Un pájaro herido

Antes sentía que mis raíces
estaban muy alejadas unas de otras
y que era cierto.
Se alejaron hace muchos años,
cuando aún comprendía menos las cosas.

De esa grieta me recuerdo encogida
hecha una bola, en la cama llorando,
con música en los oídos mientras
la felicidad, el hilo de unión, el núcleo
y todos los recuerdos de infancia a color
se desvanecían como polvo ante los portazos
de los gritos.

Me di cuenta de que los domingos
no serían nunca más domingos,
que habría que reformularlos. Buscarles otra salida.
Cambiar el dolor de sitio, colocarlo en un lugar donde encajase,
donde no hiciese daño.

Y a pesar de aprender a vivir con las grietas familiares,
de aceptar que nunca más será lo mismo,
que siempre estaré en un pasillo... Siempre...

Ahora me siento un pájaro herido. Tengo un ala rota
y trato de echar a volar pero no puedo.

Tengo un ala rota y ahora recuerdos de futuro de color gris
que aún no he vivido. Por supuesto que estoy triste,
pero algún día habré aprendido algo de todo esto.

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