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Mostrando entradas de mayo, 2014

Paralelo D.

Recuerdo que aquella noche estaba sonando en la radio la canción más bonita del mundo, nuestra canción. Aunque él no sabría que era nuestra hasta meses más tarde. Él me acercaba a casa como cada sábado en su viejo Renault. Perdonad que no os lo haya presentado, Él se llama D. Le conocí una noche en un concierto de Los Zigarros, era martes 13. Fue una noche de puro rock and roll. Se me cayó la púa que habían lanzado hacia mi lado y D la encontró y me la regaló. También me regaló una amplia sonrisa. La primera sonrisa que yo vi y de la cual me enamoré. Fue un rayo de luz rompiendo fuerte las paredes de mi gran agujero negro interno.Ocurrió un martes 13. D venció a mi mala suerte. D decía de su viejo Renault que era viejo y que iba a trabajar todo el verano para ahorrar y comprarse un Seat moderno. Pero a mí me parecía un coche bonito. Tal vez porque a mí me guste lo anticuado, tal vez porque el coche fuese de color azul. Aquella noche me llevó a pasear por la playa, a lo lejos se veía

26-05-1957

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"Yo quería levantarla pero no podía.  Tenía a la muerte encima. Ya se iba... Ya se iba... Ya se fue." 14 febrero 2014 Dos, siempre fuisteis dos. Fuisteis dos. Ahora sólo es el abuelo. Seis, seis y cincuenta y un años más son los años que estuvisteis juntos. Los años que os tuvisteis. 18 los que yo os tengo. Cero, cero todo lo que os debéis. Mil todo lo que te debo. Cinco, cinco son los dedos que él tiene en una mano que encajaban perfectamente con los cinco tuyos. Uno, uno somos todos. Todos nos sentimos uno. Nueve, Nueve es todo lo que llueve. Dentro de todos, desde que te has ido. Cinco, cinco son tus dedos que encajaban con los míos (abuelo). Siete, siete días son los que llevamos cada semana sin verte. Abuela, te quiero hoy, te quise ayer, te querré mañana. Mañana y siempre.

Con las estrellas en las mejillas.

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De mi corazón a su boca se encontraba el puente más largo del mundo. Y ojalá hubiese podido teletransportarme para aparecer en ella en cuestión de segundos. Yo quería poner el universo en sus ojos y ver a través de ellos la hermosura del firmamento. Quería construir constelaciones uniendo mis lunares y acabó convirtiéndome en escombros que más tarde murallas pasaron a llamarse. Me guardó una luna en la sonrisa y en el corazón un agujero negro azabache. Y cómo quería que no temblasen mis ojos si se me saldrían de las órbitas cada vez que él se marchase. Pretendíamos traerle de vuelta, yo y mis manos, a mi lado. Como ser inmortal, no le importaba que el Universo estallase, si las estrellas ya no estaban en él. Las estrellas brillaban desde un nuevo lugar. Mis mejillas. Me dejó con las estrellas en las mejillas, y sin un beso en los labios. Por las noches aún sigo brillando, pero me falta su beso. Aún duermo desnuda, por si me toca sonreír y mostrarle t

La Inmortal

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No creo que hayáis visto a la inmortal por Madrid alguna vez, porque Madrid es tan grande y ella tan pequeña que cuando se mueve por su calles, se pierde y nadie la encuentra. Tal vez porque se esconde detrás de su flequillo cuando no puede escaparse e ir a su lago favorito de Madrid Río. Desde que ella nació, Madrid tiene flequillo. Y en los días grises, hace llenar de paraguas de colores el Retiro. La inmortal vive rodeada de edificios de distintos colores en los que cada balcón tiene una historia distinta. Pero no penséis que la inmortal es bonita por vivir en una de las ciudades con más encanto. Madrid brilla gracias a su luz de rayo, que es cada noche un faro intermitente alumbrando. El mar. El mar explica parte de su magia. Vive en una ciudad sin mar y en cambio, su nombre está lleno de éste. Le gusta la astronomía, dice que es absorbente. Y también ve bonito todo cuando está desorganizado. Como su cama cuando se pone a saltar encima de ella escuchan

En el centro.

Si existiese un punto extremo, tú en un lado y yo en el otro, aceptar el amor o el olvido sería más sencillo. Pero en cambio, a ti te gustan los puntos intermedios, como mi ombligo. Ni frío ni calor, prefieres templado. Ni lluvia ni sol, votas nublado. Ni conmigo ni sin mí, te encantan los vaivenes del centro, las risas, los enfados, los descuidos que acaban en beso. Te gusta vivir en el centro. Irónico que sea Madrid en su punto 0,0. Así que nunca te quedas conmigo pero tampoco te marchas del todo, tú siempre estás en el centro haciéndome algún destrozo.

