tu ausencia siempre rompía el cristal que había entre los dos. Llegaba de golpe sin avisar, tal y como lo hacías tú. Recuerdo el sur; todo tu rojo y todo mi azul. Recuerdo que pensaba cada día que tú eras el sudor que me recorría el cuerpo, que de alguna forma me tocabas. Que aún me seguías sintiendo. Recuerdo que m

Me llamaba.

Me llamaba "chiquilla" y yo no sabía dónde meterme si no era entre sus manos. Me llamaba por mi nombre, y no había pareja de baile más perfecta que la que formaban mi nombre y sus labios. Me miraba y tenía la cara llena de besos, la boca llena de abrazos y aquella noche los fuegos artificiales brillaban en sus ojos estrellados. Me llamaba, me giraba... y las eles salían por la puerta bailando.

Beso a beso.

Tengo tantas ganas de besarte que el día que lo haga lo voy a hacer despacio, muy despacio, para que beso a beso se pase toda la noche y "toda la noche" sea "toda la vida". Porque quiero que hasta los garbanzos me recuerden a tu ombligo y que tus labios sean un columpio para columpiarme en tu sonrisa. Porque quiero que seas el aire que inspire en enero y que tus colmillos de lobo feroz me marquen el cuello mientras me llamas Caperucita. Y porque quiero que tu corazón me señale con el dedo, que tus ojos miel tengan sabor, y que mi nombre encuentre su casa en tu saliva.

Ni siquiera los árboles nos separaban.

A M. por no soltarme en Madrid. Por ser, estar, existir. He caminado pasito a pasito por las curvas de tus manos. Me he bañado en tus ojos, he dormido en tu boca y me he perdido por el bosque de eucaliptos de tu pelo. Me he escondido en tu ombligo, me he sentado en tus clavículas a jugar a las cartas y he protegido tus heridas para que no se infectaran como si fueran mi vientre y albergaran un hijo tuyo. He aprendido a leer en braille con tus lunares, saltado en los charcos de tus lágrimas y jugado a la rayuela en tu espalda. Agarrada a tu brazo zigzagueábamos al mundo, y ni siquiera los árboles nos separaban.

Con el tiempo todo esto curará.

Con el tiempo todo esto curará. Cambiaré mis sentimientos, los invertiré. Los convertiré en contradicción y nadie lo entenderá. Los cambiaré por ti para que no me duelas más; invertiré este sentir, este pesar que me mata al respirar, por el recuerdo más cálido de todas tus sonrisas. Recordarte es un dolor, un cuchillo clavado en mi piel; en mi garganta, en mi cadera, dejando la sangre fluir derramándose hacia el suelo por efecto de la gravedad. Recordarte es un escalofrío, un sudor frío; un adiós, no vuelvas más. Recordarte es un temblor en la mayor quietud y tranquilidad. El disparo que espanta a los pájaros, un muerto vivo en un funeral. Convertiré todo este dolor en color porque cuanto más te quiero olvidar, más te recuerdo. Y porque cuanto más te quiera recordar, te iré olvidando con el tiempo. Recordando te olvidaré. Será así la contradicción. Modificaré el sentimiento y ya no habrá dolor. Y con el tiempo todo esto curará.

Recordar siempre se me dio bien.

Siempre me enamoro del primero que me toca la guitarra delante de los ojos, y me da las gracias como si nos hubiésemos conocido en sueños. Por eso quizá me haya cansado de los lazos que unieron, y nos unen todavía. Por eso quizá los deshaga para no volverte a ver, pero ambos sabemos que tratándose de ti, sé mentir bien. Porque antes sonaba tu nombre y quería sacarte de mis oídos. Y ahora lo pronuncio para que estés. Para que vuelvas y estés entre mis dientes y no te esfumes al hablar. Quizá me haya cansado de tus lazos y me aprieten, pero no te quiero olvidar. Lo he querido muchas veces pero ya no puedo más, tú eres más fuerte. Tú eres quien lo ha logrado al final. No abriré las ventanas para que salga esta enfermedad por si te escapas otra vez o tu aroma en el ambiente convertido en polvo. Te dejaré crecer conmigo, en forma de suspiro como un fantasma. No quemaré tus libros, no emborronaré tus palabras; no dejaré de llamarte por tu nombre ni de recordar tus

Todo esto me volverá a ocurrir.

Alteraste y deformaste mi corazón como un hola y adiós en un portal. Sin un "¿mañana nos vemos?" ni beso previo. Echaste la puerta abajo de mi parcela, la pisoteaste sin darte cuenta y te marchaste dejando tus huellas y todo embarrado. Mis ilusiones son de cera y se derritieron con tu calor, con tu sonrisa de oreja a oreja y el baile de tus manos. Me conquistaste y me rompiste el corazón con sólo ser y yo no pude hacer nada para evitarlo; si te cedí todos mis bienes cuando te sentí agarrado a mi cintura y creí que ahí había algo. No había nada, como siempre. Tampoco eras tú, ni nadie. Nunca. Supongo que te agarras a todo lo que encuentras por si se produce un terremoto, o nunca has chocado con alguien que pierde la cabeza por unas manos y unos ojos, por unos lazos que se estrechan y ahorcan hasta quedarse sin pulso. Me imaginé escondida en tu barba de vikingo y sentí que levitaba con el humo del cigarro que te besaba en la boca que te sabía a las t

Vida.

Me hubiera muerto contigo y te hubiera acompañado en la muerte si hubiese sabido que me estabas abandonando en la vida. Porque vida sin ti no es vivir.

Algo triste.

Quería decir algo triste. Algo triste, como por ejemplo, que la noche está oscura y tú no existes. Más o menos; aunque más menos que más. Algo triste como que me duelen las comisuras de los labios y no eres tú el motivo, o como que me estoy partiendo el alma a pedazos por escribirte líneas sin sentido, acabadas en puntos que no van a marcar tu piel. Algo triste como que me duele escribirte porque cada letra es un disparo, y el sonido de unas manos bailando en un teclado es un suicidio para quien escribe las líneas que irán a su dueño a morir en sus manos, al darse cuenta de que éste no las va a leer. Algo triste como que te quiero en todas las formas, ya sean cuadradas o rectangulares. Incluso si fueras circular, para así poder rodearte con mis brazos. Algo triste como que ya no te miro a los ojos para no quedarme fijada con superglue y atada de pies y manos. Quería decir algo triste, como que no me vas a leer. Como que ya no quiero escribirte. Como que donde a

Tenías que volver para marcharte (Segunda fase).

