Llenados y vacíos.

Se me llena de veleros la boca
si te pienso, de burbujas los ojos
si te miro.

¿De qué se llenará mi amor el día
que te roce y se junten
tu piel y mi ombligo?

¿De qué se llenará mi vida entonces,
el día que comiences a ser olvido?

¿De qué se llenará esta espera
el día que no te quedes,
el día que me haya ido?

¿Sabrás llenar el hueco entonces,
que entre nosotros hubo?
¿Lo llenarás de pena?
¿Quizá de llanto?

¿Quizá de todas las caricias
que faltaron? ¿Y de amor?
¿Sabrás llenarlo?

Se me llena de angustia
la garganta de pensarlo.
No sé siquiera si podría soportarlo.

A ti te diría que no volvieras a llenarme
nunca, que no volvieras a arraigarme
más las manos.

Que me desocuparas el tórax,
me desvalijaras la columna
y te desenredaras de mis párpados
de plomo.

A ti te diría que nunca más me pronunciaras,
que mi nuevo nombre sería silencio.
Que sería vacío, oscuridad y olvido;
una telaraña diminuta en la esquina de una casa
al borde del derribo.

Y que no te preocuparas por el frío,
que ningún vacío enfriaría tanto como el tuyo
al haberme destrozado las entrañas,
tras haberme llenado como agua
que hubiese entrado a presión
en todos mis resquicios.

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