Suena la campana y a lo lejos
se escucha un "pasajeros al tren".
Seguidamente suceden segundos
cargados de abrazos, besos,
"te quiero"s, maletas
y pañuelos.

Se cierran las compuertas de los vagones
del tren, éste se prepara y se marcha.

Y desde a lo lejos ella lo contempla marcharse
con lágrimas en los ojos e hiperventilando.

Ella, como siempre, una vez más llega tarde.
Una vez más ha perdido otro tren.



Hay personas que son trenes, que van y vienen
a lo largo de nuestra vida y se toman,
o se pierden.
Ella siempre los perdía.

A veces, las estaciones se cierran, se derrumban
y las vías se modifican.
Y de esta forma ya no llegan ni se marchan
ni trenes cercanías ni de media o
larga distancia.

A veces, las estaciones del norte están tan heladas
que nadie se atreve a bajar en ellas por miedo
a quedarse para siempre.

Hay personas que no están preparadas para
soportar el frío de las viejas estaciones de ferrocarril
abandonadas en los meses de invierno o de corazones
convertidos en hielo.

Ella era gélida y por eso siempre perdía trenes,
no porque ella quisiera ni fuese una tardona,
sino porque éstos siempre le indicaban la hora
de salida equivocada para que siempre
llegase tarde y los viese marchar a lo lejos.

Pero ella eso no lo sabía,
y entonces siempre se torturaba.


Comentarios

Entradas populares de este blog

En el centro.

Por escuchar tu voz.

Las batallitas.