A ninguna parte.

Habría preferido desearte
un feliz año al oído,
y que tus ojos -con sus pestañas-
brindasen con los míos.

Te busqué con la mirada,
te sentí lejano y escondido;
había cuerpos vestidos de esmoquin,
había pechos encendidos;
había besos, también abrazos,
pero tú no estabas.

Si hubieras estado, te habría dicho:
"Tú bríndame con tus pestañas,
dejemos el alcohol a un lado";
y ojalá que tus manos
en caricias por mi piel se hubiesen
convertido.

Pero no estabas, a eso me refiero.
Nunca estás cuando es importante;
nunca estás cuando te quiero.

Y pensé entonces,
pero horas antes:
"quizá luego en la almohada
me llegue alguna pena".

Y al caer la noche,
llegar a mi cuarto y desnudarme,
pensé que no me lo merezco.

Pienso que si pudiera,
me quedaría con tu risa,
y todo lo demás -te lo juro-
sería desechable.

Pero no estás, no te has ido;
y no te estoy pidiendo que vengas,
no es necesario que te quedes.

Tan sólo pienso que quizá
todo pasa por un motivo,
y quizá esto sea señal
de que no llevará nunca a ninguna parte.

Comentarios

Entradas populares de este blog

En el centro.

Por escuchar tu voz.

Las batallitas.