Primera luna llena.

Yo podría aceptar
que ayer estuvieras con ella,
que pasaras la noche a su lado.

Que la miraras
y no pudieras dejar de sonreír,
con esa sonrisa tan tuya
que eriza la piel,
que enloquece la bomba
que reina en mi pecho.

Que deseases que la noche
durase horas
o días enteros.

Que sintieras la miel en los labios
cada vez que hablase
o le dieses un beso,
y que tus manos
la acariciasen como si fuese de cera
y quisieras hacerte quemaduras
de tercer grado.

Yo podría aceptarlo
porque deseo que recibas amor,
todo el que yo no puedo darte,
y que te llenen la cara de besos
hasta que esté a punto de reventar tu sonrisa.

Lo podría aceptar
aunque mentiría
si dijese que no desearía ser yo
la que te hiciese todo eso
y la que estuviese a tu lado.

Podría aceptarlo,
pero sin embargo,
no podría que anoche estuvieses solo
mirando la primera luna llena del verano.

Que te faltase alguien de copiloto,
que nadie se agarrase fuerte en tu cintura,
que no vieses el reflejo de la luna en unos ojos
y no te volvieras loco por más de un segundo.

Yo no puedo aceptar eso,
que anoche estuviésemos los dos solos,
en dos lugares diferentes
y yo aún así te siguiese buscando
en el bar de la esquina.

Que estuvieses solo
mirando la luna,
y que yo estuviese sola también.

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