Te está besando una mujer.

Te está besando una mujer de piernas largas,
que es el centro de la diana a la que todos apuntan
y con la que todos quieren bailar algunas veces al año.

Esta mañana te habrá acelerado el corazón,
al encontrártela despierta, intensa
y destilando vida en cada respiración
mientras tus ojos la miraban tranquilo.

Esta tarde te habrá sonrojado las mejillas
cuando el sol comenzaba a decir adiós
entre los grandes edificios.

Y esta noche te estará sacando a bailar
como nunca lo he hecho yo,
porque le he pedido que por mí
bese la suela de tus zapatos.

Y después cuando se desplomen las horas
sobre tus huesos y tus ojos decidan apagarse
como lámparas en su mesita,
y te acompañe a la cama y admire
cada parte de tu cuerpo desnudo,
le he pedido que también bese por mí
la planta de tus pies sin hacerte cosquillas.

Porque te está besando una mujer a la que conozco,
que hace un año me abrazó a mí en forma de persona
de un metro y setenta y tres centímetros.

Una mujer que es una ciudad,
y a la que le he pedido un favor:
que no te quiera como alguna vez te quisiste, tan poco,
sino que te quiera tanto como yo.

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