Entradas

Mostrando entradas de septiembre, 2015

¿Cómo narices te digo No?

Porque para que nada nos separase, nada nos tendría que haber unido y te convertí en extensión de mi cuerpo, de mis labios, mis manos y mi corazón. Llegué tarde a los contratiempos, firmé con los labios y envolví mis sentimientos, sin leer la letra pequeña que decía que no estarías aquí. Porque dicen que uno no puede deshacerse de aquello que ya está consigo, y por eso me digo que no pero a ti te digo que sí con una sonrisa en los labios, estrellas en los ojos y el corazón dando tumbos montando una revolución. Porque prefiero tu seriedad a la sonrisa de cualquier (des)/conocido, tus idas y venidas aunque provengan de cualquier dirección. Porque te prefiero a ti sin estar que a cualquiera a centímetros, aun sabiendo que es probable que te encuentres a años luz. Porque te prefiero a ti a ratos siempre. A ratos toda la vida. A ratos aunque sea nunca o tan sólo a veces, aunque sea lejos. Y eso me parece terrible. Que no estés cerca, que no te importe, que no te

Porque sabrías que me gustaría.

Si supieras todo lo que te escribo a escondidas, sabes que me gustarías aún más. Porque sabrías que me gustaría hacer contigo lo que el sol hace por la luna, lo que la tormenta por la calma y lo que la luz por la oscuridad. Lo que el caparazón por la tortuga, lo que el agua por la vida, lo que el cielo por las estrellas y lo que nadie hizo nunca por ti. Porque sabrías que me gustaría que tus ojos no se desviasen de mis ojos aun sabiendo lo grande, preciosa y brillante que estaría la luna. Porque sabrías que me gustaría que nuestras miradas organizasen encuentros y fueras todo lo que no me gusta para así gustarme más. Porque sabrías que me gustarías más, si supieras todo lo que te escribo a escondidas, pero no quieres saberlo y ahí es cuando me muerdo la lengua y escribo.

Imagina.

Imagina que me descubres durmiendo en tu espalda como si fuera el colchón más cómodo del mundo. Bailando sobre tus pies como si se tratara de la mejor pista de baile y escribiéndote en la piel con mi lengua todo lo que no te sé decir con la voz. Imagina que el día que nos vimos, hubiésemos corrido hasta juntar nuestros cuerpos como si fueran uno. A chocar nuestros corazones como si fueran dos acantilados cercanos contra los que rompe el mar. Imagina que nos hubiésemos cogido de las manos y el tiempo se hubiese parado. Que la distancia se hubiese reducido a 0 y mis ojos hubieran sido tuyos. Imagina que acampo en tu cuerpo y me quedo a vivir, me alimento de tu boca, tu aire y tu querer. Que me escondo entre tus brazos, me abrigo con tu calor y me sonrojo con el rojo de tu corazón. Imagina que te espero, porque a pesar de ti aún lo hago todavía. Imagina lo que hubiese pasado y pasaría. Imagínalo como yo lo hago cada día, aun sabiendo que debería decirte adiós.

La historia que nunca termina.

Te he querido y te he odiado, pero aún te quiero, todavía. No me quedan fuerzas para seguir tirando; eres una tormenta que nunca se calma, un rayo que no cesa, un invierno que no termina. Eres la piedra que no salta, sino que hunde. Que se hunde dentro de mi alma, conmigo en mi vida. Y mientras me hundo, grito en el interior de un bosque lleno de maleza que me araña el corazón que ojalá estuvieras aquí. Que ojalá, pero. Pero nunca. Y eso siempre es la historia que nunca termina.

Te contó que te olvidó en 500 noches.

Te contó que te olvidó en 500 noches pero yo sé que no. Que aún te sueña dormida y al despertar se encuentra llorando vacía en cualquier rincón de su habitación que aún conserva tu olor, Que aún te piensa antes de estar dormida, cuando el silencio grita tu nombre en la oscuridad. Y que empieza a sentirse muy sola cuando no está contigo y se da cuenta de que no estás. En 19 días no consiguió olvidarte porque le habrían hecho falta mil vidas y aún no serían suficientes, porque poblaste su mundo de caricias, palabras, besos, costumbres y manías que no ha conseguido olvidar. Porque te contó que te olvidó en 500 noches pero mintió, porque si hubiese sido así, no te quiso tanto como dijo. Y yo sí sé que te quiso. Porque era yo.

