Hasta que soples y otro inspire.
Digo que no puedo escribir. Que no puedo hacerlo, pero lo hago porque me lo piden a gritos las manos y porque me fascina el sonido de mis dedos bailando sobre el teclado y más si es por estar recorriéndote el cuerpo en mi imaginación. Y debo decirte que a ciertas horas de la noche empiezo a pensar en tus brazos, aquellos que me podrían alzar en peso y mecer como el viento hasta que empezase a soñar. Y empiezo a pensar en tus ojos, aquellos que cambiaría por los míos sólo para que te vieras en los espejos como yo lo hago. Sólo para que entendieras lo que es la paz mundial. Para que así te dieras cuenta de que mirar tu sonrisa es entrar en trace y escuchar tu risa, comenzar a convulsionar. Sólo para que así te dieras cuenta de por qué cuando te tengo delante... el corazón se me sale, y te tengo que esquivar. Porque lo tuyo no es simple magia, de esa que se utiliza para estafar o convertir en fuegos artificiales los ojos de los niños. No, lo tuyo no es simple ma