Todas aquellas cosas que no van a pasarnos y nos están pasando ya.

Esta mañana el aire me acariciaba la cara
y yo sentía paz y quería dormir al sol
aunque me abrasase
por sentir la necesidad de que el viento
me silbara en el oído
y se deslizara por mi piel
devolviéndome a la infancia,

de cuando era niña
y mamá me llevaba en moto a la piscina,
y yo me agarraba a ella con fuerza
rodeando su cuerpo con mis bracitos
mientras estaba sentada detrás de su espalda,
la que ahora admiro con cariño
con los mismos ojos con los que yo supongo
ella me miraría la primera vez que un señor
o una señora desconocida en el hospital
me llevó a sus brazos.

Y es que ayer hablando de recuerdos con el resto
de la familia,
desenvolví los míos de aquellas tardes
de las que sólo recuerdo eso,
la sensación de felicidad
cuando el aire me acariciaba la cara.

Yo podría haber recorrido así el mundo, mamá,
y mis veintidós años también,
toda mi vida si hiciese falta,
tras tu espalda y agarrada por tu cintura
y, por supuesto, con los ojos cerrados.

Después, de pronto,
mi abuelo me ha dicho una cosa,
una de esas frases que ya le dejan a una pensando
para el resto del día;
pensando en ti, concretamente,
aunque la frase en aquel momento
no debiese conducir a ti;
ni en aquel momento ni nunca.

Y es que, lo que ha sucedido,
es que mi abuelo me ha dicho que les pasara
a mis amigos una foto de él y las gachasmigas
que acababa de hacer
con su delantal invisible de chef,
él todo orgulloso.

Ha sido entonces cuando he sentido un abrazo
de una ausencia que no suele rondarme,
sólo cuando pienso en ti
y todas aquellas cosas que no vamos a ser capaces
de sentir, ni vivir, ni hacer juntos.

Todas aquellas cosas que van a descansar
arrinconadas en baúles,
cogiendo polvo, entre telas y juguetes rotos
y quizá algún que otro recuerdo material
que te traiga todavía más a mí.

He pensado entonces
que ojalá yo pudiese informarte
de todas las cosas que me suceden,
y que tú también lo hicieras.

Que yo pudiese enviarte esa foto
y rieras y mi abuelo riese con tu respuesta
por suceder dentro de él dos reacciones
en cadena: una que me haces feliz
y otra que le haces feliz
porque haces feliz a su nieta
y porque se siente orgulloso,
de ti y de lo que englobas
y llenas de cariño
y cuidas como nunca nadie antes;
orgulloso como después de haber
cocinado sus gachasmigas.

Que yo pudiese contarte
mis estados de ánimo,
mis sueños, mis miedos,
mis propósitos,
mis complejos
y mis ganas del mundo
y de ti.

Y por eso he sentido
que todas aquellas cosas
que no van a pasarnos
me abrazaban
como si quisieran cobrar vida
y ellas mismas también se sintieran tristes.

Como si quisieran suceder
y te tirasen de las mangas,
te tirasen de los canales de los pantalones,
de los cordones de los zapatos,
del pelo;
pero nunca de las manos para escribirme.

Y quizá es porque
todas aquellas cosas que no van a pasarnos
son todas las que debo recordar
porque nos van a pasar,
que no tendremos ni un presente ni un futuro,
y que podríamos haberlo intentado,
y que tú no quisiste
porque no estaba en tu camino verme de ese modo,
atravesada desde la garganta hacia tu corazón.

Son todas aquellas cosas que no van a pasarnos
las que nos van a pasar
y las que nos están pasando
porque no pasan.

Y por más que se traten de ilusiones enmohecidas
y evaporadas
me hacen sentir,
y aunque me abrase de pena
por no poder cumplir los sueños contigo
ni los años,
me dormiría aquí mismo sobre tu nombre
y tu ausencia
y el recuerdo de la forma de tu cuerpo que florece
mis recuerdos porque te siento como aire
que me acaricia la cara
y me transporta a cuando era niña
y deseaba viajar en moto
hasta el fin del mundo
tras la espalda -tan ansiada por que sea heredada-
de mamá.

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