Me has poblado.

Lo has poblado todo, hasta mi cuerpo. Has poblado mi alma y todos mis recovecos en contra de mi voluntad. Has poblado mis manos convirtiéndolas en un mapa donde aparecen dibujados todos los caminos de tus huellas dactilares. Has poblado mis ojos y tan sólo puedo verte en lugares en los que nunca te he visto y en desconocidos cuando los tengo de frente. Tengo todas tus palabras atadas alrededor de mi columna vertebral, el reflejo de tus ojos en mis pupilas, tu voz en mis oídos como eco preso con forma de espiral. Tengo tus manos incrustadas en mi cabeza y no las consigo borrar ni con otros tactos, ni otras sonrisas ni otras miradas ni con nada. Nada, nada, nada. Estoy llena por ti pero tú no estás. Lo has poblado todo y todo está lleno de ti. Me muevo por el día dando pequeños saltos que me acercan un poco más a ti, pero tú siempre estás lejos. Y mi cuerpo, que gracias a ti llegó a ser campo, un día de estos se va a comenzar a pudrir. Me has poblado con sólo

Te imagino aquí.

Te imagino en todos los momentos de mi vida aunque no formes parte de ellos, aunque estés lejos o aunque no existas. Te imagino dando vueltas a mi lado todo el tiempo, en círculos concéntricos alargando todas las estaciones de mi vida. Tumbados en la cama recorriendo con un dedo nuestros cuerpos, contando los lunares que aún no han sido descubiertos. Algunas noches haríamos de nuestra casa una trinchera. Veríamos películas, cantaríamos canciones entre besos, tú te quedarías dormido tocando la guitarra y aunque mis curvas no fueran tus preferidas, nos haríamos el amor con la mirada. Otras noches iríamos a conciertos en los que el rock fluiría por nuestras venas y no podría apartar la vista de tus manos, imaginando que eres tú el que está subido al escenario. Después iríamos a ver el mar agitado, las luces verdes lejanas de los barcos solitarios en la inmensidad del mar revuelto y el viento despeinaría mi pelo como tú despeinas mi corazón sin preparar siempre q

No entiendes.

No entiendes que tus pestañas me vuelven adicta a las alturas, a querer realizar en tu cuerpo locuras como por ejemplo alpinismo. Ni que tus ojos son un palco desde el que quiero ver tu mundo, aunque sea un abismo. Ni que tu boca, aún sabiendo que es precipicio, hace que quiera tirarme con una sonrisa, los ojos cerrados conociéndome el camino. Ni que tu piel es el mapa para mí desconocido, que hace que me sienta un pirata buscando el tesoro escondido. Ni que tu cuerpo es locura como la de quien no se da por perdido, ni que tus manos son dos cohetes que quiero que alcancen mi luna, para bailar por mi cintura y romperme los vestidos. Ni que tus palabras provocan en mí finales escritos pero que no sé ni cómo empezar ni cómo llenar esos huecos vacíos. Ni que tus dientes me muerden cada vez que te muerdes a ti mismo, ni que tus labios son un poema que aún no se ha escrito. Ni que tus nunca son siempre, o sólo a veces, como ahora. Ni que tu ciudad para mí destac

No sabe nada.

Sabe cómo romperme y coserme, besarme en las heridas mientras duelen, desprenderse de mí y volver a mis brazos una y mil veces. Sabe cómo convertir la soledad en estrellas, la música en cosquillas, taquicardias y sonrisas. Sabe hacerme feliz a kilómetros, dónde rozarme con palabras; sabe, aunque desconozco cómo, en qué momento aparecer y ocupar el vacío donde dejó huella. Sabe cómo alargar los días y los veranos, hacer de la oscuridad luz; crearme mil dudas y conquistarme, siempre, por completo hasta la locura el corazón. Sabe cómo enfadarme y envolverme; cómo hacerme feliz y devolverme a la niñez. Sabe cómo quererme pero no se acuerda y aunque se lo intento recordar, también me olvido. Sabe cómo hacerme creer que la imposibilidad es tan sólo un paso más, que no es tan imposible. Que la distancia no significa olvido y que las despedidas no siempre lo son. Sabe cómo hacerme añicos y cómo volverme ciclón. Agitarme y convertirme en mar; cómo