Amor eterno.

Un día mi abuelo se bebió
una botella de coñac y
decidió tocar a la puerta
de casa de mi abuela.

Él no la conocía, sólo
la había visto varias veces cuando
pasaba con su bicicleta
por la calle en la que vivía ésta.
Y en muchas ocasiones,
cuando pasaba con su bicicleta,
miraba por la ventana y la veía a ella
arreglando la lámpara y podía notar
cómo ella se ponía nerviosa cada vez
que él pasaba porque se le notaba
físicamente.

Él y ella sólo se conocían de vista.
Pero él veía en ella una morena muy guapa,
la más guapa de las tres hermanas y
quería conquistarla.

Por eso un día, se bebió la botella de
coñac para quitarse la timidez que
le caracteriza y tocó a la puerta
para conquistarla.

Al abrir la puerta, vio que no se trataba de ella
y pidió que la llamaran.

Al ponerse ella, él le dijo:
-He venido a por ti. He venido a arreglarme
contigo. Y si me dices que no, cojo la puerta
y no vuelvo a pasar más por aquí.

A lo que ella contestó:
-No, no te vayas, quédate... Y nos arreglamos.


Ese mismo día mis abuelos se arreglaron.
Y cuando digo "arreglarse" me refiero a salir juntos.
Mi abuelo tuvo que pedirle autorización al padre de mi abuela
para pedirle a ella lo escrito anteriormente.

Él iba a verla muchas veces y se sentaban en una sala en la casa de ésta
y poco a poco comenzaron a conocerse,
y él la cogía de la mano, le daba besos y
ella se los devolvía.

Y el día de su cumpleaños (14 de febrero),
ella le regaló un jersey, una cadena y una medalla y en la caja
venía dentro una foto suya con una dedicatoria de amor,
corta pero muy bonita en la que le decía que le quería.

Todavía él sigue conservando esa foto,
la lleva en la cartera junto a tres fotos de sus nietas.


Mi abuelo y mi abuela han estado casados durante
más de 56 años,
soportando lo bueno y también lo malo.
Las discusiones, los catarros,
las depresiones, los nervios...
Soportando el calor, el frío
y los momentos malos.

La muerte se llevó a mi abuela el pasado 14 de febrero de este año 2014
dejándonos el corazón roto, el cuerpo en un océano de lágrimas
una tristeza descomunal.
Vamos todos los domingos a llevarle flores
porque el cementerio se ha convertido en un segundo hogar
que con el tiempo ha dejado de causar dolor.

Lo mejor de todo es que esta historia no acaba mal
porque ella minutos antes de morir pudo recordarle a mi abuelo que

era su cumpleaños.


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