Tenías que volver a ser como aquella canción que salta al instante en formato aleatorio un día cualquiera, en el momento menos idóneo. Como esa sonrisa que te deja traspuesta o ese guiño del chico que te gusta aun sabiendo que tú a él no. Como esa sacudida de aire frío en toda la cara al oír en el parte meteorológico que no habría peligro por fuertes vientos. Y tenías que volver, para volverte a marchar; dejándome con las palabras al borde del suicidio en el precipicio de mis labios, colgándose y ahorcándose en mi lengua. Y a mí dejándome inestable con las ganas que te tengo. Como esas manos  que juegan y tocan sin cesar en la cabeza del psicótico, maníaco, que le impiden sacárselas aun cambiando de cerebro. Tenías que volver para recordarme que eres canción. Música e imprevisible como tú solo sabes. Como un huracán, arrasando todo tras su paso, hasta mis sentimientos. Hasta mis emociones. Y ahora sé que algún huracán llevará tu nombre aunque ninguno de los d

Porque no. (Primera fase)

He perdido tus labios y he perdido la vida. Y además, también me he perdido yo, porque ¿cómo se sale de alguien que está dentro de ti, sin introducirte más yendo a un lugar a donde ni tú sabes dónde? Porque también he perdido tus manos y tus ojos, pero prefiero saber hacerme yo el nudo en el estómago para así poder ahorcarme el corazón. Porque hay personas que sólo valen para ser fotografiadas y otras para mirar desde el visor, igual que algunas sólo valen para ser amadas y otras para amar sin que el amor sea correspondido. Porque yo siempre he comprado el billete de amor de ida y nunca he encontrado a la venta el de vuelta. Y porque tú no podías ser la excepción. Porque no. Porque la función se ha extendido más de lo necesario, los actores se cansaron y fallaban en la interpretación. Porque hoy me he sentido lluvia cuando los monstruos me han empezado a morder, clavándome sus colmillos afilados entre las costillas, y me han causado menos dolor que tus idas

También esto es mentira.

Me he cansado de ti, de tus ojos y pestañas kilométricas. De tus manos de hombre y de tu ilusión de niño. De tus idas y venidas que siempre me pillan con el corazón desprevenido. Me he cansado de tu ausencia inconfundible, de tus manías, de mis ganas por tus abrazos, de tus labios lejanos y también de tus silencios. Me he cansado de tu ropa, del arte de tus dedos, del lunar que tienes de satélite en la mirada, del resto de lunares que desconozco y de tu poder para estar en mi garganta, en mi hígado, en mis pulmones, en mi caja torácica. Y sobre todo en mi corazón. Me he cansado de buscarte por todos los sitios y de no encontrarte nunca. Me he cansado de no poder olvidarte y de que tú lo hagas. De quererte y que me duela. Me he cansado de odiarte, pero no te odio. Me he cansado de ti, y es mentira porque no puedo dejarte por imposible. Tampoco es que quiera, tampoco sé si me entiendes, tampoco sé si deberías. Me he cansado de todas tus canciones, tus camisas,

Si tu amor y mi amor se conociesen.

Si tu amor y mi amor se conociesen, mi amor se movería alrededor tratando de llamar su atención y el tuyo ni le miraría. Si tu amor y mi amor se encontrasen, mi amor volaría corriendo a sus brazos y tu amor le evitaría. Si tu amor fuese un velero, mi amor compraría todos los mares, para admirar cómo tu amor se mueve solo en la pista de baile. Porque mi amor necesita a tu amor como si fuese vida. Como si fuese agua. Como si fuese aire. Porque si tu amor no correspondido pudiese curarse, mi amor se embadurnaría el corazón en alcohol 96º. Pero tu amor no puede curarse. Y mi amor no quiere olvidarle, porque le quiere de norte a sur, de este a oeste, y de voy a ven.

No saldrá bien.

Sueño que te cubro con terciopelo rojo el corazón y lo acaricio mientras te duermes en mi ombligo como un bebé. Que te soplo las pestañas una a una, mientras pronuncias mi nombre y me llamas amor. Que donde acaban tus labios, empiezan mis ojos, y en mis pupilas se hace la luz. Que donde acaban tus manos, comienzan mis escombros y al fondo, mi corazón. Que en el precipicio de tus dedos buscas el mar de mis yemas, y al no encontrarlo sientes que ha bajado la marea. Que en la punta de tu lengua, buscas el muro de mis dientes y crees que aún te quedan dos pasos más al frente. Que tus pestañeos son largos para verme, porque sabes que soy la única que te va a querer siempre. Que todo tu cuerpo está bloqueado con una clave secreta a la que sólo mis huellas dactilares tienen respuesta. Que tus lunares son los puntos seguidos con los que acabo mis frases y mis palabras tus canciones. Y de pronto algo cruje, algo dentro de mi caparazón se parte. Despierto ocupando tu la

Aunque nunca estés.

Odio querer hablarte en todo momento, querer saber de ti, cómo estás, qué llevas puesto, si te acuerdas de mí, si me echas de menos. Odio querer saber dónde estás, si te gustaría que estuviera allí, si me necesitas al despertar y me sientes al dormir. Odio quererte escribir y que tú no me quieras leer. Odio que sepas vivir sin mí y que no te lastime mi ausencia. Y aunque odie escribirte, no quiero que te vayas porque no quiero dejar de hacerlo. Porque me despiertas y me acuestas, me conmueves, me haces pensar, querer, sentir. Te despides sin palabras con todo lo que no te puedo decir en los labios, y dejándome las ganas en las yemas de los dedos. Y por eso nunca quiero que te vayas. Y por eso no quiero dejar de hacerlo. Porque prefiero que te quedes... Aunque nunca estés.

¿Cómo narices te digo No?

