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Mostrando entradas de octubre, 2016

En nada, se lo dije.

Hace tiempo que no creo. En nada, se lo dije. Ya no sé qué creer de este mundo. Concretamente, le diría, que desde que el frío de mi corazón empezó a producir estalactitas que gotean en mi alma. Acostumbrada a los senderos de las líneas de sus manos, ahora tan sólo me encuentro perdida entre el barro y la lluvia. Los bosques se han teñido de tonos otoñales, y toda sensación de calor que quedaba silenciosa en el ambiente se ha marchado a alguna parte que desconozco todavía. Si pudiera la seguiría, me agarraría por su espalda hasta sentirme diminuta y me dejaría llevar como si fuera una hoja recién caída de una rama que ve futuro en el viento. Quizá los pájaros al emigrar se la llevaron en sus alas, a modo de equipaje. O se marchitara entre los transeúntes con sus paraguas y chubasqueros. El gris de la ciudad me invade en cuerpo y alma, me empaña las retinas y apenas hay tres o cuatro o cinco caras amarillas en las que iluminarse. Suena música extraña que im

Dirás que no es verdad.

Dirás que no es verdad, pero la propia sangre mancha cuando el amor no le corresponde a uno, los recuerdos dejan huellas en el alma que el paso del tiempo no alcanza a borrar, el frío mata y desgasta los huesos hasta hacer de ellos astillas, el amor late hasta crear nuevos fuegos que después son hogueras que calientan o se enfrían, y la soledad no se marcha aunque no existan vacíos dentro de ti. Y seguirás diciendo que no es verdad, y será por la necesidad contradictoria que te crece de las venas y arraiga tu ser de principio a fin, aunque tú sepas que no es así porque lo habrás notado algunas veces hasta sentir lo inevitable entre los dedos incapaz de actuar ante las ruinas. Y yo te digo que es verdad, que aún te echaría de menos si estuvieras, aunque no aquí. Y es que algo muere en vida dentro de mí porque no estás.

Lo nuestro que no es nuestro.

Las horas y los recuerdos van de la mano cuando cae la noche; dudo de si estoy soñando, sé que estoy despierta. Mis ojos no te ven y se entrecierran; mi mente mientras tanto dibuja mecanismos de retorno que me lleven hasta ti. Intento desenredarme de tus brazos, de tu pelo, de tu cuerpo, de tu boca. Dejando de pensarte, de buscarte, de escribirte, de mirarte creyendo que no pasar por tu lado es síntoma de olvido. Acabo matando mis ganas. Se me empieza a apagar toda la luz. Se me agota el sentir, aunque no del todo. Siempre queda ese poso que provoca reacciones en cadena si se dan los encuentros, que hacen que me tiemblen incluso las pestañas por tu voz. Pero supongo que lo nuestro, que no es nuestro, que es más mío y sólo mío, y es mío por temor al abandono; por no querer abandonar algo que ha nacido entre malezas... Algo que es digno de título largo de libro, de esos en los que la lengua coge carrerilla... Supongo que tiene un fin, pero no sé dónde está. Y

Nada, salvo ésto.

Hay momentos en los que uno se siente tan insignificante que teme que al respirar comience a evaporarse, y nadie legue a tiempo y desaparezca. Y al fin y al cabo, después de ese sentimiento, después de esa sensación... No significará nada. Absolutamente nada. Salvo polvo en suspensión que nadie ve  si no pone los ojos.Y ya nadie los usa...  Los llevan como cuencas vacías, como simples adornos. Y todo se resume en absolutamente nada, porque dejas de importar. ¿Porque acaso importaste en algún otro momento? Y te resquebrajas y te escondes como un atardecer entre las ramas. Y ya no queda nada, salvo ésto.

¿Y entonces?

¿Y entonces qué piensa hacer cuando también le tiemblen las pestañas? ¿Piensa seguir como si nada hubiese ocurrido? ¿Acaso será la vida capaz de seguir su cauce? No debería, pero los dos sabemos que acabará pasando. Y usted, si logra pararse en el acto, se quedará congelado en un instante mientras los demás arden con sus fueguitos de vida. El tiempo vuela pero por usted no pasa, las prisas le sacuden y a los otros les tienden la mano. Ya no hay trenes, ni siquiera esperas. Tan sólo instantes que le hacen sentir ridículo, porque se encuentra solo observando el mundo de los otros, que ni ellos aprecian. Trate de pestañear dos veces seguidas, pero hágalo despacio. Y se acabará yendo de su vista, aunque su vida seguirá marcando. Y le seguirá dejando huellas imborrables aunque deje de mirar.

Algo en lo que eres.

Hay algo en lo que eres... Tan hipnótico. Efímero y magnífico. Fugaz. Que baila sobre el ras del gran abrazo, que junta tierra y mar. Hay algo en tus maneras, en la forma de moverte dibujando un semicírculo. Tan calmado y tan valiente. Tan pacífico. Tan azul y taciturno, como el mar.

Pero olvidé su nombre.

"Hay en mí más recuerdos que en mil años de vida". - C. Baudelaire Y los hay, más recuerdos. Como aquella vez que parecía  que iba a bailar en los charcos, pero sólo pensaba precipitarse hacia el abismo de nubes que el agua reflejaba en el suelo. Le olía a lavanda el cuerpo entero, por haber estado danzando por el campo violáceo haciendo de cada tallo un pincel y de su piel un lienzo. Abrazaba destilando todo el amor de su corazón cada vez más marchito, y se enredaba como la hiedra a un muro que está a punto de derrumbarse. Crecía y crecía cada vez más hacia el cielo, sin mirar nunca a la luz por no cegarse. Tenía el pelo rubio camomila; de jazmín perfumaba sus sueños. Y si la veías sonreír, en el preciso instante en que sus labios comenzaban a curvarse, podías notar cómo su boca giraba como una noria iluminando la noche. Y los hay, más recuerdos. Más que en mil años de vida. Pero olvidé su nombre. Y quién

Me pregunto.

Me pregunto cómo será el poder hacerle reír toda la noche. Verle bailar entre las luces desenfocadas. Pero lo que más me pregunto, de lo cual siento que jamás recibiré respuesta, es cómo será ser como él y quienes le rodean. Veréis, es sencillo, ni ellos ni él mismo parecen darse cuenta. Pero cuando él sonríe, se alumbra la habitación entera.