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Mostrando entradas de abril, 2016

Es su boca un diccionario.

Es su boca un diccionario y una gala de celebridades. Un diccionario de un idioma que aún nadie conoce. Las palabras, nuevas, se desenfundan el traje de burbujas y se despliegan en letras que se visten de etiqueta y brillan, porque están llenas de diamantes. Cuando va a decir una frase, antes la piensa y la ordena en el vestuario donde las letras se maquillan y se arreglan. Se preparan una tras otra y pasean en fila india agarrándose a la de delante convirtiéndose en palabras para no perder el orden. Conforme habla, las letras danzan con elegancia y sus trajes de gala por la alfombra roja de su lengua, flasheadas por el brillo de sus dientes. Y son estrellas desconocidas que aún nadie entiende pero que suenan diferente porque es su boca un diccionario y una gala de celebridades que nadie quiere perderse. Porque las palabras no suenan igual si salen de su boca, ni se parecen.

Le quiero y le odio a la vez.

No me digáis que no le quise porque adoré el lunar de su cara hasta convertirlo en mi luna. Morder su barbilla, besar su nuca, soplarle las pestañas, acunarle los sueños y entregarle las estrellas una a una. No me digáis que no le quise porque siempre volvía y daba igual adondequiera que fuese, que ya no volverá a hacerlo. Querer que me complique la vida y a la vez tapiarme los sentimientos, para que no entre ni salga nada. Y cuando digo nada, es nadie. Porque él antes volvía y eso nadie lo hace, y por eso le odio y le quiero a la vez.

Tu corazón es casa.

Dime cuántas veces he jugado al juego que jugábamos de niños, convirtiéndolo en un juego de mayores. Cuando los dientes se nos caían y las pupilas nos brillaban de más, dime cuántas veces he jugado a taparme los ojos y correr en círculos hasta llegar a ti. Y ahora que soy un poco más mayor porque el corazón me ha crecido y tú a su mismo son volviéndote gigante, dime cuántas veces he jugado a taparme los ojos y correr en círculos hasta llegar a tu piel poniendo las manos en tu pecho y gritando "casa" hasta que me oyeran los vecinos. Y si quieres te digo cuántas veces he jugado y he sentido en él el mareo provocado por el vértigo de mirarte a los ojos y verme en su reflejo, como si fuera una hormiga, diminuta, y me estuviese preparando para entrar dentro de tu cuerpo como si aquella fuese la misión más revolucionaria de todos los tiempos. Dime y si quieres te digo que alguien va diciendo que el corazón es una puerta que se abre y se cierra a gusto de

Para que no lo hicieras tú.

Necesité bailes y faldas de vuelo, y me sobraron ganas de llorar. Necesité olvidar lo que era un beso, la danza de tus labios al hablar. Necesité escuchar canciones tristes, partirme el alma y no salir. Y aunque lo hice por instinto, por inercia y corazón, todo lo hice por no caer en ti. Necesité borrones sin cuentas nuevas, tachar segundos de mi reloj para que el tiempo pasara y me diese cuenta. Necesité ponerme triste cuando quería estarlo para romperme por mí misma y... Para que no lo hicieras tú.

La vida es eso.

La vida es eso. La vida es un paseo de domingo a pleno sol en mediodía, encontrar la calma del mar en unos ojos que te miran, sonreír por el color carmín de las mejillas y al escuchar la risa, inspirar. Retener todas las fuerzas con las que las olas arrasan en la orilla y que los pulmones brillen por tener incrustados pequeños fragmentos de sal. Llevar un barco interno, controlar el timón uno mismo y llevarte a ti como bandera, clavado en el corazón como si estuvieses a la deriva. La vida es eso, y mucho más.

Sólo sé escribir triste.

