Ojalá hubiésemos sido niños juntos.
Ojalá te hubiera conocido de pequeña, y ojalá nos hubiéramos conocido, cuerpo a cuerpo, poco a poco, a medida que íbamos creciendo. Ojalá hubiera podido construirte una casa del árbol en mi caja torácica, porque habría sido mejor que la que desean todos los niños cuando son pequeños, porque este árbol habría crecido entre mis costillas, cubriéndome con el paso del tiempo el corazón con todas sus ramas. Ojalá nos hubiéramos conocido siendo unos niños inocentes. Empezando a devorarnos como si fuéramos el postre o la merienda, como fruta fresca joven, aún inmadura, sin saber que al llegar a adolescentes ya nos habríamos convertido en nuestro plato principal y preferido. Ojalá hubiera paseado con la señal de tus colmillos como si se tratara del mejor tatuaje obtenido en una bolsa de patatas. Como si tus colmillos fueran la bandera, tú el astronauta y yo la luna. Me habrías conquistado hasta las trancas. Ojalá hubieras sido mi verano y mi invierno. Mi mejor año; y poder