Cosas de la edad.

A veces siento necesidades
que ni yo misma puedo cubrir,
que no sé mantener,
ni conseguir hacer posibles.

A veces siento la necesidad
de hablar, de conversar,
de poder decir que me rompo,
que me rompo aunque no se me note,
y que detesto desear algunos de los imposibles
del mundo.

Otras veces siento la necesidad
de que la vida sea de otra forma,
cocinar unidas,
salir, planear viajes,
tener más complicidad,
descubrir el verdadero significado de familia,
pero sólo me siento ahogada
y sola,
entre dos puertas
y su pasillo.

Algunas otras veces
necesito cariño, amor,
besos, abrazos,
respirar y sentirme plena
junto a unas manos
y que en un silencio
se diga lo demás.

Pero entonces mi necesidad
también es que estés
y que de todo lo anterior
seas tú el culpable
o el artista,
porque te he elegido a ti
y no sé bien por qué.

Aunque sí lo sé,
de algún modo,
porque cuando te miro a la cara
encuentro todas las razones.

A veces siento la tristeza
y en lo más profundo
es posible que vaya a estar siempre triste,
pero no quiero eso
así que en lo cotidiano lo escondo
como si no existiera.

Como si todas mis necesidades absurdas
no existieran, nunca las sintiera,
y así es como me descoloco un poco
el peso del mundo
para que duela menos.

Quizá es culpa de mis hormonas
o son cosas de la edad.

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