Quiero llorar y me faltan pulmones para retener aire porque tú ocupas mucho sitio. Y bebo agua porque este corazón arrugado no se hidrata aguantándome las ganas por culpa de esta soledad. La soledad de no tener a nadie para escucharme, abrazarme, quererme. Nada. Ni no soy yo, quién. Si fueses tú, cuándo y dónde. Siempre escribo triste y siempre escribo sobre ti. Quizá porque no sé escribir feliz, sólo triste. Quizá porque sólo así sepa ser. Y aunque no sea excusa, quizá tú tengas parte de culpa o quizá la culpa de todo. Y quizá, o no sé porque todo se tambalea tanto que no sé nada ya. Sólo que tú no estás y la vida no está para pedir cosas. Aún menos personas. Es que no.

Yo antes no salía.

Antes no salía ni tampoco estaba dentro de mis planes hasta que te descubrí un sábado cualquiera. Recuerdo que una noche te abracé y después tú lo hiciste más fuerte apretándome contra tu caja torácica y rodeándome con tus brazos de Dios del Olimpo. Recuerdo que sentía mi pulso en mis oídos pero no tu corazón, no tus latidos; ni sístole ni diástole. En ese momento pensé que deberíamos vernos más, también sentirnos y oírnos. Dejar que nuestros cuerpos se deleiten con palabras y gestos mientras nuestros ojos se miran como dos luceros fijos, embobados porque nunca antes habían visto nada igual. Pero cuando te veo me entra taquicardia, y cuanto más cerca te tengo más me cuesta respirar. Y no sé cómo eres capaz de arrebatarme el oxígeno sin mirarme ni cruzar palabra con mis labios. No sé cómo eres capaz pero me pesa el corazón cuando te hablo y veo que no sientes lo mismo y me muero un poco más. Nosotros que podríamos hacer de esta cama un paraíso y que esta vid

Y tú tan seco.

No podrías ser el clavo ni aunque quisieras, porque no existe herramienta que te saque de donde estás. Tienes reservado el ático de mi alma y no lo estás sabiendo aprovechar porque me cortas las alas. Pero soy un pájaro con ansia de libertad que imagina cuánto cielo debe haber en tus labios. Así que soy el pájaro que abre la ventana y se tira pensando que vas a estar debajo por si caigo, o vas a estar arriba por si echo a volar. Como quien se tapa los ojos con las manos porque no sabe dónde esconderlas y ya ha tirado todas las piedras y no queda tiempo, ni siquiera quedan fuerzas para algo más. Me tiro a la piscina tantas veces que me arrepiento la mayoría, pero casi siempre suele ser un poco tarde para echarse atrás. La piscina está tan llena de agua que el frío se me agarra a los pulmones. Y mientras yo tan empapada, tú tan seco.

Eres para tanto.

Soy un cúmulo de amores imposibles. No intentes entenderme, el ayer es hoy todavía. El mañana un futuro descuidado sin sonrisa ni tus formas de moverte entre las luces de la lejanía. Soy un cúmulo de amores imposibles y tú sí eras para tanto. Y aún lo eres. Yo por ti sería un acto de rebeldía en la más pura paz mundial de tus ojos, aunque me costase la vida contarlo meses más tarde. No sé sobre qué estoy escribiendo, se me escapan las manos deseando jugar con las tuyas, pero sí sé que es sobre ti. Eso no ha cambiado después de tanto tiempo. Aún te sigo viendo entre los agujeros de los sueños. Esos rotos que dejan pasar la luz mientras mi corazón se tiñe de un color carmesí. El otro día te quise hablar y se me fue la vida en un suspiro de tus labios, y estaba yo pensando sobre esas cosas que uno no dice pero las piensa mucho rato. Y las calla, y las escribe cuando no puede más. Y el otro día, al preguntarte "¿qué te sobra?" aún en bajito te s

El sexo de la risa.

Irene dice que existe, incluso escribió un libro, por eso creo que tiene sentido que todo esto te lo diga aunque nunca te lo diré. Te pienso hacer reír hasta que te duelan las mandíbulas y al día siguiente al hablar, del dolor me recuerdes. Que te duelan tanto que vamos a pensar que existe el sexo de la risa y que nosotros hemos sido todo este tiempo vírgenes. Te voy a hacer reír, que bailar ya lo haces solo, porque aún no me conoces.

Lleva dos noches lloviendo.