Porque para que nada nos separase, nada nos tendría que haber unido y te convertí en extensión de mi cuerpo, de mis labios, mis manos y mi corazón. Llegué tarde a los contratiempos, firmé con los labios y envolví mis sentimientos, sin leer la letra pequeña que decía que no estarías aquí. Porque dicen que uno no puede deshacerse de aquello que ya está consigo, y por eso me digo que no pero a ti te digo que sí con una sonrisa en los labios, estrellas en los ojos y el corazón dando tumbos montando una revolución. Porque prefiero tu seriedad a la sonrisa de cualquier (des)/conocido, tus idas y venidas aunque provengan de cualquier dirección. Porque te prefiero a ti sin estar que a cualquiera a centímetros, aun sabiendo que es probable que te encuentres a años luz. Porque te prefiero a ti a ratos siempre. A ratos toda la vida. A ratos aunque sea nunca o tan sólo a veces, aunque sea lejos. Y eso me parece terrible. Que no estés cerca, que no te importe, que no te

Porque sabrías que me gustaría.

Si supieras todo lo que te escribo a escondidas, sabes que me gustarías aún más. Porque sabrías que me gustaría hacer contigo lo que el sol hace por la luna, lo que la tormenta por la calma y lo que la luz por la oscuridad. Lo que el caparazón por la tortuga, lo que el agua por la vida, lo que el cielo por las estrellas y lo que nadie hizo nunca por ti. Porque sabrías que me gustaría que tus ojos no se desviasen de mis ojos aun sabiendo lo grande, preciosa y brillante que estaría la luna. Porque sabrías que me gustaría que nuestras miradas organizasen encuentros y fueras todo lo que no me gusta para así gustarme más. Porque sabrías que me gustarías más, si supieras todo lo que te escribo a escondidas, pero no quieres saberlo y ahí es cuando me muerdo la lengua y escribo.

Imagina.

Imagina que me descubres durmiendo en tu espalda como si fuera el colchón más cómodo del mundo. Bailando sobre tus pies como si se tratara de la mejor pista de baile y escribiéndote en la piel con mi lengua todo lo que no te sé decir con la voz. Imagina que el día que nos vimos, hubiésemos corrido hasta juntar nuestros cuerpos como si fueran uno. A chocar nuestros corazones como si fueran dos acantilados cercanos contra los que rompe el mar. Imagina que nos hubiésemos cogido de las manos y el tiempo se hubiese parado. Que la distancia se hubiese reducido a 0 y mis ojos hubieran sido tuyos. Imagina que acampo en tu cuerpo y me quedo a vivir, me alimento de tu boca, tu aire y tu querer. Que me escondo entre tus brazos, me abrigo con tu calor y me sonrojo con el rojo de tu corazón. Imagina que te espero, porque a pesar de ti aún lo hago todavía. Imagina lo que hubiese pasado y pasaría. Imagínalo como yo lo hago cada día, aun sabiendo que debería decirte adiós.

La historia que nunca termina.

Te he querido y te he odiado, pero aún te quiero, todavía. No me quedan fuerzas para seguir tirando; eres una tormenta que nunca se calma, un rayo que no cesa, un invierno que no termina. Eres la piedra que no salta, sino que hunde. Que se hunde dentro de mi alma, conmigo en mi vida. Y mientras me hundo, grito en el interior de un bosque lleno de maleza que me araña el corazón que ojalá estuvieras aquí. Que ojalá, pero. Pero nunca. Y eso siempre es la historia que nunca termina.

Te contó que te olvidó en 500 noches.

Te contó que te olvidó en 500 noches pero yo sé que no. Que aún te sueña dormida y al despertar se encuentra llorando vacía en cualquier rincón de su habitación que aún conserva tu olor, Que aún te piensa antes de estar dormida, cuando el silencio grita tu nombre en la oscuridad. Y que empieza a sentirse muy sola cuando no está contigo y se da cuenta de que no estás. En 19 días no consiguió olvidarte porque le habrían hecho falta mil vidas y aún no serían suficientes, porque poblaste su mundo de caricias, palabras, besos, costumbres y manías que no ha conseguido olvidar. Porque te contó que te olvidó en 500 noches pero mintió, porque si hubiese sido así, no te quiso tanto como dijo. Y yo sí sé que te quiso. Porque era yo.

Me has poblado.

Lo has poblado todo, hasta mi cuerpo. Has poblado mi alma y todos mis recovecos en contra de mi voluntad. Has poblado mis manos convirtiéndolas en un mapa donde aparecen dibujados todos los caminos de tus huellas dactilares. Has poblado mis ojos y tan sólo puedo verte en lugares en los que nunca te he visto y en desconocidos cuando los tengo de frente. Tengo todas tus palabras atadas alrededor de mi columna vertebral, el reflejo de tus ojos en mis pupilas, tu voz en mis oídos como eco preso con forma de espiral. Tengo tus manos incrustadas en mi cabeza y no las consigo borrar ni con otros tactos, ni otras sonrisas ni otras miradas ni con nada. Nada, nada, nada. Estoy llena por ti pero tú no estás. Lo has poblado todo y todo está lleno de ti. Me muevo por el día dando pequeños saltos que me acercan un poco más a ti, pero tú siempre estás lejos. Y mi cuerpo, que gracias a ti llegó a ser campo, un día de estos se va a comenzar a pudrir. Me has poblado con sólo

Te imagino aquí.

Te imagino en todos los momentos de mi vida aunque no formes parte de ellos, aunque estés lejos o aunque no existas. Te imagino dando vueltas a mi lado todo el tiempo, en círculos concéntricos alargando todas las estaciones de mi vida. Tumbados en la cama recorriendo con un dedo nuestros cuerpos, contando los lunares que aún no han sido descubiertos. Algunas noches haríamos de nuestra casa una trinchera. Veríamos películas, cantaríamos canciones entre besos, tú te quedarías dormido tocando la guitarra y aunque mis curvas no fueran tus preferidas, nos haríamos el amor con la mirada. Otras noches iríamos a conciertos en los que el rock fluiría por nuestras venas y no podría apartar la vista de tus manos, imaginando que eres tú el que está subido al escenario. Después iríamos a ver el mar agitado, las luces verdes lejanas de los barcos solitarios en la inmensidad del mar revuelto y el viento despeinaría mi pelo como tú despeinas mi corazón sin preparar siempre q

No entiendes.

