No pasó nada.

Atravesamos aeropuertos y océanos de miradas
para acabar destruyéndonos con pocas
palabras, algún abrazo mal dado y
un beso que se convirtió en lágrimas.

La lluvia ya no nos mojaba como dos,
sólo a ti o sólo a mí y eso era lo que pasaba.

Nos convertimos en súper héroes de ciudades
que no necesitaban ser salvadas.
Por las noches sólo buscaban meterse en camas
de desconocidos, sacar sus garras
y olvidarse de que un día fueron un dos
infinito. Un plural que ahora se derrumbaba.

Y seguimos atravesando aeropuertos
como si no pasara nada, secándonos las lágrimas
de la cara. Cosiéndonos el corazón al alma.

Aeropuertos...
Aeropuertos por no decir océanos de lava.
En nuestros brazos ardíamos en llamas
reducidos a ceniza...
como si de polvo de estrellas se tratara.

Nuestros besos quemaban,
ardían,
dolían.
Nuestro dos dolía.
Nos derrumbamos
y ya nunca pasó nada.

No pasó nada.

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