Lleva dos noches lloviendo. No sé si estarás durmiendo en tu cama o esta noche duermes con otra o con "ella" o estás deshaciendo el amor. Permíteme decir que sólo el amor nos haría a nosotros. Así que no sé dónde estás y no sé si quiero saberlo. No sé de qué color es tu pijama, ni siquiera cuál es tu color favorito. No sé si tienes hermanos y compartís sueños cuando estáis dormidos, no sé si estás durmiendo ahora, y estás solo, y tienes frío. No sé cómo llevas la barba, tampoco si la has afeitado o si pareces un vikingo. Ni siquiera sé a qué sabe tu boca ahora mismo, si a menta, fresa o eucalipto. No sé a qué huele tu cuello, no sé si estás vestido o duermes desnudo dejando al descubierto tu ombligo. No sé de qué color son tus ojos ni cuántas guitarras tienes, ni a qué hora te sonará la alarma mañana ni en qué piensas cuando abres los ojos. Ni qué te quita el sueño, ni con qué soñaste anoche ni con qué lo haces ahora. Y me pregunto si alguna vez

Toda esta locura.

Dime cómo se le llama al hecho de buscarte en cada esquina al cruzar, en cada coche que se acerca y acelera o frena y me cede el paso. En cada portal al que me aproximo, en cada playa que piso, en cada bar por el que paso sabiendo que no vas a estar. Dime cómo se le llama al hecho de jugar a tratar de identificarte entre las sombras de los desconocidos, al hecho de esperarte en cualquier lugar sabiendo que no llegarás. Me estoy volviendo experta en esperarte con el corazón taquicárdico perdido sin motivos, porque tu mirada no está cerca y aún así me remueve un cierto nerviosismo. Me estoy volviendo experta en imaginarte entre fumadores donde ni siquiera hay humo, donde ni siquiera nadie fuma, donde ni tan siquiera alguien pide fuego. Me estoy volviendo experta en volverme loca por alguien que no me llama, que no me escribe, que no me escucha. Dime cómo se le llama a todo esto. Dime cómo. Y al menos ponle nombre a toda esta locura.

Personas-tesoro.

Creo que quien bien te quiere, te hará llorar de la risa y ella lo hace hasta el punto en que es extraño. Puedo resumir su nombre en una letra pero a ella es imposible definirla en tan sólo una palabra. Ella, que es musa como la noche, como la luna por la magia que desprende con tan sólo un pestañeo. Musa de Leiva y mar de su capital, musa de Carlos en el reino de Antoni que le dedicó una calle infinita como sus piernas y un libro -puede que el más especial-. Ella que es esa luz que no necesita interruptor ni recargarse con luz solar porque haya oscuridad o luz sigue brillando. Esa luz que un día te encuentras y ya no vuelves a estar a oscuras por completo nunca más porque nunca se apaga. Ni estando lejos. Porque en los días grises ella hace que el sol salga, y que brille incluso cuando llueve; y el arco iris no es más que otro puente de tantos que nos comunican y nos mantienen cerca a pesar de la distancia. Porque además de ser persona, maga y puente;

Aquel profundo sueño suizo.

Me habría gustado quedarme a vivir en su boca. Sus dientes no eran perfectos, no seguían una línea recta pero con ortodoncia habría perdido su esencia. Me pidió perdón por no poder poner tildes y me enviaba guiños que hacían que me derritiera. No me dio tiempo a fijarme en sus manos porque me caló como cala la lluvia en primavera con tan sólo hablarme en castellano; también lo habría hecho en alemán. Y es que hablaba en su español aprendido, despacio, poniendo orden en su cabeza para no cometer errores cuando yo todos se los habría perdonado. Le brillaban los ojos como si alguien estuviese lanzando fuegos artificiales dentro de su cuerpo y me cegó por completo con su eclipse total. Había un silencio entre palabra y palabra y podía ver cómo cada letra pasaba por su lengua en fila india de una en una agarradas por la espalda sin perder al compañero. Cada vez que me escribía a lo extenso el corazón se me hacía agua pero caí de aquel profundo sueño suizo, de a

¿Qué vamos a hacer?

