Me gustaría que volvieras.

Vuelvo a escribir sobre ti porque no sé no hacerlo.
Porque es verte y tener ganas de llorar de lo lejos que estás
y aún así todo lo que me creas.

Sigo incumpliendo lo de que será la última vez que te escriba.
Contigo nunca es la última vez y ojalá nunca lo sea.
Ojalá me inspires siempre.

Sueño más veces contigo de las que debería,
pero te cuelas todo tú. Todo tu cuerpo está allí,
y me miras con esos ojos marrones profundos
y esas pestañas kilométricas sobre las que se podría correr
una maratón y la de Nueva York dejaría de tener sentido.

Estás allí, como nunca estás aquí.
Con todos tus lunares ocultos tras la ropa,
tus manos, tus dedos y también están tus callos.
Estás allí callado y ausente. Evitándome, como siempre.

Pero de pronto, siempre algo sucede entre nosotros,
quizá seamos como dos polos que de tanto moverse alrededor
acaban por atraerse.

Y entonces algo vuelve a ocurrir que volvemos a repelernos.
Siendo al mismo tiempo polos iguales y opuestos.

Ojalá no fueras infranqueable e imposible,
porque eres un callejón con la puerta cerrada con llave.
Y toco y sé que alguien dentro; estás ahí pero no me abres.
No quieres abrirme y hace tiempo
que desconozco las razones.

Me siento delante de la puerta y no me voy,
porque realmente no quiero irme.
Porque nunca me he sentido tan a gusto con un desconocido.
Porque nunca antes he querido a alguien así, de esta manera.
Es de locos. Quizá también absurdo.
Quizá tampoco tenga ningún sentido.

Pero me siento y te espero. Espero por si abres.
Quizá no lo hagas nunca.
Pero espero, porque no sé no hacerlo.
Porque no sé irme.
Porque yo siempre estoy, siempre espero,
siempre me quedo aunque todos quieran irse.

Ojalá te quedaras un rato ahí inmutable en el tiempo
porque podría subir hasta tus ojos trepando por tus pestañas
como si fueras la mejor versión masculina de Rapunzel.

Pero has puesto a todo el mundo entre nosotros
y te has marchado aún más lejos.
Y no hay pegamento para pegarnos,
ni medicamento para aliviar el dolor que me causas en el pecho
porque sólo me curarías volviendo.
Porque sólo nos pegaríamos si volviéramos a vernos.
porque ni siquiera hay bisturí con el que extirparte de mí.

Porque lo estás rompiendo todo sin hacer nada,
y aunque las ruinas siempre me parecieron preciosas...
Me gustaría que no fuera así.

Esta es la última vez,
aunque bien sé que no lo es.
De ti podría escribir libros enteros hasta llenar
escaparates de librerías y bibliotecas.

Y lo peor de todo es que ni siquiera te dignarías a leerlos.
Pero me gustaría que volvieras.

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