Las luces rojas.
Las luces rojas de los coches esta noche me recuerdan a ti. Sigo el trayecto oscuro de la carretera guiada por ellas como si fueras tú y me llevaras a ciegas por tu pasillo con el sentido del tacto a mil. Tus manos aportaban la tranquilidad del mundo en mis hombros; la quietud y el silencio de la naturaleza, la calma de las aves sobre el agua, el fabuloso momento lejos del tiempo de una araña tejiendo sus redes de una rama a la otra. Así sigo la carretera a oscuras guiada por esas luces, y pienso que la ceguera si fuese unida a tus manos sería un poco menos cruda. Si tus susurros en mi oreja pudiesen describirme el mundo, si tu aire pudiera hacerme imaginar cómo el viento mece el mar, la ropa en los tendales, las hojas de los árboles e incluso el pelo suelto. Si en tu tacto pudiese reencontrarme con el tacto de la seda, de la madera, del terciopelo. La ceguera quizá sería menos cruda y la necesidad de volver a verte la echaría de menos. Ahora te con