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Mostrando entradas de abril, 2014

Nuestro puente.

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¿Sabéis a dónde he vuelto a ir hoy? Al puente que nos conectaba por si acaso él había vuelto y por si el puente se hubiese vuelto a construir. Pero el lado de su puente sigue derrumbado, en ruinas, tal y como lo dejó cuando decidió irse de mí. Y mi lado del puente sigue esperando, paciente. Mi pequeño puente, se sigue manteniendo en pie y es elegido como el favorito de los suicidas. ¿Te lo puedes creer? Nuestro puente suicida. Suicidas, aquellos que un día quisieron cruzarlo y lo encontraron así, tal y como lo dejaste, tal y como lo has dejado. Aquellos que se quedaron a medio camino y les dio miedo volver. Les dio miedo aceptar que el puente no seguía. Que el puente no comunicaba con tu ciudad, parece ser que, su favorita. Mi favorita. Que ya no había forma de que por tierra pudiesen cruzar. Y se atrevieron a saltar, se creyeron valientes, poderosos, súper héroes. Y cayeron al mar. Como auténticos suicidas, sin ser meramente conscientes de que lo er

Personas-puentes.

¿Sabes que hay personas que son puentes? Ella era el puente y yo el poeta suicida enamorado. Adoraba emborracharme en el puente de sus caderas recitándole los versos que le escribía cuando atardecía y amanecer sobrio entre sus piernas. Adoraba levantarme con resaca y remolonear entre sus pechos porque su cuerpo es mi casa y de su corazón soy dueño. Y entre una guerra de cosquillas, sonrisas y besos, hacerle el amor hasta que me susurrase sentirse infinita, como el Universo. Y cuando encendiese el cigarrillo de después del éxtasis, esconderme en su ombligo para ver el mundo desde su cuerpo, o desde sus vistas, octava maravilla. Hay personas que son puentes y este amor no se cura ni con la mejor terapia del mundo, en serio lo digo.
A veces sólo necesitas que alguien esté  en una habitación a oscuras contigo. Te escuche llorar, te regale su hombro y te abrace hasta acabar de recomponerte. Alguien a quien no le importe que mojes  su camiseta de lágrimas oceánicas. A veces  sólo necesitas a alguien en la oscuridad. Pero siempre está la soledad. Y la soledad no te regala su hombro. La soledad no te abraza. La soledad sólo hace que te des cuenta de que no hay nadie contigo en esa habitación a oscuras. Que estás solo, a oscuras, llorando. La soledad hace que te des cuenta de una infinidad de cosas. Y a veces, esa infinidad de cosas, no están preparadas para soportarse.
Quiero perderme por la ruta de tus caderas y encontrar el sendero de los lunares que escondes bajo tus piernas. Perderme en ti para luego encontrarme, encontrarte, encontrarnos y refugiarnos en nuestros cálidos abrazos. Quieres que me pierda para que te dé tiempo a desnudarte antes de que comencemos a besarnos y amarnos como antes. No queremos perdernos  por rutas equivocadas sino por  aquellas en donde los mares  se conviertan en montañas. Porque los únicos mares que quiero ver son los de tus ojos y ver subir a través de ellos la marea cada mañana.

M.

Se enamoró de una chica con complejo de Plutón, que era pequeñita y sólo cabía en el corazón de algunos hombres buenos. Pero a pesar de su baja estatura, brillaba más que cualquier estrella porque su cuerpo estaba lleno de luz, como el de las luciérnagas. Ni siquiera los astrónomos sabían ponerle nombre a lo que ocurría en el Universo cuando ella movía sus piernas. Los científicos tampoco sabían por qué se provocaban terremotos o maremotos cuando sonreía a las penas. No sabían por qué cuando ella soñaba se producían supernovas, cuando soplaba se producían tornados o cuando lloraba, llovían meteoritos y perseidas. Nadie lo supo nunca explicar a través de la ciencia. Porque ella lo que tenía, lo que la hacía especial y distinta, era la magia que habitaba en sí misma. La magia de su mirada y su forma de ser. La magia de sus labios que al besar curaban heridas en carne viva. La magia de sus curvas que al moverlas, saltaban chispas. Nadie nunca se fijó en que se llama

Teorías cardiorrománticas.

Tengo la certeza de que cuando estamos solos nuestros corazones están completos como decía nuestro querido John Lennon. Poseyendo una única función, la de bombear sangre. Pero cuando nuestro cuerpo experimenta reacciones químicas nuevas y nos enamoramos, el corazón sufre una división en dos mitades. Una de las mitades se corresponde a la función de bomba sanguínea y la otra mitad, se vacía. Se halla por completar y con una nueva funcionalidad, la de Amar. Es por esto por lo que las personas cuando experimentan el amor, dicen haber unido sus dos mitades. Estas dos mitades corresponden a las dos mitades vaciadas anteriormente las cuales poseen la función de Amar. Por tanto, en el momento que una persona vuelve a estar sola y es consciente de que siempre lo va a estar, volverá a completarse su corazón. Pero, si esta persona no es consciente, jamás estará completa. Pues siempre se sentirá vacía y pensará que estar completa significa tener completa la mitad del Amor, ol

Curvas.

Ella tiene las mejores curvas que he visto en toda mi vida porque sus curvas son de esas que descolocan los huesos, los sentimientos y las ganas de aquel que las mira, y en su mente las toca o intenta hacerlo. De esas curvas que han tenido que provocar la muerte de un sinfín de conductores al estrellarse por haberse quedado embobados intentando imaginarse una noche a su lado paseando sus manos por ellas y/o acariciándolas despacio. De esas curvas que descolocan tanto que tienes que volver a pasar por ellas para recolocarte los órganos. De esas que despeinan y te dejan el corazón a mil por hora hiperventilando. Y una vez te recolocas, sientes la necesidad de volver a descolocarte y recolocarte mil veces. Así es la magia de sus curvas. Así es Ella. Sientes las ansias de pasar por sus curvas y perderte, y encontrarte, y besarlas y morderlas. Y salirte de sus cuvas, estrellarte y suicidarte en su pecho atravesando su caja torácica y entrando en su corazón. Y volvert
Te quise como si no me fueras  a romper el corazón... sin darme cuenta de que el mayor privilegio era ...ese...

(P)r(o)bl(e)(m)(a)(s).

Que sucedan problemas o poemas sólo es cuestión de si me besas  o me  versas.
Bienvenido a Siberia, bienvenido, mi amor. Te he dejado mantas en mi corazón para que te acurruques y no mueras de hipotermia mientras hacemos el amor. Te he prestado mi abrigo para que no te hiele el frío glacial mientras me besas los labios, mientras me tocas el cuerpo con los dedos, tiritando. Pero si quieres tocar con tus manos mis icebergs internos, mejor; la ciencia ha demostrado que el cuerpo se acostumbra al frío y éste se acaba convirtiendo en calor. Y de un segundo a otro, pasamos de estar helados a arder en llamas, a quemar el colchón. Somos un cúmulo de reacciones en plena combustión.