Las batallitas.

La cicatrización,
el olvido, la aceptación,
la despedida...,
todo es lento.

El duelo
y el paso de la herida,
el cambio de su color,
las lágrimas que ya no brotan
más de una misma.

El dolor en el pecho,
los suspiros por no caber
más vacíos,
por no querer sentir más peso,
no poder sentir más peso,
porque en tu vida soy un espacio de más
del que no te das cuenta
y dejas pasar, perenne.

Unas manos perdidas en los cajones,
una intensidad tan fuerte
que no te haces idea.

Unas ganas de no querer verte
pero de buscarte en los bares,
las calles, las esquinas...

¿Cuánto tiempo se tarda en olvidar a alguien?
A veces, toda la vida.
Otras años, quién lo sabe.

¿Qué puedo hacer mientras tanto?
Mientras veo tus fotos y me entra la pena,
que se desliza por las paredes de mi pecho,
y las mancha del color de mi sangre.

Mientras quiero hablarte y no me lanzo,
mientras respiro tras haber borrado tu número
para no buscarte, para que mis manos no te busquen
de noche antes de que cierres los ojos.

Llevo un duelo en el pecho que callo,
una batalla interna,
a la que me resisto y por la que cierro los puños
y pestañeo de tristeza
y bajo los ojos a veces y suspiro,
porque no me caben más vacíos,
por querer llenarte de vida, amor, cariño,
y que tú no quieras.

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