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Mostrando entradas de marzo, 2018

Mientras llueve.

Es de noche, y mientras llueve, a mi lado, haces de tu cama el paraíso. No necesito nada más que ésto, pienso y lo confieso, nada más que tus brazos alrededor de mi cuerpo. Y no concibo que nunca alguien antes te haya dicho cuánto llenas; tu cama sin ti parecía un planeta olvidado y vacío. Y frío, pero entonces vuelves y ahora sé que el invierno no existe si comparto cama contigo. Porque pegas tu pecho al mío y me incendias de ganas, y me abrazas por la espalda, me respiras en el oído, y la cama arde y encuentro la paz en nuestras piernas enredadas como si fuésemos árboles que se dan cobijo. Porque llenas los silencios de caricias y a oscuras nos encontramos sin necesidad de tantearnos porque ya nos conocemos. Nuestras bocas se hablan con besos, nuestras lenguas se leen en idiomas nuevos y en mi pecho crecen flores cada vez que me tocas. Siento mi corazón expandirse, las letras que forman un te quiero salirse de mi boca. Te veo besar mi ombligo

La cura.

Esta noche no estás y sólo sé que te echo de menos. Hay un dolor dentro de mí entre las costillas y el vientre, desfilando algunas veces por mi abdomen. A veces aparenta desaparecer hasta que se intensifica, y yo tan sólo quiero estar envuelta por tu manto de caricias con el que me cubres algunas noches. Cierro los ojos y te recuerdo, intentando no quererte como te estoy queriendo ya. Cierro los ojos y viajo a tus labios, que siempre recorren con el amor del mundo mi ombligo, mi tripa, e imagino que me curas a distancia con besos invisibles.