No entiendes que tus pestañas me vuelven adicta a las alturas, a querer realizar en tu cuerpo locuras como por ejemplo alpinismo. Ni que tus ojos son un palco desde el que quiero ver tu mundo, aunque sea un abismo. Ni que tu boca, aún sabiendo que es precipicio, hace que quiera tirarme con una sonrisa, los ojos cerrados conociéndome el camino. Ni que tu piel es el mapa para mí desconocido, que hace que me sienta un pirata buscando el tesoro escondido. Ni que tu cuerpo es locura como la de quien no se da por perdido, ni que tus manos son dos cohetes que quiero que alcancen mi luna, para bailar por mi cintura y romperme los vestidos. Ni que tus palabras provocan en mí finales escritos pero que no sé ni cómo empezar ni cómo llenar esos huecos vacíos. Ni que tus dientes me muerden cada vez que te muerdes a ti mismo, ni que tus labios son un poema que aún no se ha escrito. Ni que tus nunca son siempre, o sólo a veces, como ahora. Ni que tu ciudad para mí destac

No sabe nada.

Sabe cómo romperme y coserme, besarme en las heridas mientras duelen, desprenderse de mí y volver a mis brazos una y mil veces. Sabe cómo convertir la soledad en estrellas, la música en cosquillas, taquicardias y sonrisas. Sabe hacerme feliz a kilómetros, dónde rozarme con palabras; sabe, aunque desconozco cómo, en qué momento aparecer y ocupar el vacío donde dejó huella. Sabe cómo alargar los días y los veranos, hacer de la oscuridad luz; crearme mil dudas y conquistarme, siempre, por completo hasta la locura el corazón. Sabe cómo enfadarme y envolverme; cómo hacerme feliz y devolverme a la niñez. Sabe cómo quererme pero no se acuerda y aunque se lo intento recordar, también me olvido. Sabe cómo hacerme creer que la imposibilidad es tan sólo un paso más, que no es tan imposible. Que la distancia no significa olvido y que las despedidas no siempre lo son. Sabe cómo hacerme añicos y cómo volverme ciclón. Agitarme y convertirme en mar; cómo

Que yo te quiera y me quieras tú. (Eres)

Eres la taquicardia que siempre aparece cuando miro hacia otro lado fingiendo que no siento nada sintiendo todo a la vez. La voz que calla al silencio y les encuentra asiento a los que están incómodos. Los ojos que lo observan todo cuando uno empieza a enamorarse de la vida y de la persona que tiene delante, aunque sólo vea su espalda, su cuello y su piel. Delicada y suave como la seda. He corrido por los bosques de cipreses y eucaliptos que nacen cuando se te eriza el vello al sentir escalofríos. He encontrado sonrisas entre los escombros de tu cuerpo y una puerta hacia otro mundo en el remolino de tu pelo. He encontrado en tus brazos dos embarcaciones que conducen a tu puerto y en tus lunares las estrellas retratadas por Van Gogh. Te he querido y te he odiado, pero siempre eres tú. Eres la excepción que confirma todas las reglas, las normas incumplidas y las calles sin salida a las que se les ha invertido la dirección, transformando a la locura en una cuerda qu

Se acaba y todo tiene un fin.

Se acaba. Se acaba el verano, como también se acaba la vida cuando la muerte viene a poner fin. Como se acaba el invierno, como las noches en vela, la colorida primavera o las tardes de abril. Se acaba, como todo, como tú un día en mí. Como tus manos por mi cuerpo trepando como raíces que no se quieren ir. Como tu piel envolviéndome, haciéndome regalo que quiere ser abierto por los ojos de un niño feliz. Se acaba, como cada domingo entre tus pestañas, cada noviembre sin volver a verte y como cada canción que hace que me acuerde de ti. Se acaba como los besos que nunca nos dimos, los te quieros que no nos dijimos y las películas que lloré por ti. Se acaba como la paciencia, como el amor y la tristeza. Como la juventud. Como también los recuerdos en un enfermo de Alzhéimer, como la batería de un móvil que espera una llamada que no llega, que no suena, que no aparece por la puerta. Se acaba como la tinta de una máquina de escribir cuando el artista no puede dejar

Al final sí fue tan guapo.

Puede que estas sean las primeras y últimas líneas que le escribo. Que dentro de unas horas olvide su cara o que esta ciudad nunca haga de pañuelo, y nunca más vuelva a verle. Puede que nunca me invite a dar un paseo y me sienta como si estuviese volando en una nube. Que nunca me saque a bailar y me crea la protagonista de una de esas películas en las que tanto he querido vivir, ni me bese y me convierta en un castillo de fuegos artificiales. Ni duerma con él y viaje al paraíso. Puede que nunca lleguen a mí las raíces de sus brazos, ni conozca sus distintas tonalidades de azul ni sus gestos o manías cuando está enfadado, feliz, contento, triste o enamorado... Que nunca conozca mejor sus palmas de las manos que las mías, todos sus senderos y sobre todo sus atajos. Puede... Pero era tan guapo que me basta imaginarlo para que se me ponga el corazón de gallina. Tan guapo que debía de dolerle la cara cada día. Era tan guapo... Tan guapo de esos que no son tan guapos, pero sonríe y s

Como lo hacías tú.

Uno siempre va a querer volver a donde fue feliz, por eso el día que la vida se llevó a mi abuela, yo deseaba desde antes de recibir aquella llamada volver a sus brazos. Ahora he comprendido que por mucho que corras y trates de llegar a tiempo, por mucho que corras para que la vida no se te escape de las manos, no avance el mundo sin ti..., por mucho que evites llegar tarde a todos lados en todo momento, el tiempo no atrasa ni un segundo por ti para complacerte. No avanza más despacio para concederte un último favor. El tiempo avanza, la vida corre, el mundo se mueve... Contigo o sin ti. No eres una constante ni tan siquiera algo relevante, tan sólo una incógnita que se puede despejar y despreciar. A veces tan sólo un fallo en la ecuación. Comprendí que uno siempre va a querer volver a donde fue feliz, y que si tuviese los ojos cerrados volvería conociéndose el camino y el número de pasos. Sabina comprendió en Macondo que "Al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volv

Ya quisiera yo.

Ya quisiera yo dormirme en tu ombligo, morderte la barba y bailar en tu pecho. Besarte los mofletes, no dormir por observarte y contarte las pestañas una a una. Ya quisiera yo ser de barro para que me convirtieras en escultura y pudieras amoldar con tus manos mis curvas. Ya quisiera yo ser pequeña para ir guardada en tu bolsillo, aguja para girar dentro de tu reloj y anillo de Saturno para estar alrededor de tu dedo corazón. Ya quisiera yo ser casa para alojarte y resguardarte del frío, viento para soplarte la cara y evitar que pases calor, agua para refrescar cada poro de tu piel y cama para cuidarte mientras sueñas y vences a tus miedos que son abismos. Ya quisiera yo ser guitarra para que me hicieras cosquillas con tus dedos y me tocaras con caricias haciéndome, en un solo, llegar al éxtasis. Ya quisiera yo pasear por los senderos de tu espalda y recorrerte con mi lengua como si fueras mi helado preferido. Ya quisiera yo ser luz para encenderte, vivir en t

Aún te veo.

