La pizca de luz en tu memoria.

Recuerdo esa manera tuya
de mover las manos.

Te sentabas en -ese- sofá,
ausente, con los ojos puestos
en lo que proyectaba el televisor,
pero sin prestarle atención alguna.

Porque ahí estabas, aunque un poco ausente,
ocupado en mover las manos.

Concentrado en mover los dedos,
como si estuvieras entretejiendo
los finos hilos de tu memoria,
para que no se escapasen los recuerdos
que aún te quedaban.

Los más antiguos; tu juventud,
tu infancia, tu boda, el nacimiento
de tus hijos y tus hijas. Lo guapa que estuvo siempre
güelita y lo feliz que era cuando salía y reía.

Y lo escribo porque lo imagino,
aunque yo nunca tenga esos hilos
por haber nacido tarde.

Te recuerdo concentrado como si entretejieras
esos recuerdos, quizá el hilo que conservaba mi nombre
ya se te hubiese perdido, ido de las manos...

Pero recuerdo cómo me mirabas,
cómo nos mirabas, y había una pizca de luz
en esos ojos. Quizá era eso lo que estaba en esos hilos,
y por eso lo intentaste trenzar siempre,
para que no se fuera.

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