Quizá me muera de ganas.

Quizá me muera de ganas
de encontrarte de pronto
y de preguntarte sobre el paraíso,
el norte y sus vacas;

y que por tu lengua pueda ver
las olas, las montañas,
los bosques y sentir
la frescura de mi infancia
en tus ojos encendidos.

Imaginar mientras me miras
y me hablas,
y tu boca se abre y se cierra
como si estuviese bailando para mí;
el acento acariciando tus oídos.

Imaginar
mientras me cubres con tus brazos
y me besas en la cara
como si acercase los pies a la orilla
y la ola me saltase hasta las piernas de golpe
-porque ojalá siempre me asustes de ese modo-.

Imaginar entonces el Cantábrico mojándote los pies,
su agua congelada y tu porte;
imaginar cómo eres,
qué cara pones
cuando tu niño pequeño se muere de frío
y tu hombre adulto se hace el valiente.

Imaginar que has vaciado el aire de tus pulmones
y le has dado de comer a los bosques
que mantienen verde el paraíso.

Porque ahora sí es un paraíso;
te está besando mi infancia,
te están comiendo a besos mis veranos,
aquello que durante unas semanas siempre llamé hogar.

Quizá me muera de ganas de decirte
que me encantaría recorrer contigo
las fiestas del pueblo,
bañarme en Salinas,
verte salir del agua y cubrirte con una toalla de besos;

ser quien te desentapona los oídos
cuando pases las montañas
con palabras dulces
y te quieros.

Quizá me muera de ganas de decirte
que me encantaría soñar a tu lado
con vivir en pueblos pesqueros,
estar rodeados de calma,
de azul cielo
y de tormentas que
se despejan sobre la cama.

Quizá me muera de ganas
de rodearte con un acento,
hacerte reír a carcajadas.

Y lo peor de todo,
y que nunca te diré es,
que desde que estás allí sí es el paraíso;
y que escucharte hablar sobre él
mientras me miras,
lo estaría reafirmando
porque saldría de tu boca.

Comentarios

Entradas populares de este blog

En el centro.

Por escuchar tu voz.

Las batallitas.