La casa 121.

Puedes verme y pensar
que tan sólo soy una chica abrazando una silla,
acariciando unas paredes,
hablando sola entre el silencio.

Yo puedo sentirme.
Me reconozco por dentro
y sé por qué motivo hago lo que hago;
palpo, abrazo, acaricio, beso, suspiro
y susurro.

Porque echo de menos.
Y porque cada vez que entro,
el olor, el silencio, el vacío, el cambio...
Me barren emociones buenas.

Las arrastra, las despeina,
las cambia. Pero todo vuelve al sitio.
El calor, el recuerdo, las manos.

Porque cada vez que entro a este casa,
siento que esta casa es mi abuela.

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