No nos vivimos.

Empezaré diciendo que hay personas
que se viven una vez en la vida,
algunas días, otras décadas,
algunas incluso milenios.

Y sin embargo, nosotros no nos vivimos
de ninguna manera,
sólo nos perdimos en distintas direcciones
opuestas en el tiempo.

Nos perdimos, aunque yo siempre quise seguir tus pasos,
inventar tus huellas y creer a pies juntillas que eras tú
quien me guiaba por el sendero desconocido.

Siempre quise esconderme bajo las suelas de tus zapatos
 y seguirte al fin del mundo,
allá donde fueras aunque me llevaras a la perdición.
Aunque me llevases hasta mi tumba,
habría ido con el corazón en la boca para entregártelo si me dieras un beso.

No nos vivimos porque siempre ha habido una barrera invisible
entre nosotros, algo realmente infranqueable, invisible e imposible.
Algo que nunca nos deja coincidir y si lo hacemos estamos raros,
no somos los mismos. Una barrera que aumenta la distancia entre ambos
a pasos de gigante y ya no sé de dónde sacar
las fuerzas para seguir tirando por los dos.

Pero entonces apareces, siempre, de alguna manera.
Dejándome sin habla y perdiendo una vez más el juicio.
Volviéndome loca por lo que provocas en mí,
por cómo le das la vuelta a mi mundo y por cómo apareces
siempre sin pretenderlo ni esperarlo.

Entonces apareces moviéndote, con tus manos.
Con esas manos por las que haría girar más rápido el planeta,
por las que movería mares y montañas de sitio si tan sólo con
un suspiro me lo pidieras.

Con esas manos por las que yo estaría dispuesta a traernos de vuelta.
Esas manos que se cuelan en mis sueños y tejen pesadillas
en las que nos sentimos extraños pero siempre entran en contacto nuestros
cuerpos en forma de un abrazo o una caricia, y te pierdo al despertar.

Porque voy a poner trampas, cámaras y agentes de seguridad en mis sueños
para que no te cueles más. Porque trato de no pensar más en ti
y al segundo quiero acudir a tu encuentro, encontrar tu sonrisa en los balcones
y tus ojos en cualquier portal.

Porque si estuvieras dando vueltas a mi lado todo el tiempo
durante toda mi vida, te dedicaría libros enteros y hasta mi autobiografía.
Porque te llevo siempre conmigo incrustado entre mis costillas y mi corazón
y me falta el aire cada vez que vuelves.

Porque no sé a dónde llevan todos los caminos que no conducen a Roma,
pero siguiendo tus pies y lentamente tus huellas, acabaría en el sendero
que conduce a tu cuarto. A tus labios.
A tus manos.

Porque es 26 y ya no sé si es casualidad o destino.
Pero nuestras habitaciones son la misma ciudad,
así que deben comunicarse si inventamos el camino.

Porque Alfred estemos donde estemos jamás nos dejará por imposibles.
Porque Batman... al fin y al cabo,
tú siempre lo has sido.





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