Puedes decirle a esta tormenta que se calme, que tú tienes el nombre de todos los relámpagos. Puedes decirle a la lluvia que afloje esa furia, que deje de repiquetear salvajemente sobre los cristales de esta habitación vacía. Que ya la escucho, refunfuñir con fuerza, pero no por ello dejas de ocupar mi mente como una embarcación lenta que cruza un océano. Puedes decirle al cielo que no estalle como si fuese a romperse el mundo, que no se astille, que por más ruido que produzca e intente impedir que no pueda oír mis propios pensamientos no lo consigue. Puedes decirles que paren, porque por más que lo intenten tu nombre va a seguir sonando más fuerte en mi cabeza. Porque cuando estalla tu nombre en el cielo cuento uno, dos, tres, cuatro, para ver si vienes y me ruges en la oreja, y rompes las ventanas y me calas hasta el tuétano.