Un segundo.

Puede sonar ridículo, y lo sé,
pero tan sólo me apetece
correr por las avenidas,
llenarme las rodillas de rasguños
y de sangre;
dejarme la voz en las esquinas
de escasa luz y callejones,
sólo para encontrar tus brazos,
correr a tus brazos,
agarrarme a tus brazos,
y quedarme allí junto a tu cuerpo,
yacer junto a tu cuerpo
latiendo los dos juntos
aunque tan sólo dure un segundo.

Con eso me vale.

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