Le quiero y le odio a la vez.

No me digáis que no le quise
porque adoré el lunar de su cara
hasta convertirlo en mi luna.

Morder su barbilla,
besar su nuca,
soplarle las pestañas,
acunarle los sueños
y entregarle las estrellas una a una.

No me digáis que no le quise
porque siempre volvía
y daba igual adondequiera que fuese,
que ya no volverá a hacerlo.

Querer que me complique la vida
y a la vez tapiarme los sentimientos,
para que no entre ni salga nada.

Y cuando digo nada,
es nadie.

Porque él antes volvía
y eso nadie lo hace,
y por eso le odio
y le quiero a la vez.



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