Si nos estuviéramos viendo.

Tienes las pestañas muy largas,
tan largas que cuando pestañeas
durante una milésima de segundo te puedo ver dormir.

Tienes las pestañas tan largas que los deseos que pidas,
deben ser por obligación grandes y fuertes.
Como el ojalás que nos llenan el pecho.

Tienes unas pestañas tan bonitas que si fueran toboganes de gran altura,
yo que siempre he odiado los de los parques de atracciones,
por los tuyos me tiraría para acabar nadando en tu boca.

Tienes unos ojos tan expresivos y tiernos
que sin ser azules, puedo ver el mar y un velero blanco a lo lejos sobre el horizonte.
Y si el mar está agitado y gris, tus ojos se convierten en dos peceras
con los peces de agua dulce más bonitos de este mundo.

Y tienes un lunar ahí, muy cerca.
Entre tu ojo izquierdo y tus labios.
Un lunar siempre ahí sobre el que podría encallar mi vida,
anclar mi ancla y vivir siempre a la deriva sobre tu piel,
y esconderme en tu barba.

Si nos estuviéramos viendo,
yo estaría en tu retina y tú estarías en la mía.
El instante sería perfecto.

Yo no escribiría sobre otros y tú sabrías que nadie te quiere con palabras como yo,
dedicaría todo mi tiempo a observarte con tal detenimiento que te haría inmortal
con palabras entre versos y besos.

Yo no necesitaría mirar a nadie más.
Serías el paisaje de cuento con el que todo escritor sueña
cuando pronuncia "Érase una vez...".

No necesitaría nada más.
Nada, nada más,
si nos estuviéramos viendo.




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