Despacito.

"Despacito", dice todo el mundo,
y a mí se me viene a la boca tu cuerpo,
se me vienen a la boca tus ojos
y me arde la boca,
y yo finjo, que no me duele
y que el olvido está cerca.

Y que el olvido es un favor
que le hacen a una y a uno;
un favor que atraviesa y escuece
que se desencaja y pincha
y agujerea como un valiente punzón.

"Despacito" dice todo el mundo,
lo cantan los niños,
lo dicen los altavoces de las tiendas,
de los autobuses, de los coches.

Y tú sonríes en las fotografías
y tu boca me dice otra cosa;
y yo te pienso sin querer pensarte
y mi cuerpo me dice otra cosa.

Otra cosa que no es "despacito",
sino "calma, que tú puedes".
Porque no eres ningún laberinto,
pero yo sí quiero bordearte,

acariciarte por dentro las esquinas
y perderme para buscarte
y buscarme entre tu olor
a tientas todo el camino.

Despacito me quitas la venda,
cada vez que me arrastro a escribirte
y no reflejas amor, ni ganas,
ni el mismo nerviosismo que en mí
provocas.

Y me dices que ya lo iremos viendo,
pero no sé con qué ojos,
porque con los míos no;
y no sé si quizás los tuyos
podrían ser capaces
de vernos a nosotros dos
compartiendo más horas
que segundos del tiempo
que se dibuja en tu reloj.

Porque yo te veo en sueños,
en algunos bares,
bajando el último escalón,
en el camino que conduce a tu casa
y que ya no decide seguir el autobús,
mientras yo me aferro con la mirada
sujetando el corazón con ambas manos.

Porque yo sería como el Principito,
que si vinieras por ejemplo a las cuatro,
yo desde las tres no, sino desde antes,
pero mucho.

Porque te llevo esperando,
no desde ayer,
sino desde la primera vez que me sonreíste
y pareciste lanzarme a tus redes;

y hacia allí yo fui nadando
y acabando en un mar inmenso
en el que no consigo encontrarte
y tú te marchas, te aíslas,
sin dejarme ni siquiera migas de pan.

Despacito no me late el pecho
cuando te veo, sino que acelera
como si estuviese compitiendo
para ganar una maratón.

Y despacito tampoco pasa el tiempo
cuando te abrazo y me siento en un lugar
tan cálido, que cuando no te veo
se me quiebra la ilusión.

Por eso me retuerce,
me corroe, se me encoge el alma,
se me irrita el pecho,
cada vez que todo el mundo dice
"despacito".

Porque tú no estás en frente,
porque es una invención;
porque es la época de mirarte más el cuerpo,
más tus formas, de sentirte más cerca
e intentar evitar los vuelcos y acelerones
de mi corazón.

Porque tú no estás
aunque yo te busque;
y porque aunque intente
aferrarme a mí misma,
me lanzo a tus brazos
que no me pueden agarrar.

Que no me quieren agarrar,
porque cada vez que te escribo,
tú pareces mirar hacia otro lado.

Y a mí, después de todo,
el olvido despacito
me resulta insoportable,
pero el mundo se empeña
en morderme la piel con tu nombre
y nunca lo vi todo menos claro...

Pero eres tú quien mueve.
Ahora mismo.
Porque por ahora estoy quieta,
muy quieta, respirando despacito
como si me hubiese movido
como un pobre peón.

Y porque quizá
no es porque actúas lento,
ni porque tienes el corazón cobarde,
ni porque no lo ves.

Quizá es porque no quieres
y porque la venda me la quitas,
me la quito
o se me cae
despacito,
mientras todo el mundo lo dice
y tú no te mueves.

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