Contigo tampoco pasará.

No recuerdas los días que nos vimos,
las noches que dejamos a medias
por no saber manejar nuestras ganas.

Yo tampoco me acuerdo,
ni siquiera del tacto de tu barba de vikingo,
ni de tu sonrisa ancha que parecía la cuerda tensa
de un equilibrista entre tus dos orejas
cuando nos conocimos.

No recuerdo la comodidad de tu mano
en mi cintura, moldeando mi piel,
dejándome tus huellas en ella sin quiera
saberlo.

No recuerdo tampoco
el tacto de tu barba de unos cuantos días,
con tonos rojizos brillantes a pleno sol
como si fuera un campo de girasoles.

Tampoco del agujero que se te abría en la camisa,
dejando entrever tu pecho ahí dentro,
mientras yo me imaginaba tu corazón.

Las venas marcadas de tus brazos
en invierno, valientes sin frío,
como si fuesen toboganes.

El sobresalto de la piel de mis mejillas
al rozarlas tus labios, con tu aliento
tan cerca que mi corazón
aún estaba en diástole.

Yo tampoco recuerdo nada...
Es tan sólo una ilusión;
a la que también echo de menos.

Como también echo de menos
tener el corazón roto en el acto,
y en sus días post por verte menos
tiempo del que desearía tenerte entre mis ojos;
su fiebre, su letargo, las taquicardias entre horas
y el calor entre los dedos por haberte rozado.

Ahora está todo en un estado putrefacto,
descomponiéndose con el oxígeno
que no comparto; está muriendo a ratos,
y no sé lo que es, pero parece que es olvido
- y me repito -, que lo será hasta que te vuelva a ver.

Y como siempre, no te escribo,
aunque tenga tantas ganas;
porque lo real duele de pronto
pero no pasa nada.

Porque contigo tampoco...
pasará.

Porque todo habría sido distinto
si me hubieras visto con otros ojos
y sentido con otro corazón;
el latido habría sido un relámpago al verme
y nos habríamos entendido con tan sólo
una mirada.

Fui consciente pronto
pero lo sentí de golpe tarde,
y ahora sólo sé que contigo no pasará nada.

Y aunque intente concienciarme,
y escribir sobre tus labios en otras bocas
como si se tratara de heridas que duelen
y se curan de tanto imaginar,
el día que ocurra me dolerá el doble.

Y aunque de nada sirva concienciarme,
seguiré hurgando entre las manchas de tu cuello
porque no sé escapar de lo que me duele;
sólo sé correr hacia el centro del huracán.




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