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Mostrando entradas de diciembre, 2016

A usted.

Que hoy se cierren sus párpados cuando el mundo se levante, que su cuerpo me responda cuando quiera. Y a usted, que se acuerde de que existo, en alguna parte, algún principio, algún paréntesis de esta historia.

Nunca sabrás encontrarme.

Hubo un día que pasé junto a una pareja que estaba dándose muestras de amor bajo un árbol y pensé que el amor era silencioso. Muy íntimo, muy sentido pero intensamente con las yemas de los dedos y los ojos encendidos. Me alegré por que se hubiesen encontrado, porque se trata de una casualidad cósmica que tan sólo sucede algunas veces. Me alegré por ellos. Tú nunca sabrás encontrarme.

Seguramente.

Seguramente no soportarías a alguien que llorase tanto como yo. A alguien que quisiera desconectarse el corazón y la cabeza, para que el cuerpo se le moviera sólo por inercia como yo. A alguien que se refugiase en la belleza y la viese colarse entre las grietas y esconderse, como yo. Seguramente no serías capaz de entenderme y yo tan sólo tengo la manía de que me gustaría poder contártelo todo.

Puedes decirle a esta tormenta.

Puedes decirle a esta tormenta que se calme, que tú tienes el nombre de todos los relámpagos. Puedes decirle a la lluvia que afloje esa furia, que deje de repiquetear salvajemente sobre los cristales de esta habitación vacía. Que ya la escucho, refunfuñir con fuerza, pero no por ello dejas de ocupar mi mente como una embarcación lenta que cruza un océano. Puedes decirle al cielo que no estalle como si fuese a romperse el mundo, que no se astille, que por más ruido que produzca e intente impedir que no pueda oír mis propios pensamientos no lo consigue. Puedes decirles que paren, porque por más que lo intenten tu nombre va a seguir sonando más fuerte en mi cabeza. Porque cuando estalla tu nombre en el cielo cuento uno, dos, tres, cuatro, para ver si vienes y me ruges en la oreja, y rompes las ventanas y me calas hasta el tuétano.

Aún es pronto, todavía.

Puede que a veces esté triste por causas desconocidas, aunque no es que sean desconocidas, sólo es que no las quiero conocer. Y puede que a veces, como ahora, tenga una hoja en blanco sobre la que empezar a crear, sobre la que empezar a escribir sobre ti. Y en el fondo, tanto quiero decir, que tan sólo quiero lanzarme al vacío de la hoja para bailar sobre tus ojos. Porque quizá hoy esté un poco triste y la noche esté poco estrellada y ya Neruda haya dejado de escribir sobre el amor que se nos rompe cuando perdemos a quien nos cura. Y he caminado sola hacia casa, no había nadie en los portales, eran las doce y el frío  yacía en mis mejillas. Y mi estabilidad mientras tanto se mantenía perdida, mi mirada permanentemente ausente; las calles mojadas y las luces en los cristales reflejándose en mis retinas. Y entonces en la soledad de la calle y en el vacío de la noche me he dado cuenta de que nadie ve y nadie sient

Quiero, pero no de esta manera.

No es que no quiera noches de pasión contigo ni abrazarme a tu cuerpo desnudo. Porque quiero, pero no de esta manera. Porque antes quiero junto a ti mañanas soleadas, en las que el cielo azul brinde sobre nuestras cabezas. El sol, entonces, te deje las mejillas tostadas y yo necesite morderte para hacer que te rías. Porque antes también quiero ver tardes reflejadas en tu espalda, con el sol cayendo entre las montañas como una vela que se apaga sin el soplo de unos labios. Así que no pienses que no quiero noches de pasión contigo, porque claro que las quiero, pero no de esta manera. Quiero tenerte latiendo en mi pecho con tu oído encima y yo hacer lo mismo tantas veces como quiera. Y también quiero hacerte reír en todos los idiomas, de todas las maneras de este mundo, y verte en todos los colores que se pueda. Y sentirte con la brisa de los suspiros de cuando el viento sopla y mece las hojas; y sentirte con la lluvia cuando las nubes se derrumban

Te prefiero así en la distancia.

He pensado que no quiero ni clavos ni tornillos, ni sustitutos que me hagan olvidarte. Que te prefiero así, en la distancia, sin saber lo que es dormir con tus "buenas noches". Porque sé lo que es despertarme tras haber soñado contigo, y el hambre insaciable de escribirte. Y prefiero el deseo de recorrer una ciudad entera para tan sólo cruzar miradas, antes que la remota idea de ni siquiera querer verte. Y eso que es probable que tengas a alguien anclado entre los ojos, que te escribe al llegar a casa y entonces tú sonríes y ya te quedas tranquilo. Y a pesar de todo, de que ni siquiera te bombee el corazón de golpe cuando tus ojos me encuentran por sorpresa, y que no vayas cada semana al mismo sitio sólo por si voy... A pesar de que tú no sientas, yo te prefiero así, en la distancia. Porque cuando te veo te escribo durante días enteros de fiesta, y la vida pasa tranquila e insípida hasta que vuelvo a verte.

Un segundo.

Puede sonar ridículo, y lo sé, pero tan sólo me apetece correr por las avenidas, llenarme las rodillas de rasguños y de sangre; dejarme la voz en las esquinas de escasa luz y callejones, sólo para encontrar tus brazos, correr a tus brazos, agarrarme a tus brazos, y quedarme allí junto a tu cuerpo, yacer junto a tu cuerpo latiendo los dos juntos aunque tan sólo dure un segundo. Con eso me vale.