Estamos lejos. Lejos de todas las maneras como pueden estar lejos dos personas. Pero aun cuando cierro los ojos, le veo porque mis ojos se han aferrado a la imagen de su cuerpo. Mis ojos se han anclado a sus ojos, mis pupilas a las suyas y me veo en su reflejo. No sé si estoy cegada o no, pero aunque me quite la venda yo aún le sigo viendo.

Muy lejos de aquí.

Eres hielo y viento y olvidas que ya lo fuiste, por eso quemas y soplas como si lo hicieras por primera vez. Eres hielo y tu proximidad me ha dejado cicatriz, pero por fin en mi corazón con este calor te estás derritiendo. Eres viento que sopla en mis ojos y azota con fuerza, el mismo que me despeina y se lleva consigo mi respiración. Viento que sopla con fuerza intentando sacarte de mí. Viento que vuelve a soplar pero ya es tarde. Yo ya no estoy.

A millones de años luz.

Cuando te conocí no sabías nada del amor y ahora hablas de él como si te hubieran hecho a besos aprenderte el manual; y yo sigo en el mismo lugar de siempre aunque de ti algo más lejos. Empezamos con distancia entre los dedos, haciendo viajes espaciales en cohetes de luces fluorescentes que viajan en el tiempo hacia nuestro encuentro. Acariciamos el firmamento con palabras con nuestros dedos en una pantalla y en el que cada lunar era una estrella. Y a medida que avanzaba el tiempo, nos empezamos a alejar. Quizá por miedo a los truenos quizá por miedo a sentir algo más. Ahora te veo valiente, seguro y feliz. Tan distinto a cuando estabas aquí... Aunque quizá sólo fuiste un cobarde conmigo y yo te lo permití porque también lo fui. Me he cansado de acudir a tu planeta porque ya no me recibes con los brazos abiertos, aunque debo admitir que lo miro cada noche a través del telescopio como si me pagaran por ello. Ya ves, siempre quise ser de la NASA y contigo lo siento. A veces la vida

Se acabó.

Te he escrito cuadernos enteros vacíos de imágenes. En ellos describo un tacto que no es el tuyo y hablo del tú que creo que eres. No del tú completo, pues nunca tuve la suerte de conocerte. Describo lo que he podido observar de ti desde mi cárcel que es cuerpo y casa, y mi agonía. Desde mis ruinas y heridas desde que con tus manos no te dignas a curarme. Describo todo lo que me has hecho sentir sin suspirar y rozarme con tu aire, ni caminar por tu espalda ni esconderme en tu pelo para después comerte la cara a besos. Besos. Esos que nunca he dado, esos miles que tienes que no darme. Esos que tanto te debo, gritan mis ganas. Te he descrito hasta creer que en mi corazón ya no quedaba más tinta para escribirte. Que ya estabas definido, que una última pincelada te estropearía la sonrisa o las pestañas o te emborronaría el lunar. El lunar. Ese que está anclado a tu cara y que marca el norte en mi brújula. Mi futuro norte a donde van todos mis sueños a parar. Te he descrito hasta creer qu

Si la vida fuera sueño.

Si la vida fuera sueño, viviría contigo. Y si realmente lo fuera, viviría tantas cosas por todo lo que sueño... Sueño despierta que me cuentas historias antes de quedarme dormida  y viajar entre mis sueños REM. Sueño que me cuentas esa historia mil veces. Ésa, ésa, ésa. La del día en el que tú eras un manojo de nervios y yo un corazón revuelto ante la casualidad y sorpresa de verte. La del día en el que no supimos cómo reaccionar ni cómo mirarnos de frente estando tan cerca y a la vez habiendo estado tan distantes. La misma que ahora ya está demasiado lejos, que ahora ya tan sólo es una historia que contar. Sueño con escucharla saliendo de tu boca mil veces, como palabras invisibles que se encuentran nadando en tu saliva y de pronto saltan de tus labios como si fueran un precipicio convirtiéndose en el aire que pronto respiro y me hincha los pulmones. Sueño con oírte pronunciar palabras que te hacen feliz, viendo tus pestañas bajar y subir y tus ojos, esos tan café

Mi velero.

Ella es ese velero que siempre baila sobre el horizonte. Ese velero que desfila por la cuerda que separa mar y cielo, que los une y los diferencia. Es ese velero que viaja sobre el vaivén de las olas en cada fotografía que incluye un trozo de mar, que es el protagonista de cada verano a los pies de una playa. Ese que hace que sueñes con querer vivir junto al mar, para poder verlo siempre cada mañana por la ventana. Ese velero que significa que la vida sigue en marcha, que el planeta sigue girando en su órbita, que el verano puede alargarse todo lo que haga falta. Ella es ese velero porque está siempre. Siempre, siempre, siempre. Y porque además de ello, existe; y baila sin saber y no por gusto, por el ecuador de mi vida cada día y cada noche. Y joder, qué bonita surca y va y viene entre todo el azul del mar de su nombre. Qué pena que estéis tan ciegos para no poder verla. Qué pena que no tengáis abiertos los ojos del corazón. Dice que navego en su corazón cont

No te voy a dejar por imposible, sólo por improbable.

Me gustaría decirte que si fueras a venir a las 5 de la tarde, yo estaría esperándote en la estación de autobús o de tren, en el aeropuerto o el puerto, allí en donde pudiera verte aparecer como un avión llegando a su destino. Mis brazos podrían ser perfectamente tu pista de aterrizaje. Y te estaría esperando desde las 12 del mediodía por si se adelantara tu barco, tu autobús, tu tren, tu avión. O aunque se retrasara horas o días. Me gustaría decirte que puedo dormir por las noches, pero tengo tus pestañas entre las mías haciendo presión para que no cierre los ojos. No entienden que aunque los cerrase, no dejaría de verte. En el fondo las entiendo, a veces los miedos nos pueden. Y a veces es mejor no arriesgar que afrontar el olvido. Me gustaría decirte que no te quiero pero haces presión en mi pecho, te mueves como un feto haciéndose notar, dando ligeras patadas entre mis costillas. Asciendes hasta mi garganta en un segundo y me quiebras la voz, me recuerdas lo que si

Ojalá fueras un libro.