Estrellas.

Las estrellas siempre curaban los errores que cometíamos. Y ahora debido a la contaminación lumínica, cada noche hay menos estrellas. Al menos, cada noche vemos menos. Y cuantas menos estrellas, más errores. Menos nos curan por dentro. ¿Qué haremos cuando no nos queden estrellas? ¿Qué haremos cuando no nos curemos? ¿Cómo pudimos caber en este pequeño Universo? ¿Cómo pudimos salir ilesos y no rompernos en el intento?

Esperas sin reloj.

No me digas que te espere porque no llevo reloj, preferí matar al tiempo para no decirnos nunca adiós. No me digas que te espere porque no controlo el tiempo, y un minuto sin ti puede parecerme un año entero.
Ahora que apartas la mirada, que ya no ves sus medias en el suelo, que ya no te llena el cuello de pintalabios rojo y a ti parece que te importa un poco más el resto. Ahora que ya no ves tus manos en sus párpados ni en su cara, y mucho menos en su corazón abierto. Ahora que ya no lo tocas, ahora que ya no recuerdas cómo hacerlo. Ahora lo sabes, ahora estás en lo cierto, sabes que el hasta nunca empezó cuando os dijisteis te quiero.

Agua.

Quisimos volar a la vez que teníamos miedo a las nubes. Fuimos ellas mismas con la mente y nos llovimos. Nos calamos el alma, nos llenamos de océanos. Nos llovimos tanto que ahora nuestro cuerpo es agua. Agua de la que vivimos.

Aunque sea un rato.

Las caricias y tus manos en el mismo lado. Los recuerdos de tus labios y tu risa en el mismo trago. Las cosquillas en la tripa en los mismos labios. Las mañanas de domingo en los mismos brazos. Vete o quédate para siempre, aunque sea un rato. Sólo aunque sea un rato, a mi lado. Ata los mismos lazos, desátalos despacio, vete o quédate para siempre. Quédate en mi mismo lago. Quédate en mis labios. Quédate en distintos lados de mi cuerpo aunque sea un rato.

Inmortales (...)

Seamos Romeo y Julieta pero esta vez inmortales. Seamos lo que tú quieras, todo lo que tú quieras. Seamos amantes. Besémonos en braille, seamos aire. Vayamos hacia donde quieras, hacia donde nos lleven los mares. Seamos seres inmortales.

No pasó nada.

Atravesamos aeropuertos y océanos de miradas para acabar destruyéndonos con pocas palabras, algún abrazo mal dado y un beso que se convirtió en lágrimas. La lluvia ya no nos mojaba como dos, sólo a ti o sólo a mí y eso era lo que pasaba. Nos convertimos en súper héroes de ciudades que no necesitaban ser salvadas. Por las noches sólo buscaban meterse en camas de desconocidos, sacar sus garras y olvidarse de que un día fueron un dos infinito. Un plural que ahora se derrumbaba. Y seguimos atravesando aeropuertos como si no pasara nada, secándonos las lágrimas de la cara. Cosiéndonos el corazón al alma. Aeropuertos... Aeropuertos por no decir océanos de lava. En nuestros brazos ardíamos en llamas reducidos a ceniza... como si de polvo de estrellas se tratara. Nuestros besos quemaban, ardían, dolían. Nuestro dos dolía. Nos derrumbamos y ya nunca pasó nada. No pasó nada.

Para siempre es a veces nuestro.

Para siempre es mucho tiempo aunque a veces, sólo dura un rato, un segundo, un hasta luego. A veces sólo dura todo el tiempo de besos que no tuvimos, que no nos dimos porque no quisimos querernos. A veces para siempre es mirarte a los ojos y apartar la mirada porque me ardes por dentro. A veces para siempre eres tú, intentando coincidir conmigo en el espacio-tiempo. A veces para siempre somos nosotros, a veces para siempre es nuestro.

Mi faro.

La vi convertirse en un rayo de luz cuando me mostró su mejor sonrisa, y entonces descubrí que se había transformado en un faro por mí. Para guiarme el camino, para encontrarse conmigo. Y entonces comprendí que no debía temerle al mar si ella iba a estar siempre alumbrando. Si ella iba a estar siempre  esperando para que volviera pronto a sus brazos.

Leer es tan mágico.

