Los viernes y domingos.

Creo que todos los poemas suenan mejor
si son escritos para que tú nunca los leas,
aunque lleven tu nombre.

Y me parece terrible porque tú imagina:
no te hablo, no te escribo,
pero pienso en ti todos los días.

Y si el sueño de la otra noche fuese real
iría a verte a la iglesia todos los viernes
y domingos.

Incluso compraría entrada para disfrutarte
desde el balcón de mis ojos embobada.

Porque eres como un suspiro 
que se me ha pegado a los pulmones
formando ya parte de mí.

Y yo no quiero que te vayas
aunque no estés conmigo.

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