Ojalá fueras un libro. Un libro eterno, interminable con olor a nuevo y aspecto antiguo. Ojalá pudiera doblarte las esquinas para remarcar mis frases favoritas, ponerte corazones en algún margen, subrayarte con lápiz, con algún bolígrafo y subrayadores de colores. Ojalá fueras de verdad un libro, uno de bolsillo al que poder llevar siempre en un bolso a todas partes por si un día me pierdo, o por si un día me toca esperar de más o por si un día empiezo a olvidar todo lo que hoy recuerdo. Ojalá fueras un libro de bolsillo pequeño que entrase en el bolsillo de una sudadera, o tan pequeño que entrara en el bolsillo de las camisas que está a la altura del corazón. Tendrías una portada preciosa, de rojo terciopelo. Yo podría ser tu prólogo, nudo y epílogo. Podría ser todo lo que tú quisieras, siempre y cuando tú fueras un libro. Ojalá realmente lo fueras, para poder tenerte descansando en mi mesita de noche cada día y así podrías salvarme siempre después de cada

Si nos estuviéramos viendo.

Tienes las pestañas muy largas, tan largas que cuando pestañeas durante una milésima de segundo te puedo ver dormir. Tienes las pestañas tan largas que los deseos que pidas, deben ser por obligación grandes y fuertes. Como el ojalás que nos llenan el pecho. Tienes unas pestañas tan bonitas que si fueran toboganes de gran altura, yo que siempre he odiado los de los parques de atracciones, por los tuyos me tiraría para acabar nadando en tu boca. Tienes unos ojos tan expresivos y tiernos que sin ser azules, puedo ver el mar y un velero blanco a lo lejos sobre el horizonte. Y si el mar está agitado y gris, tus ojos se convierten en dos peceras con los peces de agua dulce más bonitos de este mundo. Y tienes un lunar ahí, muy cerca. Entre tu ojo izquierdo y tus labios. Un lunar siempre ahí sobre el que podría encallar mi vida, anclar mi ancla y vivir siempre a la deriva sobre tu piel, y esconderme en tu barba. Si nos estuviéramos viendo, yo estaría en tu retina y tú e

Miedo a perder el corazón.

Me gustan los días grises y estar un poco triste cuando no estás tú. Me gustan las tormentas aunque a veces me aterran. Me dan miedo sus relámpagos, sus gritos estridentes y el eco que impide que se escuche mi voz. Me gusta recordarte y sentirte cálido en mi pecho, latente desfilando por mis venas sin dirección.  Me gusta echarte de menos y no me gusta beber café si no tiene el mismo color que tus ojos. Me gusta sentirte aunque me duela, porque no le tengo miedo al dolor. No tuve miedo a perderte y lo hice. Y entonces, me entraron los miedos. Ahora me aterra perder lo que siento por ti, incluso me aterra querer hacerlo. Me da miedo quedarme vacía, tanto de ojos como de corazón.  Tengo miedo a dejar de escribirte en todas las paredes de mi mente, me da miedo recordar tu nombre y no notar pinchazos. Me da miedo que no me importe deshacer nuestros lazos. Tengo miedo de perderte en cualquier renglón, o en cualquier esquina doblada de libro y

Todas las canciones me recuerdan a ti.

Todos los trenes me recuerdan al mismo en el que te vi marchar. Tu mirada estaba cansada y perdida, despistada entre los vagones y la multitud. Tu boca impaciente por perder de vista a la mía, tus manos buscaban perderse entre otras ruinas, que no fueran las mías. En ellas ya no había nada que pudieras arreglar. Todos los hombres por la calle me recuerdan a ti, porque me miran como ahora me miras tú. Ya nadie me mira como antes lo hacías. No recuerdo tu olor ni siquiera el tacto de tu piel, tampoco qué era abrazarte al atardecer. No me acuerdo de tu risa ni cuántos lunares escondías, ni cuántos segundos por un beso tuyo perseguí. Ya no te echo de menos, aunque a veces admito que sí. Cuando el viento me sopla en la nuca y no eres tú. Cuando la calma me proclama la guerra y no estás en mi habitación. A veces lloro por ti en la barra de un bar y me acuerdo de lo que era quererte mientras suena una canción. Curiosamente, todas las canciones

Con la luz de las estrellas.

Como las cortinas blancas que se mecen con el viento, como las anclas que se elevan cuando los corazones callan. Así te quiero yo por todo el firmamento, libre, efímero y contento, brillando con la luz de las estrellas.

No nos vivimos.

Empezaré diciendo que hay personas que se viven una vez en la vida, algunas días, otras décadas, algunas incluso milenios. Y sin embargo, nosotros no nos vivimos de ninguna manera, sólo nos perdimos en distintas direcciones opuestas en el tiempo. Nos perdimos, aunque yo siempre quise seguir tus pasos, inventar tus huellas y creer a pies juntillas que eras tú quien me guiaba por el sendero desconocido. Siempre quise esconderme bajo las suelas de tus zapatos  y seguirte al fin del mundo, allá donde fueras aunque me llevaras a la perdición. Aunque me llevases hasta mi tumba, habría ido con el corazón en la boca para entregártelo si me dieras un beso. No nos vivimos porque siempre ha habido una barrera invisible entre nosotros, algo realmente infranqueable, invisible e imposible. Algo que nunca nos deja coincidir y si lo hacemos estamos raros, no somos los mismos. Una barrera que aumenta la distancia entre ambos a pasos de gigante y ya no sé de dónde sacar las fuer

Me gustaría que volvieras.

Vuelvo a escribir sobre ti porque no sé no hacerlo. Porque es verte y tener ganas de llorar de lo lejos que estás y aún así todo lo que me creas. Sigo incumpliendo lo de que será la última vez que te escriba. Contigo nunca es la última vez y ojalá nunca lo sea. Ojalá me inspires siempre. Sueño más veces contigo de las que debería, pero te cuelas todo tú. Todo tu cuerpo está allí, y me miras con esos ojos marrones profundos y esas pestañas kilométricas sobre las que se podría correr una maratón y la de Nueva York dejaría de tener sentido. Estás allí, como nunca estás aquí. Con todos tus lunares ocultos tras la ropa, tus manos, tus dedos y también están tus callos. Estás allí callado y ausente. Evitándome, como siempre. Pero de pronto, siempre algo sucede entre nosotros, quizá seamos como dos polos que de tanto moverse alrededor acaban por atraerse. Y entonces algo vuelve a ocurrir que volvemos a repelernos. Siendo al mismo tiempo polos iguales y opuestos. Ojalá

Te conozco.

