Margarita.

Si hoy te he visto,
claro que me acuerdo.

Y si digo que te desvisto,
lo digo,
lo hago,
y no miento.

Me acuerdo de la sonrisa
que traías desde la calle Margarita,
la cual por cierto,
me vuelve loco,
hoy y siempre.

Y los ojos con los que mirabas al mundo,
a la vida.
A mi mundo,
tú,
vida.

Me acuerdo de tus suspiros,
aquellos que me gustaría tener
dentro de mi cuerpo.

Del baile de tu pelo
(y de su olor a limón)
al mismo compás que los árboles,
gracias al viento.

Me acuerdo de la ropa que traías, aunque mejor
te veía yo sin ella.
Más guapa,
más sonriente,
más pura,
más tú,
cariño.

Vestido de margaritas.
Mis favoritas.
Y las de todos, si te ven,
lo juro.

Pero ojalá no lo hagan nunca,
ojalá no te vean.
Ojalá no te conozcan
y caigan a tus pies,
y ojalá sea yo el único que te mire,
y te vea desnuda,
y te vea reír,
y te toque el pelo,
y te abrace con fuerza,
y te diga al oído que
me beses
y me quieras
y me ames.

Que me escribas poesía
y me encante
y que me conviertas en alguien
que puede cambiar el mundo,
pero no a ti, cariño.
A ti no,
hablo del planeta,
ese que cada día está más sucio.
Que el día que podamos,
nos vamos. Y te llevo la luna,
si así lo deseas.

Y ojalá sea yo el único que se
meta en tu cama,
y ojalá seas tú la única
que se meta en
 la mía.

(...)

Y también me acuerdo de tus labios,
sí,
esos los recuerdo perfectamente.

Pero tus palabras,
tus palabras ganan.

Y tus besos,
ay,
tus besos,
... tus besos me pierden.

Y que contigo, cariño,
las malas rachas no existen.
Y que los soñadores,
viven felices,
en sus tiempos fáciles.

Porque contigo lo difícil,
se vuelve fácil.

Porque contigo lo único difícil,
es tenerte.
Y yo te tengo,
y tú me tienes.
Y nos tenemos.
Y ojalá sea así siempre.

Y ojalá pueda ganarme tu amor
cada día
todos los días.

Porque yo,
te juro,
no quiero perderte.