La encontré leyendo su libro favorito en un campo de margaritas. Sé que era su favorito por cómo lo leía, por cómo la envolvía. Parecía que en ese lugar sólo estaban ella y su libro. Ambos en paz. Al acercarme para verla mejor a ella y al título del libro, sin apartar la vista de éste para ver cómo era yo o al menos, quién, dijo con voz serena y mágica: "Hay libros que deben ser leídos como mínimo dos veces y una vez los lees dos veces, se te meten en las entrañas... Buscan su lugar perfecto entre tus vértebras... Y se acomodan tanto que... si no los vuelves a leer... duele. Y el dolor acaba perforando el corazón. Entonces sabes que necesitas leerlo otra vez para sentirte completo, para que no duela. -hizo una pausa breve y dijo por último- Leer es tan mágico..." Y no dijo nada más. Ni siquiera me miró para ver mi reacción. Siguió leyendo en aquel campo de margaritas donde parecía haber encontrado la paz. Juro que aquellas palabras también buscar

En Saturno.

En Saturno no hay nada más que hacer que verte bailar sobre el anillo. Pero ojalá lo hubiese hecho todo en la Tierra contigo.

La chica de fuego. (...)

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Tal vez la hayas visto alguna vez fumando en el balcón de su ático y ya jamás hayas podido dejar de mirar hacia arriba al pasar por allí por si acaso ella volviese a estar. O tal vez, la hayas oído silbar a pleno pulmón "La vie en rose" saliendo del portal de su edificio con su vestido de flores y sus labios color rojo pasión. No es muy difícil enco ntrarla en algún bar con su copa de Martini en la mano y su sonrisa iluminada gracias a los fluorescentes del local. Tampoco bailando por las calles de la ciudad de madrugada completamente borracha, con el rímel corrido y las medias rotas. Los tacones en mano y descalza. Dicen que dijo una vez que prefiere morir de magia antes que morir de amor. Se pinta los labios muy rojos para que vayan a juego con su corazón. La llaman la chica de fuego, pocos han podido verla amanecer. Pero quién ha tenido la suerte, dice que cuando el sol empieza a salir su pelo color fuego aviva su llama y es como si hici

Amor eterno.

Un día mi abuelo se bebió una botella de coñac y decidió tocar a la puerta de casa de mi abuela. Él no la conocía, sólo la había visto varias veces cuando pasaba con su bicicleta por la calle en la que vivía ésta. Y en muchas ocasiones, cuando pasaba con su bicicleta, miraba por la ventana y la veía a ella arreglando la lámpara y podía notar cómo ella se ponía nerviosa cada vez que él pasaba porque se le notaba físicamente. Él y ella sólo se conocían de vista. Pero él veía en ella una morena muy guapa, la más guapa de las tres hermanas y quería conquistarla. Por eso un día, se bebió la botella de coñac para quitarse la timidez que le caracteriza y tocó a la puerta para conquistarla. Al abrir la puerta, vio que no se trataba de ella y pidió que la llamaran. Al ponerse ella, él le dijo: -He venido a por ti. He venido a arreglarme contigo. Y si me dices que no, cojo la puerta y no vuelvo a pasar más por aquí. A lo que ella contestó: -No, no te vayas, qu
Suena la campana y a lo lejos se escucha un "pasajeros al tren". Seguidamente suceden segundos cargados de abrazos, besos, "te quiero"s, maletas y pañuelos. Se cierran las compuertas de los vagones del tren, éste se prepara y se marcha. Y desde a lo lejos ella lo contempla marcharse con lágrimas en los ojos e hiperventilando. Ella, como siempre, una vez más llega tarde. Una vez más ha perdido otro tren. Hay personas que son trenes, que van y vienen a lo largo de nuestra vida y se toman, o se pierden. Ella siempre los perdía. A veces, las estaciones se cierran, se derrumban y las vías se modifican. Y de esta forma ya no llegan ni se marchan ni trenes cercanías ni de media o larga distancia. A veces, las estaciones del norte están tan heladas que nadie se atreve a bajar en ellas por miedo a quedarse para siempre. Hay personas que no están preparadas para soportar el frío de las viejas estaciones de ferrocarril abandonadas en los mese

(Historias de faros cósmicos)

Hay historias de personas en la más absoluta oscuridad en las que aparece la luz de un faro para guiar el camino de vuelta a casa. Estos faros indican el camino hacia una casa acogedora, cálida como un abrazo, vacía de silencios incómodos y repleta de amor desde el garaje hasta el desván. Pero en esta historia no hay faros. En esta historia no hay luz. Sólo hay oscuridad, y una inquilina llamada Soledad. Y Soledad hace de casa, de casa fría en la que crujen los tablones de madera por las noches, en la que hay telarañas, cuadros cubiertos por sábanas blancas y mucho polvo del que hace estornudar.