Te está besando una mujer.
Te está besando una mujer de piernas largas, que es el centro de la diana a la que todos apuntan y con la que todos quieren bailar algunas veces al año. Esta mañana te habrá acelerado el corazón, al encontrártela despierta, intensa y destilando vida en cada respiración mientras tus ojos la miraban tranquilo. Esta tarde te habrá sonrojado las mejillas cuando el sol comenzaba a decir adiós entre los grandes edificios. Y esta noche te estará sacando a bailar como nunca lo he hecho yo, porque le he pedido que por mí bese la suela de tus zapatos. Y después cuando se desplomen las horas sobre tus huesos y tus ojos decidan apagarse como lámparas en su mesita, y te acompañe a la cama y admire cada parte de tu cuerpo desnudo, le he pedido que también bese por mí la planta de tus pies sin hacerte cosquillas. Porque te está besando una mujer a la que conozco, que hace un año me abrazó a mí en forma de persona de un metro y setenta y tres centímetros. Una mujer que es