(Historias de faros cósmicos)

Hay historias de personas en la más absoluta
oscuridad en las que aparece la luz de un faro
para guiar el camino de vuelta a casa.

Estos faros indican el camino hacia una casa
acogedora, cálida como un abrazo, vacía
de silencios incómodos y repleta de amor
desde el garaje hasta el desván.

Pero en esta historia no hay faros.
En esta historia no hay luz.
Sólo hay oscuridad,
y una inquilina llamada Soledad.

Y Soledad hace de casa,
de casa fría en la que crujen los
tablones de madera por las noches,
en la que hay telarañas, cuadros
cubiertos por sábanas blancas y mucho
polvo del que hace estornudar.


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