Todos hablan pero no saben lo que dicen. Y tú callas, mientras me miras pensando en que no sabes nada sobre mí. Yo tampoco lo sé. Tampoco me conozco muy bien, si por una vez te soy sincera. Pero a ti sí, a ti sí te conozco. Conozco tu pasión por el mar y las estrellas, por las leyendas y también conozco la libertad al pronunciar tu nombre. Conozco el dulzor de la miel de tus ojos, el verde de todos los bosques que hay dentro de todos tus planetas que forman un universo. Conozco el azul intenso del mar que baila en calma acompasando el vaivén de las olas con los latidos de tu corazón, que atardece cada tarde a las siete desde el día de tu nacimiento. Conozco las dimensiones de tu espalda, cálida y suave como la arena de un desierto y también conozco el pozo de tu ombligo. Conozco los caballos que te galopan en el pecho, como corceles indomables fieles capaces de refutar la teoría del aleteo de una mariposa, provocando una catástrofe en la otra punta del mundo c

Todo lo que antes pudo llegar a ser amor.

Todo lo que antes pudo llegar a ser amor hoy se trata de algo muy lejano, tan lejano y efímero que parece que nunca existió. Hoy se trata de un papel que siempre quiso ser avión y que acabó en el suelo cerca de un contenedor, mojado por la lluvia y quemado por el sol. Tan sólo es las cenizas de un cigarro que nunca se encendió, pero que aún puede  dejar amarillas las cortinas, ennegrecer los pulmones  aunque se trate de la última calada definitiva y ser la grieta o el espacio entre dos rotos. Tan sólo es la corriente dentro de una casa vacía que no sabe por dónde escapar cuando se tapia una de las ventanas. O cuando se cierran las cortinas y se bajan todas las persianas, sin dejar entrar ni un destello de luz. Hoy tan sólo es el silencio, que junto a la oscuridad gobierna un reino que sólo quiere ser vencido,  que tan sólo quiere ser borrado de un mapa que alguien dibujó. Tan sólo es la vida que se escapa porque sin descanso está cansada,

Serendipia.

A veces te encuentras de repente con alguien sin haberle estado buscando, que le pone de nombre a lo vuestro serendipia y lo piensas, y de pronto tiene todo el sentido del mundo. Y a veces, es entonces cuando conectáis de golpe. Como la bailarina y el bailarín profesional que están hechos para bailar juntos y ganar el concurso. Como la madre y el recién nacido cuando se ven por primera vez. Como enchufe e interruptor hechos a medida para dejar pasar entre ellos toda la corriente. Como dos auriculares que son guardados y se enrollan porque están predestinados a hacerlo siempre por mucho cuidado que se tenga al guardarlos. Como dos pies que se buscan de noche en una cama y se enredan. Como dos manos que encajan perfectamente como piezas de puzzle. Como cuando se va la luz y de golpe vuelve y se encienden todas las luces. Como Daisy y la luz verde. Como Tom cuando ve a Summer por primera vez y después ésta le canta en el ascensor la canción de The Smiths que él está esc

Ojalá hubiésemos sido niños juntos.

Ojalá te hubiera conocido de pequeña, y ojalá nos hubiéramos conocido, cuerpo a cuerpo, poco a poco, a medida que íbamos creciendo. Ojalá hubiera podido construirte una casa del árbol en mi caja torácica, porque habría sido mejor que la que desean todos los niños cuando son pequeños, porque este árbol habría crecido entre mis costillas, cubriéndome con el paso del tiempo el corazón con todas sus ramas. Ojalá nos hubiéramos conocido siendo unos niños inocentes. Empezando a devorarnos como si fuéramos el postre o la merienda, como fruta fresca joven, aún inmadura, sin saber que al llegar a adolescentes ya nos habríamos convertido en nuestro plato principal y preferido. Ojalá hubiera paseado con la señal de tus colmillos como si se tratara del mejor tatuaje obtenido en una bolsa de patatas. Como si tus colmillos fueran la bandera, tú el astronauta y yo la luna. Me habrías conquistado hasta las trancas. Ojalá hubieras sido mi verano y mi invierno. Mi mejor año; y poder

Lo que yo nunca tuve.

Lo que yo nunca tuve fue una espalda de desierto con arena de playa tropical. Siempre tuve acantilados con vistas a ningún lugar y volcanes que conducen a tendencias suicidas. Un mapa geográfico condenado a estar marcado de punta a punta por puntos calientes, un mapa que ni Cristóbal Colón se habría atrevido a cruzar aunque la búsqueda de especias se hubiera tratado de vida o muerte. Un desierto que ni los dromedarios ni camellos se atreverían a pisar. Ni los cáctus a crecer. Ni los extraterrestres a aterrizar con sus naves. Ni nada. Ni nadie. Ni mucho menos tú. Supuse que las vistas desde cualquier maravilla del mundo, no podían igualarse ni de lejos a las de su escote, y que no había mar más azul ni más placentero en el que bañarse que no fuera el de sus ojos. Si la tenías cerca, te costaba ser tú mismo y comportarte porque te producía taquicardia su mirada de felina y su manera de enmudecerse los labios antes de hablar. Cuando estabas a su lado, te olvidabas d

De esas guapas.

A veces perdemos el norte por la persona equivocada  y el sur ya no nos conduce de vuelta al camino que nos lleva a nuestras propias pisadas. Y te pierdes. Y nadie te encuentra, porque ni tú mismo sabes dónde estás. Supongo que era ella guapa,  pero no de esas guapas que son guapas y ya está. No, de esas guapas que miras con tal intensidad que se te saltan los plomos y gastas en cuestión de segundos varios carretes de retina. Supongo que es por eso que te habrías ahogado en el mar, entregándole tu vida a Neptuno por ella si éste la hubiera raptado para convertirla en sirena. Supongo que por ello dedicaste tu vida a la fotografía; no te bastó con inmortalizarla con todos tus carretes de retina. Era tan guapa, tan guapa de esas...  De esas que supongo que yo para ti nunca sería.

