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Mostrando entradas de julio, 2015

Miedo a perder el corazón.

Me gustan los días grises y estar un poco triste cuando no estás tú. Me gustan las tormentas aunque a veces me aterran. Me dan miedo sus relámpagos, sus gritos estridentes y el eco que impide que se escuche mi voz. Me gusta recordarte y sentirte cálido en mi pecho, latente desfilando por mis venas sin dirección.  Me gusta echarte de menos y no me gusta beber café si no tiene el mismo color que tus ojos. Me gusta sentirte aunque me duela, porque no le tengo miedo al dolor. No tuve miedo a perderte y lo hice. Y entonces, me entraron los miedos. Ahora me aterra perder lo que siento por ti, incluso me aterra querer hacerlo. Me da miedo quedarme vacía, tanto de ojos como de corazón.  Tengo miedo a dejar de escribirte en todas las paredes de mi mente, me da miedo recordar tu nombre y no notar pinchazos. Me da miedo que no me importe deshacer nuestros lazos. Tengo miedo de perderte en cualquier renglón, o en cualquier esquina doblada de libro y

Todas las canciones me recuerdan a ti.

Todos los trenes me recuerdan al mismo en el que te vi marchar. Tu mirada estaba cansada y perdida, despistada entre los vagones y la multitud. Tu boca impaciente por perder de vista a la mía, tus manos buscaban perderse entre otras ruinas, que no fueran las mías. En ellas ya no había nada que pudieras arreglar. Todos los hombres por la calle me recuerdan a ti, porque me miran como ahora me miras tú. Ya nadie me mira como antes lo hacías. No recuerdo tu olor ni siquiera el tacto de tu piel, tampoco qué era abrazarte al atardecer. No me acuerdo de tu risa ni cuántos lunares escondías, ni cuántos segundos por un beso tuyo perseguí. Ya no te echo de menos, aunque a veces admito que sí. Cuando el viento me sopla en la nuca y no eres tú. Cuando la calma me proclama la guerra y no estás en mi habitación. A veces lloro por ti en la barra de un bar y me acuerdo de lo que era quererte mientras suena una canción. Curiosamente, todas las canciones

Con la luz de las estrellas.

Como las cortinas blancas que se mecen con el viento, como las anclas que se elevan cuando los corazones callan. Así te quiero yo por todo el firmamento, libre, efímero y contento, brillando con la luz de las estrellas.

No nos vivimos.

Empezaré diciendo que hay personas que se viven una vez en la vida, algunas días, otras décadas, algunas incluso milenios. Y sin embargo, nosotros no nos vivimos de ninguna manera, sólo nos perdimos en distintas direcciones opuestas en el tiempo. Nos perdimos, aunque yo siempre quise seguir tus pasos, inventar tus huellas y creer a pies juntillas que eras tú quien me guiaba por el sendero desconocido. Siempre quise esconderme bajo las suelas de tus zapatos  y seguirte al fin del mundo, allá donde fueras aunque me llevaras a la perdición. Aunque me llevases hasta mi tumba, habría ido con el corazón en la boca para entregártelo si me dieras un beso. No nos vivimos porque siempre ha habido una barrera invisible entre nosotros, algo realmente infranqueable, invisible e imposible. Algo que nunca nos deja coincidir y si lo hacemos estamos raros, no somos los mismos. Una barrera que aumenta la distancia entre ambos a pasos de gigante y ya no sé de dónde sacar las fuer

Me gustaría que volvieras.

Vuelvo a escribir sobre ti porque no sé no hacerlo. Porque es verte y tener ganas de llorar de lo lejos que estás y aún así todo lo que me creas. Sigo incumpliendo lo de que será la última vez que te escriba. Contigo nunca es la última vez y ojalá nunca lo sea. Ojalá me inspires siempre. Sueño más veces contigo de las que debería, pero te cuelas todo tú. Todo tu cuerpo está allí, y me miras con esos ojos marrones profundos y esas pestañas kilométricas sobre las que se podría correr una maratón y la de Nueva York dejaría de tener sentido. Estás allí, como nunca estás aquí. Con todos tus lunares ocultos tras la ropa, tus manos, tus dedos y también están tus callos. Estás allí callado y ausente. Evitándome, como siempre. Pero de pronto, siempre algo sucede entre nosotros, quizá seamos como dos polos que de tanto moverse alrededor acaban por atraerse. Y entonces algo vuelve a ocurrir que volvemos a repelernos. Siendo al mismo tiempo polos iguales y opuestos. Ojalá

Te conozco.

Todos hablan pero no saben lo que dicen. Y tú callas, mientras me miras pensando en que no sabes nada sobre mí. Yo tampoco lo sé. Tampoco me conozco muy bien, si por una vez te soy sincera. Pero a ti sí, a ti sí te conozco. Conozco tu pasión por el mar y las estrellas, por las leyendas y también conozco la libertad al pronunciar tu nombre. Conozco el dulzor de la miel de tus ojos, el verde de todos los bosques que hay dentro de todos tus planetas que forman un universo. Conozco el azul intenso del mar que baila en calma acompasando el vaivén de las olas con los latidos de tu corazón, que atardece cada tarde a las siete desde el día de tu nacimiento. Conozco las dimensiones de tu espalda, cálida y suave como la arena de un desierto y también conozco el pozo de tu ombligo. Conozco los caballos que te galopan en el pecho, como corceles indomables fieles capaces de refutar la teoría del aleteo de una mariposa, provocando una catástrofe en la otra punta del mundo c

Todo lo que antes pudo llegar a ser amor.

Todo lo que antes pudo llegar a ser amor hoy se trata de algo muy lejano, tan lejano y efímero que parece que nunca existió. Hoy se trata de un papel que siempre quiso ser avión y que acabó en el suelo cerca de un contenedor, mojado por la lluvia y quemado por el sol. Tan sólo es las cenizas de un cigarro que nunca se encendió, pero que aún puede  dejar amarillas las cortinas, ennegrecer los pulmones  aunque se trate de la última calada definitiva y ser la grieta o el espacio entre dos rotos. Tan sólo es la corriente dentro de una casa vacía que no sabe por dónde escapar cuando se tapia una de las ventanas. O cuando se cierran las cortinas y se bajan todas las persianas, sin dejar entrar ni un destello de luz. Hoy tan sólo es el silencio, que junto a la oscuridad gobierna un reino que sólo quiere ser vencido,  que tan sólo quiere ser borrado de un mapa que alguien dibujó. Tan sólo es la vida que se escapa porque sin descanso está cansada,

Serendipia.

A veces te encuentras de repente con alguien sin haberle estado buscando, que le pone de nombre a lo vuestro serendipia y lo piensas, y de pronto tiene todo el sentido del mundo. Y a veces, es entonces cuando conectáis de golpe. Como la bailarina y el bailarín profesional que están hechos para bailar juntos y ganar el concurso. Como la madre y el recién nacido cuando se ven por primera vez. Como enchufe e interruptor hechos a medida para dejar pasar entre ellos toda la corriente. Como dos auriculares que son guardados y se enrollan porque están predestinados a hacerlo siempre por mucho cuidado que se tenga al guardarlos. Como dos pies que se buscan de noche en una cama y se enredan. Como dos manos que encajan perfectamente como piezas de puzzle. Como cuando se va la luz y de golpe vuelve y se encienden todas las luces. Como Daisy y la luz verde. Como Tom cuando ve a Summer por primera vez y después ésta le canta en el ascensor la canción de The Smiths que él está esc