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Mostrando entradas de marzo, 2014
Te busqué. Dentro de mí y no estabas. Dentro de mi cama y mis sábanas. Dentro de mi boca. Dentro de mis pupilas. Te busqué, te busqué como una loca. Una loca o una drogadicta, que ansía encontrar éxtasis, una jeringuilla de tu cuerpo o heroína. Te busqué como los poetas buscan a sus musas en el fondo de vasos de whisky con hielo y tequila.. Como los místicos misioneros buscan a sus sirenas en barcos hundidos en el fondo del océano. Te busqué como los marineros buscan a sus futuras mujeres en los puertos y faros cercanos. Te busqué de todas las maneras posibles, hasta que las maneras se convirtieron en formas, qué cosas. Te busqué porque echaba de menos tenerte entre mis piernas a oscuras, haciéndome cosquillas mientras jugamos a mordernos, besarnos y desgastar nuestras partes del cuerpo preferidas. Te busqué como un fumador busca a su cajetilla y su mechero después de haber hecho el amor como nunca antes en su vida. Te busqué, ¿y qué encontré? Mi cuerpo

Escribo.

Escribo porque imagino, porque pienso, porque sueño, porque leo, porque me gustan las palabras, porque me gusta teclear, porque si no escribo, no puedo. Escribo porque a veces mis universos pinchan, otras escuecen, otras se descosen, otras me sangran y otras sólo me lloran por dentro. Escribo porque si no escribo, me muero. Porque necesito escribir, porque necesito sacar de mí mis pensamientos. Escribo porque el cosmos del universo pica a mi caos y hace que éste salga de mis adentros. Escribo porque tengo la necesidad de contar mucho y no tengo a nadie a quién. Escribo para contárselo a nadie. Para contármelo a mí misma. Para contárselo al silencio. Escribo para dejar una huella y hacer eternas mis palabras aunque nadie me conozca, ni me lea. Aunque nadie lo sepa. Escribo porque no necesito tener a nadie a quien contarle todo esto, escribo porque me gusta. Escribo porque quiero.
La sociedad de las prisas, el vicio, las modas, las tardes de estudio de domingo, los días sin sentido. La sociedad que nada tiene que contar a diario, de la monotonía, de los relojes parados,  los sueños varados y el desperdicio. La sociedad de las almas suicidas por buscar otras almas a base de poesía, de los yonkis de amor, de los extasiados haciéndose  polvo. La sociedad de las prisas, sin reloj, sin días ni vida. Buscando una señal en el universo mientras no miran hacia arriba.
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Se me queda en carne viva todo el cuerpo. Se descosen mis heridas con el roce de tu cuerpo.
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Quítame el miedo a la oscuridad de tu cuerpo .
¿De qué me sirve tener cosida la herida que me hiciste tú, amor, cuando me abriste el corazón? ¿De qué me sirve si cada vez que te miro, que oigo tu voz, se descose y se me saltan los puntos?
Que me digas ven en vez de voy y que quien acabe moviéndose seas tú. De ti a mí. De tu cuerpo al mío. De tú a yo. Que me sigas diciendo ven y siempre acabes  viniendo.
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Pobres los que sólo sueñan cuando están durmiendo. Pues los mejores sueños también florecen cuando nos hallamos despiertos con los ojos abiertos.
A mí no me hace falta que suba la marea, ni que haya luna llena para estar loca por ti, mi amor. Soy una gata que  ha vivido seis vidas y no encuentra forma más bonita de acabar  con su séptima que muriendo por alguien que le vuelve loca. Ese alguien eres tú, mi amor. Ese alguien eres tú.
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Si las olas no se cansan de romperse contra la orilla por la arena, ¿por qué iba yo a cansarme de romperme contra tu cuerpo por ti? Nos convertiré en olas para rompernos al mínimo roce, al impactar contra las rocas cuando haya temporal. Nos convertiré en olas que vienen y van y se rompen al darse besos de espuma de mar.
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Me besó, me incendió, y en mis células fue descubierto el mayor acontecimiento: el fuego.
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Los medios de comunicación anuncian que ha llegado la primavera. Y yo en secreto me callo que ésta nunca se marchó, al menos de mi vera. Y es que hace ya algún tiempo que veo brotar y echar raíces en mí a las flores de su cuerpo cuando se desnuda ante mis ojos. Cada noche me convierto en su florista sin saber de flores. Pero las suyas, me las sé de memoria, recuerdo sus olores. Y lo juro, ojalá nunca se marche la primavera de mi vida. Ojalá nunca cambiemos de estación. Ojalá yo siempre haga de florista y ella de mi jardín de la alegría. Ojalá siempre ande cuidando sus flores, las bese, las huela, y les haga el amor.
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Margarita  decían que se llamaba. Y yo, con ese nombre, ya pensaba que  sería una mujer preciosa. Pero cuando  la conocí, lo era más. La mujer más hermosa que mis pupilas azules habían  visto antes. Tez clara, sonrisa blanca marfil y mirada  amarilla, tan cálida como el sol  de verano. Si tuviera que  deshojar todas las flores que llevan su nombre para encontrar una que me diga que me quiere, se extinguirían. Quiéreme, y acabamos antes, Margarita.
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Sabía hacerme sentir lo mismo que me hace sentir leer poesía, pero solamente mirándome a los ojos.
Voy a dejarte las cosas oscuras: VEN, hagámonos los ciegos tocando nuestros cuerpos desnudos como si estuviésemos leyendo en braille. Que lo único que me cubra el cuerpo sea el miedo de que este momento se acabe, de que alguien te toque mejor y te guste. De que alguien se meta en tu boca y tú le dejes quedarse. De que te guste meter tus manos entre otras piernas que no sean las mías y todo esto cree sangre nueva en tus venas, luz en células y pupilas y nuevos bombardeos en sístole y diástole. Y que lo único que cubra tu cuerpo sea el miedo de que me vaya, para siempre, como el humo de tus cigarros que tanto apestan pero que te dejan un sabor distinto en la boca. Por culpa de ellos soy drogadicta de ti. El miedo de que encuentre un calor mejor en otros brazos y te saque de mis casillas y de mis ojos. Pero tranquilo, que eso no va a pasar. Al menos lo mío. Lo tuyo espero que tampoco porque si te marchas, me marcho contigo.

