Agradezco que llegaras.

Cuando llegas
todo el oleaje se concentra en mi abdomen
y suben los caballos galopando hasta mi pecho
y es tu sonrisa la arena.

Es también tu mirada, son tus ojos,
porque te miro y se me vuelcan las ganas
de querer llevarte a todos los rincones de este mundo
para que la felicidad se te refleje en la cara.

Son también tus jerseys en invierno,
que podrían servirme de trinchera
pero con tu cuerpo dentro
porque no te quiero fuera ni siquiera
de mis entrañas.

Tu sonrisa me deshizo los nudos,
tu mirada me desató la piel,
y tu mano en mi cintura dejó huella
dando cuerda dentro de mi ser.

Desde entonces no ha dejado de llover
aún menos cuando llegas.

Pero yo deseo que se marchen las nubes,
que tu sonrisa no me empañe las gafas
y que no te sueñe todas las noches.

Y que tampoco pido tanto.

Que si se te apipa un ojo sea mi culpa,
y si no, no quiero querer
ni quiero quererte tampoco.

Porque me pillaste sin preparar, como siempre,
y te colaste por todos mis lados.

¿Pero quién sabe llevar a tiempo el corazón
preparado?

Y en el fondo agradezco que llegaras.

Porque si no me hubieras mirado así,
si no me hubieras colocado tu mano en la cintura,
si no me hubieras regado la tierra y hecho florecer
todos mis campos...

No sé a quién le habría escrito todo este año,
y en parte te doy las gracias, por hacerme sentir viva
aunque tú no sepas nada.

Y en el fondo te agradezco que me conmovieras
tanto.

Comentarios

Entradas populares de este blog

En el centro.

Por escuchar tu voz.

Las batallitas.