Así los días pasan cuando no estás.

Al mediodía el sol brillaba y calentaba como unos ojos que echan chispas. Se balanceaba entre los asientos y bailaba con las sombras en el pasillo del autobús. Cayó con la tarde hacia las montañas, camuflándose tras ellas en sus trincheras hasta desaparecer en el abrazo. Entonces llegó la luna y se encendieron todas las luces de la feria y la ciudad. Ahora la noria, multicolor, gira sin descanso como lo hacen las agujas del reloj de mi muñeca. Y llegará el momento en que las luces serán apagadas y te cubrirás de sueño los párpados. Y verás, así pasan los días cuando no estás alrededor de mis ojos.

Cuando te acercabas, yo.

Cuando acercaste tu oído a mi boca para escucharme mejor por el ruido, tú estarías concentrado en mis palabras sin embargo yo pensaba en lo cerca que estaba de tu oído, de tu cara, de tu boca. Cuando me mirabas a los ojos y el sol se reflejaba en ellos, tú te fijarías en los míos en algún momento, yo en cambio me preguntaba si eras tú quien producía todo el brillo. Y estoy segura de que era cierto. Cuando me hablabas tan de cerca que podíamos rozarnos, tú no te darías cuenta, pero yo estaba tan nerviosa que me sentía ridícula, y te hice reír unas cuantas veces. Tiré de tu risa como quien desnuda a un cuerpo en la noche. Y me quedo con eso: Tu risa. El mayor trofeo jamás ganado. Hacer que se curvara tu boca ni siquiera entra dentro del libro de los récords porque a nadie antes se le había ocurrido lo bonito que resulta hacerlo. Cuando acercabas tu cuerpo al mío tú tan sólo estarías concentrado en poner tu mano en mi cintura, pero yo visualizaba todo el r

Agradezco que llegaras.

Cuando llegas todo el oleaje se concentra en mi abdomen y suben los caballos galopando hasta mi pecho y es tu sonrisa la arena. Es también tu mirada, son tus ojos, porque te miro y se me vuelcan las ganas de querer llevarte a todos los rincones de este mundo para que la felicidad se te refleje en la cara. Son también tus jerseys en invierno, que podrían servirme de trinchera pero con tu cuerpo dentro porque no te quiero fuera ni siquiera de mis entrañas. Tu sonrisa me deshizo los nudos, tu mirada me desató la piel, y tu mano en mi cintura dejó huella dando cuerda dentro de mi ser. Desde entonces no ha dejado de llover aún menos cuando llegas. Pero yo deseo que se marchen las nubes, que tu sonrisa no me empañe las gafas y que no te sueñe todas las noches. Y que tampoco pido tanto. Que si se te apipa un ojo sea mi culpa, y si no, no quiero querer ni quiero quererte tampoco. Porque me pillaste sin preparar, como siempre, y te colaste por todos mis lados.

Recuerdo hace un año.

Recuerdo que hace un año, aunque quizá tú ya no te acuerdes, no hicieron falta palabras, ni siquiera conocerte. Compartimos unas pocas y la más cercana a ti fue tu nombre. Eso me bastó para encontrarte sin saber lo que me esperaba. Y es que no han dejado de llover palabras desde entonces, aunque tú no lo sepas; aunque no te deje entrar a este baile para que se nos junten las manos. Recuerdo que el Big Bang se concentró en mi pecho y las piernas me temblaban como si estuviese sufriendo mi propio terremoto. Después mi mano bailó sobra la pista de baile de la palma de la tuya; y aquel abrazo intenso me cortó tanto la voz que tan sólo podía hablarte en susurros y mirarte la cara. Porque fue como si me abrieses la puerta de tu cuerpo, y me dejaras desfilar latido a latido por el pasillo hasta llegar a tu corazón. Y sentí que los relojes se paraban y la arena dejaba de caer, pero un segundo después el tiempo siguió avanzando. Un año después recuerdo aquella no

(Aunque tú nunca llegues a leer nada)

Aunque tú nunca llegues a leer nada tengo una solución a todo esto. Porque son las luces cambiantes de tus ojos cuando me miran, y el chinchín de tus mejillas cuando se estiran y me sonríes. Y son tus manos también, dos faros que se alejan de mí cuando intento llegar a puerto. Y el fallo es mío por mirarte y no cerrar los ojos, pero, ¿le habría dolido menos a Salvatore no mirar el Paradiso cuando estaba en llamas? Yo tan sólo le encuentro una solución a todo esto. Córtame estas manos y calcíname este corazón que salta, ríe, baila y sueña cada vez que no te ve lejos. Y si mi corazón es una hoguera, échale más gasolina para que prenda un fuego que me calcine las vértebras, y hasta el tuétano de los huesos. Porque aunque tú nunca llegues a leer nada sería la mejor solución a todo esto.

Los viernes y domingos.

Creo que todos los poemas suenan mejor si son escritos para que tú nunca los leas, aunque lleven tu nombre. Y me parece terrible porque tú imagina: no te hablo, no te escribo, pero pienso en ti todos los días. Y si el sueño de la otra noche fuese real iría a verte a la iglesia todos los viernes y domingos. Incluso compraría entrada para disfrutarte desde el balcón de mis ojos embobada. Porque eres como un suspiro  que se me ha pegado a los pulmones formando ya parte de mí. Y yo no quiero que te vayas aunque no estés conmigo.