Libre de ti.

Te he escrito otras veces letras sin sentido,
pero no las has leído, nunca,
ni siquiera como un fantasma
que cruza la alambrada a tientas
con paso sigiloso para no asustar
a quien desea que esté en ese mismo sitio.

Me refiero a mí, después de todo.
Yo te esperaba, pero tú no llegaste.
Yo te escribía, pero tú no leías,
y en cambio sí te removías dentro de mí;
dentro de mi sangre, como si te hubieses
colado no sé cómo ni por dónde
dentro de mi sistema circulatorio.

Y sé que algo en mí funciona,
que no estoy quebrada como el tronco
de un árbol al caer un rayo sobre éste
-como tú me hiciste, porque tu amor de plomo
cayó sobre mi propio peso y mi coraza frágil-
después de todo.

Pero no sé por qué motivo
ni con qué sustento reacciono
para mantenerme sin rozar el suelo
todo el tiempo y abalanzarme
sobre el abismo que crea charcos
tras mis pulmones.

Y por eso sólo pienso que de qué me servirá,
durante cuánto tiempo, si tú no estás aquí.
Si no descansas en mis manos,
no yaces muerto ni vivo en mi pecho,
ni revoloteando como cuando antes
llamábamos magia a todo esto
-y acabaron desvelándose todos los trucos
y saliendo los conejos de sus chisteras de mentira-.

Y nos confesábamos inocentes y sinceros.
También tontos.Yo lo sigo siendo
porque aún no me curé de ti,
de tu presencia arremolinada
enredada a mis dedos;
ni tampoco de tu ausencia
que hasta ahora es cobijo por las noches.

Me pregunto qué es de ti, a todo esto.
Qué haces, mientras tanto.
Mientras te escribo líneas sin sentido
y tú vives como si nada.

Cuánto me gustaría poder correr
haciendo círculos dentro de mí
y encontrarte en cada órgano
y observarte tumbado en cada
vértebra y costilla,
en cada hueso largo, corto y frágil.

Cuánto desearía que no te hubieses vuelto
tan sistémico, astronauta de mi sangre,
pececillo empedernido que se baña
con mi oxígeno y me altera las carnes
hasta desear clavarme cuchillos.

Ahora sé que para ser sin ti,
para no llevarte dentro y sentirte con detalle,
ni siquiera sirven los antídotos.
Éstos sólo te hacen más fuerte.

Que no existe cura externa
para este maleficio,
para esta enfermedad con nombre
y apellidos.

Ahora sé que solo te diluirás
con los buenos recuerdos antiguos,
con los ratos de arte que marcaron la historia
del fuego que arde en mi piel
desde que tengo cinco sentidos.

Ahora sé que te irás oxidando
hasta no dolerme,
y algún día otra lluvia mojará mis carnes
y tú ya no estarás dentro.

Serás el todo en otro cuerpo
y en mí te cederé un único hueco,
que llevará tu nombre
y el fueguito interno que me causas
desde que nos conocimos.

Serás arrinconado, serás la nada.
Mi trocito de nada; y un día volveremos
a mirarnos a los ojos en plena calle,
quizá de lejos, quizá incluso me acaricies
la cara con las manos vacías
y las cuencas de los ojos empañadas
por olvido.

Y arderás lento pero ya no serás llama;
serás un fueguito leve enjaulado en un rincón;
extravasarás otro cuerpo
y yo, mientras tanto, seré libre.

Libre de ti, después de todo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

En el centro.

Por escuchar tu voz.

Las batallitas.