A veces
sólo necesitas que alguien esté 
en una habitación a oscuras contigo.
Te escuche llorar, te regale su hombro
y te abrace hasta acabar de recomponerte.
Alguien a quien no le importe que mojes 
su camiseta de lágrimas oceánicas.
A veces 
sólo necesitas a alguien en la oscuridad.
Pero siempre está la soledad.
Y la soledad no te regala su hombro.
La soledad no te abraza.
La soledad sólo hace que te des cuenta de que
no hay nadie contigo en esa habitación a oscuras.
Que estás solo,
a oscuras,
llorando.

La soledad hace que te des cuenta de
una infinidad de cosas.
Y a veces,
esa infinidad de cosas, no están preparadas
para soportarse.

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