Bienvenido a Siberia,
bienvenido, mi amor.
Te he dejado mantas
en mi corazón para
que te acurruques
y no mueras de hipotermia
mientras hacemos el amor.

Te he prestado mi abrigo
para que no te hiele
el frío glacial mientras me
besas los labios,
mientras me tocas el cuerpo
con los dedos, tiritando.

Pero si quieres tocar con tus manos
mis icebergs internos, mejor;
la ciencia ha demostrado que el cuerpo
se acostumbra al frío y éste se
acaba convirtiendo en calor.

Y de un segundo a otro,
pasamos de estar helados a arder
en llamas, a quemar el colchón.

Somos un cúmulo de reacciones en plena combustión.

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