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Un pájaro herido

Antes sentía que mis raíces estaban muy alejadas unas de otras y que era cierto. Se alejaron hace muchos años, cuando aún comprendía menos las cosas. De esa grieta me recuerdo encogida hecha una bola, en la cama llorando, con música en los oídos mientras la felicidad, el hilo de unión, el núcleo y todos los recuerdos de infancia a color se desvanecían como polvo ante los portazos de los gritos. Me di cuenta de que los domingos no serían nunca más domingos, que habría que reformularlos. Buscarles otra salida. Cambiar el dolor de sitio, colocarlo en un lugar donde encajase, donde no hiciese daño. Y a pesar de aprender a vivir con las grietas familiares, de aceptar que nunca más será lo mismo, que siempre estaré en un pasillo... Siempre... Ahora me siento un pájaro herido. Tengo un ala rota y trato de echar a volar pero no puedo. Tengo un ala rota y ahora recuerdos de futuro de color gris que aún no he vivido. Por supuesto que estoy triste, pero algún día habr

Si quieres.

Si quieres podemos tumbarnos en tu cama, me puedes abrazar como lo haces por las noches, como si yo fuese un pez enorme y tú me atraparas con los brazos porque te faltan manos. Y me atrapas, no para matarme aunque sí me des mordiscos; sino para que no me lleven, no me caiga, no me haga o hagan daño. Y yo me quedo en ti, dentro de tus brazos, entre tus manos y tu pecho, y siento que formo parte de tu sangre y me envuelvo de tu aroma. Y me quedo en ti, no retenida, sino en calma; enamorada de tu abismo, de la forma de tu cuerpo, de tu caracola. Si quieres podemos tumbarnos en tu cama y quedarnos dormidos; o respirarnos despacito mientras nos llenamos de caricias. También podemos permanecer despiertos en nuestra nube de cariño, en mi sueño de tenerte, y dar vueltas hasta besarnos por completo los cuerpos. Podemos hacerlo mientras se escapa el verano caminando descalzo por la orilla, mientras se aleja y da la espalda al ocaso. Mientras los niños y sus fam

A todas horas.

Sé que te echaré de menos si no estás porque ya lo he hecho otras veces incluso horas después de haber despertado a tu lado. Te voy a echar de menos si no estás este verano, por eso espero que estés, aunque no sé por qué me seguirías eligiendo a mí entre todas las flores que rodean este mundo. No sé cómo te echaré de menos, pero sí por qué, sí cuándo, sí cuánto, por supuesto. Si ya te echo de menos por no haberte sentido estas dos noches, por no haber sentido tu pecho de lobo, tus párpados de niño cerrados ni tu silencio en la profunda oscuridad de la noche. Más te echo de menos si no te siento en mi costado, y lo escribo porque no estás aquí, y porque me falta el aire que no me estás dando y que me das cuando me miras, me hablas, tocas mi pierna y me haces temblar despacio. Y todo es porque pienso en ti y respiro tranquila, y no quiero echarte de menos, pero te siento en falta todo el tiempo, todo el tiempo, a todas ho

Mientras llueve.

Es de noche, y mientras llueve, a mi lado, haces de tu cama el paraíso. No necesito nada más que ésto, pienso y lo confieso, nada más que tus brazos alrededor de mi cuerpo. Y no concibo que nunca alguien antes te haya dicho cuánto llenas; tu cama sin ti parecía un planeta olvidado y vacío. Y frío, pero entonces vuelves y ahora sé que el invierno no existe si comparto cama contigo. Porque pegas tu pecho al mío y me incendias de ganas, y me abrazas por la espalda, me respiras en el oído, y la cama arde y encuentro la paz en nuestras piernas enredadas como si fuésemos árboles que se dan cobijo. Porque llenas los silencios de caricias y a oscuras nos encontramos sin necesidad de tantearnos porque ya nos conocemos. Nuestras bocas se hablan con besos, nuestras lenguas se leen en idiomas nuevos y en mi pecho crecen flores cada vez que me tocas. Siento mi corazón expandirse, las letras que forman un te quiero salirse de mi boca. Te veo besar mi ombligo

La cura.

Esta noche no estás y sólo sé que te echo de menos. Hay un dolor dentro de mí entre las costillas y el vientre, desfilando algunas veces por mi abdomen. A veces aparenta desaparecer hasta que se intensifica, y yo tan sólo quiero estar envuelta por tu manto de caricias con el que me cubres algunas noches. Cierro los ojos y te recuerdo, intentando no quererte como te estoy queriendo ya. Cierro los ojos y viajo a tus labios, que siempre recorren con el amor del mundo mi ombligo, mi tripa, e imagino que me curas a distancia con besos invisibles.

Las luces rojas.

Las luces rojas de los coches esta noche me recuerdan a ti. Sigo el trayecto oscuro de la carretera guiada por ellas como si fueras tú y me llevaras a ciegas por tu pasillo con el sentido del tacto a mil. Tus manos aportaban la tranquilidad del mundo en mis hombros; la quietud y el silencio de la naturaleza, la calma de las aves sobre el agua, el fabuloso momento lejos del tiempo de una araña tejiendo sus redes de una rama a la otra. Así sigo la carretera a oscuras guiada por esas luces, y pienso que la ceguera si fuese unida a tus manos sería un poco menos cruda. Si tus susurros en mi oreja pudiesen describirme el mundo, si tu aire pudiera hacerme imaginar cómo el viento mece el mar, la ropa en los tendales, las hojas de los árboles e incluso el pelo suelto. Si en tu tacto pudiese reencontrarme con el tacto de la seda, de la madera, del terciopelo. La ceguera quizá sería menos cruda y la necesidad de volver a verte la echaría de menos. Ahora te con

Existes.

Existes, y por eso no tengo que imaginarte y por eso agradezco que existas. Porque eres palpable y en tu tacto encuentro colinas y bosques de encinas y muchos peleteros vestidos de otoño con las hojas tan rojas como el fuego que reside en ti. A lo lejos cuando me tocas veo el mar y cuando me pintas besos lentos en la cara y en el cuello siento que las olas acarician mis pies en la orilla. No necesito imaginar tu olor porque lo recojo en mis manos haciendo con ellas un cuenco, como si tu olor fuese agua y se lo llevase a cien canarios sedientos que me miran con tus ojos. Porque así me encuentro a mí cuando me duermo con tu aroma en mis muñecas y cierro los ojos y siento que te siento, que tu cuello está a milímetros de mi boca, que tus manos están a un suspiro de encontrarse con mis manos. Así me encuentro entre las sábanas a mí, como una niña feliz en su cama-nido por tu culpa; aunque la única culpa que tienes es cubrirme el pecho de flores en pleno o