¿Qué vamos a hacer? ¿Qué estamos haciendo? ¿Qué va a ser de todos los besos  que no nos estamos dando?  Que se están muriendo de frío por no entendernos, que por no entenderte me estás matando. ¿Qué vamos a hacer? Nos estamos erosionando como montañas sin la necesidad de tocarnos cuando deberíamos fluir como ríos, dejarnos fluir,  y querernos como antes. Como antes y ahora no. O ahora sí y no lo sé. No sé si me quieres, no sé si yo lo hago por los dos. Dices que sufres pero no te mueves, te quedas ahí en el mismo sitio anclado, taciturno, cobarde cuando yo quiero  que te muevas, y bailes y lo pienses, y después de pensarlo mil veces me digas te quiero. Este no saber qué hacer, de querer tenerte cerca y no poder me está afectando más de la cuenta y ya siento que no puedo. Que no puedo más y tú no entiendes. O no quieres entender. Que tus manos están perdiendo los trazos, las huellas dactilares, los caminos, de n

La última vez -que nunca es la última-.

La última vez nunca es la última si se trata de escribirte. De describirte al observarte, imaginarte en cualquier lado, admirarte con los ojos y dibujarte con palabras. Nunca se me ha dado bien llevar un pincel sobre la mano, prefiero llevar una cámara y llenarte de fotos el cuerpo como si besos se tratara. Pero el erotismo de trazar las curvas de tus brazos desde tus clavículas desnudas me conmueve, tanto o más que fotografiarte tantas veces hasta que las fotos se muevan calcando tu formas de moverte entre las sombras. No habría hecho mal al rechazarte esa copa si te hubiese pedido a cambio, que compartieses tu boca conmigo. El alcohol habría sabido fantástico, y mi lengua habría bailado con la tuya hasta perder el ritmo y el equilibrio. Me oprime la impotencia de querer morderte con los ojos. De querer encontrarte las ganas enredada en tu barba, encontrarte las cosquillas y clavar en ellas banderas; sentir las ganas de no querer soltarme en tu mandíbula y las

Toda la culpa es tuya.

Toda la culpa es tuya y toda la culpa la tienes tú; lleva tu nombre y apellidos y se calza tus zapatos. A veces empieza por el pie izquierdo y se pone de mal humor. Se peina lentamente los cabellos, y cuando no, los lleva al viento libres y enredados. Lleva el corazón como diadema y camina dejando por la calle el rastro de tu olor. Toda la culpa la tienes tú y toda la culpa es tuya por llenarme los oídos de palabras y los ojos de amapolas. Por mirar a todos lados con la mirada estrellada y sonreír como un niño cuando le entregan su regalo tan esperado. Por tener los ojos como el cielo en la noche de San Juan y hacer que quiera vivir en tu boca. Por ser arte en todas tus formas desde las pecas invisibles a los meñiques de los pies. Y por eso toda la culpa es tuya y toda la culpa la tienes tú; por morder con tus dientes y sonreír con tus labios.

Digo.

Digo que no quiero volver a verte pero me recorre un escalofrío al pensar que puedo hacerlo. Y digo que no te quiero ver pero espero que aparezcas, y no apareces y me entristezco. Digo que no quiero volver a hablarte y finjo que no quiero que lo hagas, pero espero a que me escribas, y espero y no lo haces. Y espero y me derrumbo. Digo cosas que no debo, callo todo lo que debería gritarte. Escondo todo lo que es un no pero sí, me muero por todo lo que quiero que sea sí y es un no. La taquicardia empieza a tocarme la percusión en el corazón y me derrito lentamente por tus pasos que están lejos y te busco entre las sombras y no te encuentro, y antes de encontrarte me voy. Cuando pienso en ti siento que mis pulmones están encarcelados, que me falta el aire, que te lo has llevado. Cuando pienso en ti se me hace un mar los ojos y la orilla se me aleja de la cara, y no hago pie y está muy hondo. Cuando pienso en acercarme siento que te desintegras si te roz