Agradezco que no lo hagas.

La playa está gris,
parece que hay una ligera niebla a lo lejos
y en mi cabeza suena Turnedo
porque Ferreiro siempre vuelve,

igual que las olas a la orilla
y a los pies de los turistas.

Y en el fondo agradezco
que no me llames desde las alturas
intentando que escuche
el sonido del viento.

Ni que me envíes vídeos del mar rompiendo,
los árboles bailando en el medio del bosque
ni fotos de calles mojadas
o el cielo azul.

Y tu sonrisa de fondo.
Y tus ojos dulces.

En el fondo me alegro,
que tampoco vayas a dibujar mi nombre
en la arena de todas las playas que pises,
y mucho menos mañana
-que cumplo años-.

Porque entonces,
ya nada podría despegarme de ti.
No sé si sería capaz de desengancharme
la flecha clavada en mi corazón atravesado.

No sé si podría,
por eso agradezco que no te acuerdes de mí,
aunque yo me encuentre pensando en ti
todo el día.

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