No te darías ni cuenta.

Podría dedicarte toda una carrera discográfica de principio a fin que siguiese toda mi trayectoria de joven a vieja. Podría dedicarte tantos libros que podría empapelar paredes, e incluso ciudades enteras. Llenar bibliotecas, y aún así, no te darías ni cuenta. Podría escribirte un poema sobre que nunca podré ver tus lunares. Ni podrán mis dedos caminar por tus clavículas, ni por tus costillas, ni por tu esternón. Que no podré tatuarte el alma con mis huellas ni besarte las ojeras. Podría escribirte una canción sobre que no podré hacer que se te marquen los paréntesis de la sonrisa, ni cogerte de los mofletes, ni contarte las pecas ni verte sonreír. Podría susurrarte en sueños cada noche que tiemblo por la imposibilidad que supone tenerte y la facilidad de quererte hasta morir. Podría cantarte que nunca podré esconderme en tu ombligo, ni podrán protegerme tus manos ni podré llamarte mi hogar. Que nunca sabré a qué te saben los labios, ni cuántos b

San Juan.

De él no sé hablar sin mencionar la conexión de poder andar por los cables que nos separan con los ojos cerrados sin caerme. Esa conexión que puede que sólo exista la noche de San Juan frente a las 364 siguientes. Porque hay personas a las que ves una única vez al año y con las que existe esa conexión extraña y especial de la que sólo tú eres consciente, y que sin conocer a esa persona realmente, sabes que cumple los años un día antes que tú, que las sirenas desde algún lugar de este mundo piden auxilio para que les salve y que es un rascacielos humano con pestañas kilométricas que podrían ser perfectamente toboganes. Porque la noche del 24 de junio es la única noche en la que puedo observarle en su balcón siendo más él que nunca durante algo más de cinco minutos. El caso es que mientras todo ardía, yo le miraba a él. Mientras los fuegos artificiales gobernaban con sus destellos el cielo y asustaban a los perros, yo le seguía mirando a él. Y si acabara de venir de la guerra y yo f

Como si fueras a venir.

Con el paso de los años me he dado cuenta de que hay personas que no son horas, ni tampoco días por mucho que queramos. Solía confundirme con los días por bailar sobre las hojas del calendario. Solía llevar la cuenta, seguir la cuenta atrás hasta ti porque eras día, y pensaba que ibas a venir. Pensaba que de alguna manera vendrías a mí. Pensaba que ese día, por ser tú, aparecerías. Hoy es tu día, hoy eres tú, y sé que no vas a venir. Te anclé a una hora tanto de mañana como de madrugada, te anclé a ella e incluso paré mi reloj en ese instante cuando murió para que te quedaras para siempre a mi lado. Pero no eres ninguna hora, ni siquiera fecha. Las horas son horas; las fechas, simples fechas. Tú no tienes nada que ver con ellas. Si has aparecido otras veces, sólo fue casualidad. Y benditas las casualidades, sí... Y qué jodidas también. Me estás inflando el corazón y de un momento a otro siento que va a explotar, y lo va a ensuciar todo de amor. Del que lleva t

No fue suficiente.

Desde aquí, desde mi casa, puedo escuchar los sonidos de las atracciones de la feria, ver el vestido de luces de la noria y la luna entre las nubes de tormenta. Puedo escuchar los gritos de los turistas derrochando adrenalina, puedo oír sus risas y el eco de las nuestras del pasado. Puedo sentirte en mi corazón, bombardeándolo. Declarándome un golpe de Estado, como la tarde que fuimos al faro y nuestros labios dejaron de ser vírgenes para hacerse amantes del diablo. Mira que se nos daba mal bailar por separado, pero juntos habríamos ganado cualquier concurso de baile. Tus manos estaban hechas para estar posadas sobre mi cuerpo, mis pies a la medida para ser ágiles y pequeños. Aquella noche conquistamos el mundo sin levantar los pies del suelo. Entre las sombras éramos uno, y ahora sólo quedan recuerdos. Nos recuerdo valientes, gemelos, eternos. Y no entiendo cómo ha podido separarnos tanto el paso del tiempo. A veces me llueve en la nuca y las gotas me patinan po

Desvaríos varios para nadie.

Me parecen tres otoños demasiado poco para todo lo que te echo de menos cada día. Quinientos días juntos no me parecieron ni un suspiro, quinientas noches sola, al menos una vida. Diecinueve días un beso corto, una mano en el hombro, un te quiero pero no todavía. Se ve que no fue suficiente tenerte todo un verano en mi cama, tampoco soñarte hasta tener pesadillas. Podría haberte bailado encima, con los pies descalzos sobre tu pecho y aún así habría seguido haciendo frío polar por tu corazón congelado. Los domingos me suelo jurar que cambiaré de ruinas y dejaré de hablarte, pero cada lunes recaigo y la caída me dura hasta el sábado por la noche cuando me baño en alcohol como si se tratara de una piscina. Al fin y al cabo no eras para tanto, ya lo sé... Lo sé. Pero hiciste temblar todos mis cimientos y te volviste okupa de mi corazón sin pagarme el alquiler ni tan siquiera los daños. No eres para tanto, pero sí pluscuamperfecto. Tu boca es la cueva que bu

Aprendiendo.

Parece que me va a llover encima y él no me va a decir te quiero. Le he visto bailar entre mis dedos sin saber, con torpeza, mientras el mundo le ponía la zancadilla y caía en mis manos. Ojalá esté siempre cayendo siempre y cuando yo, pueda evitar que se haga daño. Aprendí que caemos para aprender a levantarnos. Y por eso, vamos a pasarnos la vida aprendiendo a cómo caer el uno en el otro sin hacerse daño. Aprendiendo a cómo besarnos sin rozar nuestros labios, a tocarnos las manos mientras estamos lejos. Aprendiendo a contarle sin abrir los labios, sin decirle nada... Sólo con la mirada desde la distancia, desde la música que proviene de su boca y de sus manos... Aquella que me roza y me calma, aquella que sueña con que mi corazón sea diana, para clavarme en el centro todos sus dardos. Aprendiendo a no querer contarle que no hay sueño en el que no aparezca, ni día en el que no le recuerde, ni vida en la que no le quiera.