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Mostrando entradas de mayo, 2017

A veces ocurre.

A veces ocurre, que se te escapan las manos hacia alguien que no lo merece, y lo compensas escribiendo sobre recuerdos e ilusiones que nunca verán la luz. Y te agarras las manos como puedes para que éstas no se escapen, como animales en celo que llevan el descontrol en sus carnes. Y por mucho que lo intentas, que pretendes manejar la situación, crear planes, trazar la claridad y comprenderla, ignorar que eres humana, un saco de ganas y el corazón te late, a pesar de ello, porque además reconoces porque sabes que mereces distanciarte de todo aquello que te duele, que te parte, que te asfixia y te encoge; y porque sabes que mereces aproximarte a lo que te hace burbujitas en el pecho, a pesar de ello, a veces ocurre, que por más que te niegues llega un momento exacto del día, un segundo en la noche, en que todo lo anterior que había sido organizado, todos los esquemas trazados aunque parecían claros, por un momento, un segundo, ya no lo parecen. Por un

Y sin embargo no debo.

Yo había conseguido silenciar mis ganas, dejarlas quietas y amansarlas en sus jaulas. Yo lo había conseguido, ya no me mordían en el vientre, en el pecho, en los labios. Había conseguido calmar mis ganas de hablarte, escribirte, morderte, besarte, susurrarte al oído y mirarte de frente. Y ya casi no tenía ganas de besar tu cara, y ya casi no pensaba en tu niño dormido, y ya casi no soñaba contigo. Y algunas noches me invadías, me asaltabas las costillas, y volvía a caer en tu boca como si hubiese rozado con el pie el borde de la rayuela y los niños siguiesen jugando descalzos, riendo a lo lejos, viviendo su infancia como si estuviesen relamiendo un caramelo. Y ya no continuar los números hasta perder la consciencia, me parecía imposible. Pero ya casi no quería abordarte con los brazos, ya casi no pensaba en lo mucho que me gustaría verte y en que eres inaccesible, ya casi no quería llorar al verte en una nueva fotografía. Pero entonces, de pronto la vida

No te esperaba.

Yo no te esperaba, y nada me recorría el cuerpo con los pies descalzos, ni un leve escalofrío, ni un nerviosismo insoportable ni insectos revoloteándome hasta la garganta. Yo no te esperaba porque muchas veces te he esperado; he imaginado tu sombra, tu cuerpo sentado, tu espalda, tus ojos entre las luces del fondo, porque mi mirada siempre te busca aunque sepa que no vas a estar. Y deseé arrancarme el minutero y las agujas y tu presencia de mi pecho, y esto último no pude, y lo otro tampoco; pero esa noche yo no te esperaba porque habría jurado que la vida no nos iba a juntar tan pronto. Pero de pronto, bajaste los peldaños y te cruzaste de frente y nuestras miradas chocaron y no recuerdo nada más, si nuestras sonrisas también; y nuestras almas. Mi cuerpo se movía por mí automatizado hacia tus brazos, yo entonces no era del todo consciente. Recuerdo que te abracé como si fuese una niña y tú fueras mi héroe, como si me hubieses salvado y encontra