Hasta que soples y otro inspire.

Digo que no puedo escribir.
Que no puedo hacerlo, pero lo hago
porque me lo piden a gritos las manos
y porque me fascina el sonido de mis dedos
bailando sobre el teclado y más si es por estar
recorriéndote el cuerpo en mi imaginación.

Y debo decirte que a ciertas horas de la noche
empiezo a pensar en tus brazos,
aquellos que me podrían alzar en peso
y mecer como el viento hasta que empezase a soñar.

Y empiezo a pensar en tus ojos, aquellos que cambiaría por los míos
sólo para que te vieras en los espejos como yo lo hago.
Sólo para que entendieras lo que es la paz mundial.

Para que así te dieras cuenta de que
mirar tu sonrisa es entrar en trace y escuchar tu risa,
comenzar a convulsionar.
Sólo para que así te dieras cuenta de por qué
cuando te tengo delante... el corazón se me sale,
y te tengo que esquivar.

Porque lo tuyo no es simple magia,
de esa que se utiliza para estafar
o convertir en fuegos artificiales los ojos de los niños.

No, lo tuyo no es simple magia. Es algún tipo de brujería extraña
que mi corazón no es capaz de descifrar ni de encontrarle los trucos
porque juegas en otra liga y te divierte hacerlo.

Hacer que, sin la necesidad de tocarme, me conquistes con las manos;
y me conmuevas hasta escribirte libros enteros que no vas a leer jamás.

Espero que sepas que las estrellas no se moverían
si pudiese mirarte fijamente a los ojos; y que no me importa
que no me des las buenas noches, siempre y cuando me las hagas.

Y espero que sepas que a ciertas horas de la noche
empiezo a pensar en hablarte y me tengo que alejar.
Y que seguiré escribiéndote mientras trato de olvidarte
hasta que tú soples y otro me vuelva a inspirar.

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