Persecución de dos cuerpos en la noche.

Recuerdo que una noche
seguiste mi mano, y ahora sé
que podría repetir los mismos pasos
hasta llegar a ese abrazo
siempre, siempre, siempre.

Fue tan bonito
aunque tan sólo durase un instante,
que no es de extrañar que dude
de si de verdad ocurrió
o lo soñé.

Aquella noche
tu mano siguió a mi mano
y, mientras tanto,
tu cuerpo bailaba solo hacia el mío
lentamente.

No sé si fue la inercia
o el eco de latidos;
sólo sé que tuve suerte
de tenerte atado a un instante
tan efímero.

Tu cuerpo perseguía al mío,
como un ciego buscando el tacto.
Buscando estar tan cerca
que nos faltase el aire.

Tus manos recorrían mi mejilla,
tu voz buscaba mis oídos
para meterse por siempre en mi cabeza,
formando ondas,
para que no pudiese olvidarte
ni cerrando los ojos.

Y mi pecho,
ya en las puertas de tu carne,
ya pisando con sonrisa traviesa escalón
a escalón, ya correteando por el pasillo
como un niño al que se le caen los dientes de leche;
buscaba tus latidos y tus ojos
para que sólo le contasen verdades.

Deseando que todas esas verdades
terminasen siendo amor.


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