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Mostrando entradas de agosto, 2017

En el fondo.

En el fondo  buscas excusas para salir de casa, por ejemplo ir a tirar la basura, para llorar en la calle. Y en el camino todas esas gotas las mantienes en los ojos hasta que, hasta que, hasta que. Hasta que una ligera gota y minúscula empuja a la otra y las demás se precipitan solidariamente. Porque las palabras no siempre consiguen ser semillas, ni luz, ni un sendero que te lleve a ser mejor de lo que eras antes. Las palabras no lo consiguen si tú no quieres verlo. Y tienes que fingir que estás bien, que no tienes esquinas rotas ni roces ni dolores que no pueden curarse. Que no pueden curarse si todo lo demás no deja de pudrirse por esta lluvia que te cala y eres tú misma. Tener que fingir que estás bien cuando quieres huir a llorar me parece terrible. Y un tanto complicado.

Huellas de mis pies pequeños.

Pienso, que si me quiere en su vida, usted me pondrá en la suya, y me lo grabo a fuego para arrancar su sombra de mí. *** "Cuando te veo se me olvida", no sabe usted cuánto se pierde por no saber leer ni siquiera  entre los espacios de las palabras que le escribo.   *** Ojalá que todo esto pronto se tapice. Que se me cubra de un nuevo terciopelo el corazón. *** Me arrastra los ojos, los brazos, el corazón. Yo me sentiría más tranquila si no me sacudiese como un mar bravo en tempestad que provoca  el choque de mástiles y que la fila de postes de madera que se encuentran unidos por una fina cuerda en el puerto vayan y vengan siguiéndole según los rugidos de las olas; sobre todo cuando aparecen. *** Esa boquita por la que escribiría tanto, pero no quiero. Y en el fondo te escribo libros enteros... Aunque no lo merezcas. *** Usted no era realmente bueno, yo pude verlo con mis propios ojos.  No era realmente

Poco me basta.

Poco me basta para escribirte, como anoche, una fotografía. Poco antes de caer dormido, echado sobre la cama con el pecho abierto de par en par como si fuera un nido. Como si fueras nido y yo golondrina y necesitase atravesar tus ventanas, e invadir tu ombligo. Poco te basta para hacerme sentir que tropiezo y caigo, y caigo y caigo, con mis sentimientos por las escaleras. Poco nos basta para no juntar nuestras lenguas de letras enlazadas en palabras, y aún menos para no vernos. Si supieras que eres como aire, que eres alimento, quizá habrías desaparecido mucho antes por no saber bien qué decir. Descubrí tarde tu cobardía pero también mi memoria sucia y juguetona que olvidaba haberte escrito para volver a caer en ti. Yo era consciente, lo confieso, y también buscaba excusas pero nunca era el momento porque tú ya no estabas allí. Empecé tarde a comprenderlo, y ahora ya sé que un buen día dejaré de querer hablarte y no significará haberte ol

Te miro y te miro.

Te miro a los ojos en tu fotografía; ni siquiera es frente a frente. Pero te miro, y también miro las gotas que acarician tu cara y hacen carreras entre ellas por ver cuál llega antes a tu barbilla. Por ver cuál se funde antes con el naranja y encuentra en ti el sol; y por ver cuál es la primera en rozarlo con sus dedos de chispa de gota de agua. No quiero imaginar nada, sino soy capaz de escribirte cómo te ves nadando como un pececito de un extremo al otro de la piscina. De describirte, la paz que siento cuando me abrazas y estás húmedo y frío, y me besas por la espalda y un escalofrío de serotonina me recorre. Y cuando sales del agua, imagino que se te pone la piel de gallina porque el aire también quiere rozarte, y mi corazón te abraza y te calienta para que no tengas frío, porque es la hoguera que tú prendes con tan sólo pestañearme. Sería capaz de decirte que me recuerdas a un lobo salvaje, al que no quiero domesticar, sino dejar vivir libre

Tres poemas en la espalda.

Ahora mismo podría escribirte tres poemas en la espalda, con mi dedo índice derecho acariciando tu columna y cada vértebra desde atlas y axis hasta llegar a tu cintura. Dibujarte un corazón desnudo, no me preguntes de qué color es porque tiene el color y el sabor de tus besos. Podría escribirte mientras tú estás dormido y observo cómo el aire entra por la ventana y te acaricia, te sopla en las pestañas, que se mantienen cerradas, unidas en un ligero abrazo. A lo lejos hay tormenta, escucho truenos, y no quiero imaginarme en tu cama porque se me clavan tres cuchillos en el pecho. Porque si lo hago imagino que la luz de un rayo se cuela por debajo de la puerta y se pinta sobre las paredes, y de pronto en cuestión de segundos un trueno nos susurra y tú te conviertes en un tigre que me ruge en la oreja, y después ríes, y vuelves a pedirme que te amanse con besos. Podría escribirte ahora mismo lo inimaginable. Porque si tú quisieras... Si tan sólo tú q

Cómo lo haces tú.

Me pregunto cómo es posible que tu nombre, que comienza con la primera letra del abecedario y lo acabas sonriendo, con tu sonrisa ancha que tanto me calma y tanto me conmueve; que tu nombre, de seis letras, sea capaz de bombardearme el corazón con tan sólo escucharlo desde el balcón de cualquier boca. Y si es desde la tuya el pecho se me abre como si fuese una ventana y deseasen salir volando a tu encuentro cien gaviotas. Yo me lo pregunto, cómo es posible que se me ilumine la cara al creer que puedo verte. Cómo es posible si después de verte seguramente el corazón se me parta, me atravieses, me condenes a olvidarte mientras me relamo los labios, que están llenos de tu mirada, por la miel de tus ojos y ese sabor a naranja por el color que se queda cobijado en tu barba cuando el sol te toca y te acaricia. Me pregunto cómo es posible y también de dónde me nacen, de qué se nutren y por qué existen estas ganas de verte de pronto, y de abrazarte d