Era una calurosa tarde de verano en Torrevieja. Carlos, uno de los protagonistas de esta historia de dos, paseaba en bicicleta por la calle Joaquín Chapaprieta. Como otra tarde cualquiera. Por otro lado, Juana junto a sus dos hermanas Ana y Rosario, estaba en la puerta de su casa tomando el aire. De pronto, una de sus hermanas le susurró algo al oído y Juana giró la cabeza para mirar al joven que venía en bicicleta. Era Carlos. Ella no le conocía a él y él tampoco a ella. Las miradas de ambos se cruzaron durante una fracción de segundo, y en ese preciso momento, aunque Carlos no conociese a aquella muchacha, sabía que le había cazado. Sabía que su corazón ya tenía dueña. Pasados unos días, Carlos (que anteriormente se había enterado de cómo se llamaba la dueña de su corazón), se acercó a casa de ésta. Tomó un trago de coñac y tocó a la puerta. Cuando Carlos consiguió tener por fin a Juana delante suya, le dijo algo parecido a: "Juana, me has cazado. Me gustas. Y me gustaría que