Sus ojos, manos, labios y brazos.

Si no dejo de escribir sobre sus ojos,
sus manos, sus labios y sus brazos
es porque no puedo acceder a nada más de él.

Porque es lo primero que me atonta cuando le veo,
porque no puedo verle los lunares,
ni los dientes, ni el ombligo.

No puedo verle la espalda ni descubrir su tacto,
no puedo verle ni los dedos de los pies,
ni descubrir si tiene pecas o cicatrices.
O cosquillas en los lados.

Porque sus ojos, sus manos, sus labios
y sus brazos son lo único que me deja ver
y con tan sólo enseñarme eso,
ya me ha conquistado.

Porque ojalá Bernini hubiese visto sus brazos.
Pagaría lo que fuese por tenerlos esculpidos en mi cuarto
y no tan lejos con él.

Y porque toda revolución empieza con mirarle a los ojos.
Y porque no necesito beber, sabiendo que quien me embriaga es él.
Y no sé qué me puede hacer más daño.

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