Hoy no, pero mañana te juro que te muerdo el cuello y te lo lleno de rojo intenso.

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Hoy no me pinto los labios. Hoy no. No tiene sentido si tú no estás para quitármelo a base de besos, que a ver, no me dura ni dos segundos contigo. Que me los pinto y ya estás tú haciéndome cosquillas y caricias. Y joder, soy tan débil ante ti y me encantas tanto que no puedo resistirlo. Si no estás tú para que el carmín rojo se corra por tu cuello, ¿de qué me vale pintarme los labios que no van a besarte? Hoy no me pinto los labios del rojo que tanto te gusta, qué digo, te encanta. Te chifla. "Te mueres de amor". Hoy no me pinto los labios y a causa de esto, estos lloran. Piden a gritos que vuelvan y yo no me callo. No te creas que soy la única enamorada de ti. ¿Acaso piensas que mis labios no pueden enamorarse de los tuyos y necesitarte tanto como yo te necesito a todas horas?
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Que de madrugada te quedes sin tinta y recorras media ciudad con tal de seguir escribiéndome versos en la piel a base de besos y miel.

Tinteros.

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Venía a decirte por si acaso pensabas que yo no quería, que ojalá tú, y sólo tú, nadie más, un día cualquiera, me dejaras quedarme para siempre en tu tintero. Y así el día que digas que te has dejado cierto algo en el tintero, pienses en mí, hables de mí y quieras sacarme de dentro. Y al yo no querer salir, entres tú sin remedio en mi tintero.

Besos de Universo.

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Coger impulso en tus manos y subir, subir a la Luna, subir al Universo, a la vez que suben tus besos desde mis pies hasta mi cuello pasando por mi cintura y pecho. Que nos miren las estrellas y vean cómo voy subiendo poco a poco extasiada por tu olor, por el roce de tu cuerpo, mientras me devoras el alma con amor. Y que se pregunten las estrellas entre ellas por qué no pueden  hacer lo mismo que hago yo cuando  estoy contigo. Por qué tienen que sentir rencor cada vez que me ven subir al Universo sujeta por tu besos y tu calor.
Vértigo es dejar de mirarte a los ojos. Equilibrio estar entre tus brazos.

Margarita.

Si hoy te he visto, claro que me acuerdo. Y si digo que te desvisto, lo digo, lo hago, y no miento. Me acuerdo de la sonrisa que traías desde la calle Margarita, la cual por cierto, me vuelve loco, hoy y siempre. Y los ojos con los que mirabas al mundo, a la vida. A mi mundo, tú, vida. Me acuerdo de tus suspiros, aquellos que me gustaría tener dentro de mi cuerpo. Del baile de tu pelo (y de su olor a limón) al mismo compás que los árboles, gracias al viento. Me acuerdo de la ropa que traías, aunque mejor te veía yo sin ella. Más guapa, más sonriente, más pura, más tú, cariño. Vestido de margaritas. Mis favoritas. Y las de todos, si te ven, lo juro. Pero ojalá no lo hagan nunca, ojalá no te vean. Ojalá no te conozcan y caigan a tus pies, y ojalá sea yo el único que te mire, y te vea desnuda, y te vea reír, y te toque el pelo, y te abrace con fuerza, y te diga al oído que me beses y me quieras y me ames. Que me escribas poesía y me
Cualquier vida  posee historias de principio a fin, de uno a mil, de aquí a Marte, de aquí a allí. Allí donde estés tú, digo. El problema de las historias, no es que tú seas el protagonista, que no lo eres, por cierto. Sino que de tanto contarlas, acaban dejando de pertenecer a quien las cuenta y ya no se trata de la historia  de ella, sino de un discurso aprendido, de memoria, que ya nada tiene que ver con ella.